El Quijote envejece mejor que algunas de sus palabras. Este 2018 la novela llega a su cumpleaños número 413 (414 para quienes tuvieran la suerte de leerlo en Valladolid, como cuenta Francisco Rico aquí). Tantos años después de que Cervantes publicara el libro, nos hemos planteado hasta qué punto resulta fácil de entender hoy. En la edición de Rico se incluyeron unas 5.000 notas aclaratorias. Nosotros nos conformamos con comprobar si entendíamos bien su vocabulario más habitual.
Usando Excel hemos destripado una edición en línea para contar las veces que se usa cada una de las 381.215 palabras. Luego, hemos ordenado la lista de la más usada (“que” aparece 20.626 veces) a las que menos aparecen (de 11.191 palabras solo hay una mención en todo el texto). Saltando de celda en celda hacia abajo (empleando algunas horas, pero no las nueve que le llevó a este fan de las hojas de cálculo llegar a la última final), hemos ido marcando las que se nos hacían difíciles de definir o las que de plano no entendíamos.
Nos paramos en la fila número 8.216, la de la palabra “zarzas”, que es la última por orden alfabético de las que aparecen al menos tres veces. Y ya para entonces habíamos leído el 95,2% de todas las voces distintas que Cervantes usó en el texto.
De ellas, nos quedamos con una lista de 74 vocablos oscuros o incomprensibles que aparecían al menos tres veces en el texto. Para abreviar, aquí mostramos una selección de 26, que os proponemos como prueba: ¿cuáles eres capaz de entender o, si te suenan de algo, de definir? Hemos preguntado en la calle sobre algunas de ellas –puedes ver el resultado en el vídeo de arriba– y pocos, o nadie en algunos casos, han sido capaces de adivinarlas. Si quieres intentarlo tú, tienes una selección a continuación. Pulsa en la imagen si no consigues averiguar el significado, que hemos resumido de las acepciones que da el DRAE:
Hemos enviado esta lista a un profesor de historia de la lengua en la Universidad de Granada, Miguel Calderón. Tras leer su respuesta, que remite por email, nos sentimos menos culpables de nuestra ignorancia. “La mayoría de las palabras no se conocen actualmente porque designan realidades hoy desconocidas, aquellas que Seco marca en su diccionario como históricas”.
Y es que abundan, como es lógico, los términos de la caballería (como palafrén, celada, adarga, morrión o lanzón) o los que designan telas o vestimentas de la época (bocací, gregüesco, faldellín o librea). Se cuelan también dos instrumentos musicales antiguos, la chirimía y el atabal. Y que no nos extrañe que tampoco entendamos bien batán o aceña, porque prácticamente han desaparecido las industrias donde se usaban.
Sorprende encontrar en el Quijote tantos arabismos (aráez y aljófar se nos cuelan entre los más queridos por la pluma cervantina) que, andando los siglos, se sustituyeron por voces de otra procedencia. “[Esas nuevas formas] se hicieron más prestigiosas a partir de finales de la Edad Media”, ilustra el profesor de Granada.
En el resto de la lista hay cultismos, hoy extraños, como fementido, o el semicultismo vestiglio (del latín besticulum, “bestiecilla”), pero también otros literarios como caletre o donaire. “Estos dos últimos sí que deberían conocerlas los lectores cultos actuales”, considera Calderón.
Este paso del Quijote por el Excel no ha tenido en cuenta las expresiones hechas, tan abundantes. Tampoco reparamos en que el contexto ayuda a la comprensión. Aunque ni por esas resulta claro el texto en fragmentos como estos tres (las versiones en un español actual nos las facilita el escritor y profesor de Literatura de la Universidad Lyon 2 Carlos Janín):
(Atención al significado de porro en este caso. En la última edición del Diccionario de la Real Academia Española, la acepción con que se usa en el Quijote figura antes que la de “cigarrillo liado, de marihuana, o de hachís mezclado con tabaco”).
El Quijote ya hablaba raro en su época
Si a algún lector se le hace especialmente rara la forma de hablar del Hidalgo, que sepa que eso también le pasaba a sus contemporáneos. Para Carlos Janín, “la mayor parte de las veces el habla de don Quijote les sonaba a sus personajes o lectores tan arcaica, anacrónica e incomprensible como a nosotros. De ahí, lo ridículo que resultaba y que fuera objeto de chacota”.
Así lo demuestra una de las palabras de nuestra lista, salida de la boca del Quijote: la conjunción concesiva maguer o maguera. La palabra forma parte del personaje de Alonso Quijano, porque en el libro solo él usa ese sinónimo arcaico de aunque. “Don Quijote hablaba a veces imitando los libros de caballerías; es muy interesante contrastar su habla, llena de arcaísmos, con el toque popular de Sancho”, anima a comprobar el experto.
Por ese mismo motivo, el profesor no cree que el Quijote se entienda mejor en América que en España: “Se trata de léxico histórico, es decir, que designa realidades desaparecidas, en América y en España. El tópico del arcaísmo del español de América es bastante relativo y no puede aplicarse en este caso”.
Preguntamos cómo se recibió (y se entendió) el Quijote en América a un experto del otro lado del Charco, Miguel Ángel Quesada-Pacheco, académico de la Academia Costarricense de la Lengua: “Diría yo que se entendió igual que en la Península, por lo menos en una primera época. En los primeros siglos del español en América, quienes tenían acceso a la lectoescritura eran pocos, y eran los mismos que en España: clérigos, gobernadores, académicos, escribanos, personas de cierta clase social”. El cambio con respecto al español de la metrópoli se acentuó llegó mucho más tarde, “con la independencia de las colonias americanas, y particularmente con la creación y expansión de los ámbitos urbanos en oposición a las áreas rurales”.
Gráfico de tipo n-grama para la palabra inhabitual hoy más usada en el Quijote: priesa. Se ve cómo ha ido, en general, apareciendo cada vez menos en los libros desde 1800 hasta la actualidad.
Bonus para amigos de los recuentos de palabras
J. Abad Liñan / D. Alameda Bernal
“Lugar” aparece 345 veces. “Mancha”, 175. Cervantes dedicó casi tantas ocasiones a mencionar al protagonista (2.175 “Quijote”) como al coprotagonista (2.148 “Sancho”). Mucho menos se menciona a Dulcinea (282) o a Rocinante (208). Hay en el Quijote más “amor” (123) que “libertad” (81), se lee tanta “honra” como “locura” (78 veces cada una), y figuran tantos “honrada” como “honrado” (24). La palabra final del libro (un rotundo “vale”), aparece otras 34 veces antes en el libro.
Segundo bonus, para quien no tenga bastante con la prueba. ¿Eres capaz de reconocer todas estas palabras del Quijote que han evolucionado, aunque a veces poco, con los siglos?: adevinaba, advertimiento, alárabes, alhombra, ansí, ansimesmo, ansimismo, ardite, ascuras, asimesmo, atambores, ceptro, circunvecinas, coluna, compatrioto, correción, demasiadamente, denantes, desfacer, do, efeto, emperatrices, emprenta, encantamento, enhoramala, escrebir, esotro, estendido, estrechezas, fasta, fechos, fee, felice (y felicemente), ferido, fermosa, ficieron, heciste, hideputa, hubiérades, Ingalaterra, invidia, luengo, malencólico, malferido, mase, mesma (y mesmas, mesmo, mesmos), mochacha (y mochacho), monesterio, otubre, proveído, rancor, recebidos, respondelle, rétulo, rocino, sabidora, trujese, válame, vee, vees, visorrey, vuesa.
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