Natalia, de 24 años, es fanática de la moda. Desde siempre le ha gustado la ropa y marcar su propio estilo. Es de las que se siente cómoda con unas zapatillas Nike, un vestido y un poco de maquillaje. Lo cuenta mientras luce un uniforme militar, su cabeza cubierta con una gorra de combate y botas de cuero negras. Encima del bolsillo izquierdo de su pecho hay un parche verde donde se lee “Ortiz”, el apellido de la joven soldado.
Natalia es una millennial y está en las Fuerzas Armadas, que llevan años reduciendo sus efectivos. De 2008 a 2015, el número de efectivos se ha reducido un 8%, llegando a 121.848 en total, y abriendo menos plazas a nuevas tropas: de las más de 16.000 plazas de soldado o marinero convocadas en 2009, se ha pasado a 1.500 en 2016 y 2.000 el año pasado, abiertas a personas de entre 18 y 20 años. Aunque eso no quiere decir que hay menos gente interesada: en las convocatorias de los últimos años se han llegado a presentar 40.000 aspirantes.
Además, en enero de 2018 se cumplen 30 años desde la incorporación de las mujeres en las Fuerzas Armadas. En 2017 ellas eran el 12,6% de los efectivos, según las cifras del Ministerio de Defensa. Natalia Ortiz, soldado de la base militar El Goloso, sede de la Brigada Guadarrama XII de infantería acorazada, es una de las 15.305 militares españolas.
Desde los 5 a los 17 años, la joven practicó gimnasia rítmica, llegando a competir a nivel nacional. Descartó dedicarse a ello porque lo veía muy complicado. Pero no era lo único que le gustaba. De niña quería ser actriz, pero también veía que era una profesión muy difícil: “Hay que conocer a mucha gente del mundillo para poder desarrollarte en eso”. A medida que desechaba esas pasiones, se inclinó por algo que le resultaba curiosamente más cómodo: ser militar.
Natalia tenía entre sus vecinos de Leganés (Madrid) a dos cabos de tierra. Junto a su madre, con quien compartía el entusiasmo y la admiración por el mundo militar, fueron a verlos jurar bandera. “Se me puso la piel de gallina, siempre me ha emocionado mucho la imagen que da el Ejército, es algo muy bonito”, sostiene. A los 16 años decidió responder a una pregunta que le daba vueltas: “¿Y si soy militar?”. Finalmente, optó por ello, pero antes estudió el grado superior de asesoría de imagen. Se sacó la “espinita” del tema de la moda, el estilismo y el protocolo que se le había clavado cuando pequeña, y confiesa: “Lo disfruté bastante”.
La primera vez que postuló para ser soldado, en 2014, no lo consiguió. Un año después sí entró en el Ejército, y bajo la asesoría de sus vecinos militares, decidió ser parte de la sección de transmisión, la dedicada al área de las telecomunicaciones entre las bases y los militares cuando están en zonas de combate. Sus cercanos no se sorprendieron: “No tengo ni un amigo, ni compañero, ni familiar que esté en contra de esto. Por el contrario, están muy orgullosos de que pueda representarlos”, apunta. “No me he encontrado con nadie que me diga que el Ejército es despreciable. Es una profesión que hay que respetar porque es una institución que está porque tiene que estar”. Según una encuesta del CIS publicada en 2015, el 60,9% de los españoles tiene una opinión muy buena o buena de las Fuerzas Armadas.
A pesar de que no ha tenido malas experiencias, la soldado Ortiz procura no ir vestida de militar por la calle por un tema de seguridad y por precaución: “Hay gente mala también”. En cuanto a su rutina fuera de la base, explica que un militar siempre es un militar, una actitud que quizás la distancie de la de otras personas de su edad, como ella misma explica. “No puedes hacer el loco por ahí porque representas una institución. Una persona civil puede hacer lo que le da la gana. Me gusta disfrutar como cualquier otra persona, pero tenemos ciertos valores que tenemos que representar”.
Aunque forme parte de la generación millennial, hay aspectos que la separan de lo habitual en ella, además de la profesión. Por ejemplo, no es aficionada a las redes sociales: "Solo tengo Facebook, pero lo uso para informarme, más que otra cosa. Algunos de mis amigos usan más redes sociales y otros no, tanto los militares como los que no. Preferimos tomarnos un café, el contacto...".
Todos los días de la semana a las 7 de la mañana está entrenando en la base de El Goloso y, cuando acaba su jornada, sale a correr. También le dedica tiempo a aprender inglés “porque es muy importante saber idiomas si eres militar”. En sus momentos de descanso con su novio, a quien conoció cuando entró a las Fuerzas Armadas, ven películas como Los Vengadores: “Me gusta mucho ese tipo de cine porque es como el Ejército pero en plan fantástico”.
De los 25 soldados que componen su sección, solo cuatro son mujeres. “El entrar siendo chica no me produjo inseguridad, por el contrario, me dio un motivo para superarme”. Sin embargo, la precariedad aún se ve más en las mujeres que en sus compañeros: como publicó EL PAÍS, menos de una de cada cuatro tiene un contrato indefinido, frente a casi uno de cada dos hombres.
Respecto a la mirada anticuada que puede resultar la institución para algunas personas, ella se muestra contraria. “Me parece bastante actual”, señala. “El Ejército no es como hace 30 años, ahora estamos porque queremos, estamos más formados, nos hemos actualizado. Antes la gente que hacía la mili la hacia porque tenía que hacerlo, ahora hay más vocación y eso se nota mucho a la hora de trabajar. Si te obligan a algo lo haces desganado, si es voluntario haces tu trabajo bien y profesionalmente”.
Natalia quiere ir a una zona de combate: “Como todo militar”, dice. “Para nosotros ese es el momento de la verdad, nos ejercitamos todo el año para eso”. Este 2018 hay misiones en Letonia y el 2019 en el Líbano. La soldado Ortiz se va a ofrecer para asistir a ambas. “Nosotros arriesgamos nuestra vida más que alguien que está en un despacho o una tienda. Pero es que lo vemos desde el punto de vista que somos los que os protegemos. Tiene que haber gente para hacerlo y para ayudar a los ejércitos de las zonas en conflicto”.
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