Boda en el cementerio y una cabra de regalo: seis ‘wedding planners’ desvelan momentos inolvidables

Lo que los invitados quieren tras horas de fiesta es comer

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Aunque en Estados Unidos la figura de wedding planners (organizadores de bodas) lleva asentada décadas, en España nadie puede decir que lleva “toda la vida” organizando bodas. Si miramos en Google Trends desde cuándo se buscan combinaciones como “wedding planner Madrid”, es a partir de 2014 cuando aumenta el interés por esta nueva profesión. Coincide con la emisión en el canal Divinity de varios realities nupciales, como Me pido ese vestido, Una boda perfecta o Las chicas de Amsale, donde novias estadounidenses se gastaban miles de dólares para tener una boda de cuento. Además, las tendencias de las bodas españolas han dado un giro en los últimos años hacia celebraciones que pretenden ser más personales.

Los servicios de las wedding planners van desde la coordinación del día del enlace a la organización íntegra de la boda, y sus honorarios varían según las funciones (asesoramiento, decoración, gestión de proveedores, desplazamientos…). La organizadora Leticia Jiménez explica que una tarifa normal de una organización completa está en torno a un 7% del coste total de la boda. Según el Libro Imprescindible de las Bodas, impulsado por Google y ESADE, el coste medio de una boda en España son 20.000 euros. En este caso, pagarías por los servicios de organización unos 1.400 euros.

“Somos un gran apoyo para los novios, como si fuésemos sus secretarias personales, estamos al tanto de todo, citas, gustos... Les damos recomendaciones y hablamos mucho durante aproximadamente un año”, explica a Verne por teléfono Nuria Fernández. “Podemos organizar y comprar de todo menos el buen tiempo, el clima sí que no depende de nosotras y siempre tenemos que tener un plan B”, bromea Hilargi Gutiérrez, que trabaja, sobre todo, en el País Vasco.

Hablamos con ellas y con otras tres organizadoras de bodas sobre los detalles -los medidos al milímetro y las sorpresas de última hora- que hacen que efectivamente esos días sean inolvidables para las parejas (y para las wedding planners):

  • Siempre te pueden pedir algo más raro, como una boda entre lápidas. Casi todas las parejas quieren algo original, pero en general acaban eligiendo entre distintas tendencias. Paloma Cruz, organizadora con más de 500 bodas de experiencia, relata que una de las bodas más pintorescas que ha organizado tuvo el jardín de un cementerio de Londres como escenario. Los novios viajaron desde España hasta la capital británica solo con dos amigos para contraer matrimonio. Boda íntima y, desde luego, peculiar.

  • ¿Un cura bilingüe en la sala? Una pareja de estadounidenses que quería casarse en un monasterio de Guadalajara puso una condición a Ana Bernia: que el cura oficiase la ceremonia en inglés. “Fue imposible encontrar a un sacerdote con destreza para dar la misa en inglés, al final tuvo que viajar el párroco de ella desde Estados Unidos”, dice.

  • La novia no es siempre la última en llegar. Cualquiera puede saltarse el horario, incluido el cura. “En una de mis bodas el párroco no aparecía y la novia tuvo que esperar dando vueltas en el coche llorando como una magdalena. Las señoras del barrio nos tranquilizaban diciendo que siempre llegaba tarde a los sitios”, cuenta Susanna Príncipe.

  • Ropa de los amigos de la wedding planner como plan b para el novio. No es el único olvido al que se ha tenido que enfrentar esta wedding planner. En una ocasión fue un novio que, cuando llegó el momento de vestirse, se dio cuenta de que no tenía zapatos. Príncipe, que vivía relativamente cerca de la finca donde se celebraba, tuvo que recurrir a uno de sus amigos para dejarle calzado al novio.

  • Un ramo improvisado con flores del campo. Hilargi Gutiérrez explica cómo, aunque se tenga la boda organizada hasta el último detalle, hay ciertas cosas que no se pueden controlar: “Nuestro trabajo es que pase lo que pase los novios no se enteren, pero cuando es la novia a la que se le ha olvidado el ramo…”. Cuenta riéndose cómo en esa ocasión tuvieron que lanzarse al campo que rodeaba la celebración para hacer un ramo campestre improvisado. “¡Y quedó precioso!”, dice.

  • La utilidad de hacer fact-check al vestido. Ana Bernia recomienda a las novias asegurarse de que salen de la tienda donde se han comprado el vestido con el que eligieron. Lo dice porque una de sus novias, cuando llegó a la finca donde se casaba y abrió la funda, se dio cuenta de que ese no era su vestido. “Tuve que llamar a la tienda, hacer que uno de mis proveedores fuera a por el vestido y llevar el equivocado. Tuvimos suerte porque el vestido aún estaba en Madrid, si se lo hubiesen dando a otra novia no me quiero imaginar qué hubiese pasado…”, cuenta.

  • Repasar a cuántas personas has invitado. Si está a punto de comenzar la celebración y apenas han llegado el 20% de los invitados, es que algo está pasando. Eso es lo que ocurrió en una boda organizada por Letizia Jiménez. La madre de uno de los novios se encargó de los autobuses y contrató dos para 400 invitados. “Obviamente con menos de 90 plazas no podían trasladar a tantas personas. Aún recuerdo a media hora de la boda a la mujer en bata y rulos hablando con la empresa de autobuses. Al final tuvimos que contratar nosotras en el momento el doble de autobuses, pero aún así todo se retrasó una hora”.

  • Detalles más o menos originales. Cada vez sorprende menos ver a novios en Converse, en alpargatas, con cazadoras de cuero o entrando de la mano a la ceremonia. Susanna Príncipe cuenta a Verne dos de los detalles que más le han impresionado de las bodas que ha organizado. Uno es cuando un novio, sin avisar a nadie, decidió entrar en la ceremonia con la música de Star Wars. El otro, cuando en un enlace llegó el momento de ponerse las alianzas y los novios sacaron servilletas de papel. “Era algo especial para ellos, se colocaron un trozo de servilleta enrollado en el dedo como si fuesen los anillos. La gente suele reírse con estas cosas, y eso es maravilloso”, relata.

  • Recena de McDonalds mejor que langostinos. Hilargi Gutiérrez cuenta que unos novios querían que en su recena hubiese hamburguesas de McDonalds. “Fuimos al restaurante más cercano un mes antes para decirles que necesitaríamos 200 hamburguesas, 200 raciones de nuggets y 200 de patatas. Con media hora de margen fuimos a por ello y no nos dio tiempo ni a hacer fotos del momento, ¡nos lo quitaron de las manos!”, relata la wedding planner. Nuria Fernández asegura que el menú más curioso que ha tenido que confeccionar para una boda ha sido a base de comida de food tracks (furgonetas que sirven comida rápida). “No había mesa redondas ni camareros sirviendo, los invitados elegían qué comida de las food track les apetecía”, cuenta. En otro de los enlaces que organizó Fernández la pasta fue la reina de la recena, ese momento cuando ya han pasado horas de la comida o la cena donde se vuelve a sacar algo de comer. “La gente se volvió loca con la pasta”, dice.

  • El show de los regalos sorpresa a los novios. Letizia Jiménez explica que en una de sus bodas los amigos de los novios decidieron regalarles una cabra: “Alucinamos, la cara de los novios era un poema y los del salón donde se celebraba y nosotras no dábamos crédito, no sabíamos qué hacer durante el baile con la cabra y, finalmente, la atamos a un árbol”. En otra ceremonia, los amigos regalaron a los novios dos capas de invisibilidad como la de Harry Potter. La novia no tenía ni idea de qué era eso con lo que se tuvo que hacer fotos y posar como si fuese el regalo de su vida.

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