Guerra a las zonas VIP en primera fila de los conciertos

Los Golden Circles y pases 'premium'separan al espectador de la música en directo

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Esta era la distancia más cercana al escenario adquiriendo una entrada normal en el festival Mad Cool / Patricia Fernández de Lis
Esta era la distancia más cercana al escenario adquiriendo una entrada normal en el festival Mad Cool / Patricia Fernández de Lis

"¡Dejadlos pasar!", "¡Saltad las vallas!", gritaba el líder de Queens of the Stone Age, Josh Homme, en mitad de su actuación del sábado 14 de julio en el Mad Cool. Invitaba así a que el público asistente invadiera la zona VIP que alejaba a la gran mayoría de espectadores del escenario. La organización accedió a sus peticiones. Su gesto ha convertido el debate en torno a la división de clases en los conciertos en uno de los asuntos más comentados de la ya de por sí accidentada edición del festival madrileño.

El día anterior, el cantante de Franz Ferdinand había mostrado una postura similar durante su actuación en el mismo festival ante esas áreas a menudo situadas justo delante del escenario y que suelen permanecer prácticamente vacías. Cada entrada VIP de Mad Cool costaba 175 euros por una jornada de conciertos, casi 100 euros más que la entrada normal. Muchas se regalan como invitaciones que distribuyen los múltiples patrocinadores del evento o que la organización regala a influencers, que hacen promoción en redes sociales.

"Me encantó el Mad Cool, pero odio las zonas VIP y los Golden Circles, en primera fila del escenario. El tipo de P (personas) que se consideran VI (muy importantes) tienden a interesarse más por los selfis que por volverse locos con un grupo de música. No digo que no haya sitio para ellos. Lo hay. Al fondo", decía Alex Kapranos este domingo en Twitter.

"Es una temeridad absoluta por parte de un artista pedir a la gente que cambie de recinto de forma improvisada. Dinamita así el plan de seguridad de los organizadores. Es intolerable, porque a un equipo de seguridad le resulta imposible enfrentarse a una masa así. Los músicos tienen experiencia suficiente como para saber que ese tipo de reclamaciones deben hacerse antes del concierto", comenta a Verne el director general del WiZink Center, Manuel Saucedo. El recinto madrileño oferta cada vez más a menudo entradas VIP o experiencias Premium, como ellos lo llaman.

Una zona VIP no es lo mismo de Golden Circle

Una zona VIP no tiene por qué afectar necesariamente a los espectadores que han adquirido una entrada normal, si está situada en un lateral o en una zona elevada del recinto. Son en realidad las entradas que incluyen Golden Circle las que generar el conflicto. Se tratan de espacios exclusivos cuyo acceso cuesta algo más del precio habitual y están situados en las primeras filas en pista, alejando al resto de espectadores del escenario. La gira de OT 2017 cuenta con ese Golden Circle en muchos de sus conciertos, entre ellos los ofrecidos en el Palacio Vistalegre de Madrid y en el Palau Sant Jordi de Barcelona.

En el caso de un recinto que aloja conciertos como el Wizink Center, "son los promotores los que proponen los Golden Circles o eventos Premium y el recinto el que los acepta o no, atendiendo a criterios de seguridad", explica Saucedo por teléfono.

Saucedo define este tipo de opciones VIP en los conciertos como una tendencia que ha despuntado en España en los últimos cinco años, procedente del mercado extranjero. Empezaron proponiéndolo artistas internacionales a su paso por España y ahora ya se está adaptando a los músicos locales.

En opinión del director del Wizink Center, no debería existir debate en torno a la existencia de estos Golden Circles y pases VIP: "se ofertan del mismo modo que las aerolíneas venden asientos de primera y en clase turista o se contratan en los hoteles suites en vez de habitaciones. El problema es que esta modalidad ha llegado más tarde al sector de los conciertos y no estamos acostumbrados". También ocurre en muchos parques de atracciones.

Los festivales en cambio llevan vendiendo entradas VIP desde mucho antes. Los que se celebran en el Hyde Park de Londres llevan años aplicando el Golden Circle, mientras que festivales españoles como el Low no cuentan con ello y colocan desde hace nueve años a sus VIP en un lateral del escenario.

Live Nation España es una de esas promotoras que se han adaptado a la moda del premium. Ya incluye en su catálogo este tipo de experiencia para el concierto en Madrid de Mariah Carey, en diciembre de 2018. El Ultimate Package incluye: asiento en la primera fila delante del escenario, oportunidad de realizar una fotografía con Mariah Carey, regalo de merchandising diseñado exclusivamente para la ocasión, acreditación conmemorativa y atención personalizada. Cuestan más de 200 euros, pero ya están agotados. Algo similar ocurre con la gira de Elton John prevista para verano de 2019.

"Los paquetes VIP se organizan de mutuo acuerdo, con la aprobación de los músicos. En muchos casos son los propios artistas quienes los comercializan", comenta a Verne Roberto Grima, presidente de Live Nation y Head Promoter de la compañía en España. "Algunos que son más sencillos, que van desde acceso previo al recinto o asiento reservados con merchandising incluido. Otros más completos, suelen incluir servicio de comidas. Hay otros más sofisticados, como los de Metallica y Muse, que incluyen además la visita a un espacio/museo con memorabilia del grupo, u otros que incluyen un encuentro con el artista".

Cómo reclamar

A juzgar por sus quejas en redes sociales, muchos de los asistentes al Mad Cool que adquirieron una entrada normal no eran conscientes de lo lejos que iban a presenciar los conciertos, aun estando en primera fila. La asociación de consumidores Facua considera que  el principal problema de los organizadores de festivales con este tipo de reclamaciones reside en "no ser suficientemente transparentes" con clientes y artistas.

Vista del concierto de Pearl Jam durante el Mad Cool, con la zona VIP entre público y escenario / Patricia Fernández de Lis

"El consumidor cumple con su parte, que es el pago por la entrada, y el promotor debe dejar siempre claro distancia, visibilidad, posición... como ocurre en otro tipo de espectáculos en vivo", cuenta Miguel Ángel Serrano, portavoz Facua. "No hay razones para estar a favor o en contra de que empresas oferten servicios extra a un precio más elevado del habitual. Es legítimo, pero siempre hay que cumplir con lo prometido".

Es algo en lo que coincide el director general del WiZink Center, Manuel Saucedo. "La oferta de una entrada premium tiene que ser verdaderamente atractiva: evitar colas, buen posicionamiento, conocer a los artistas... las promotoras deben asegurarse de que es verdaderamente una experiencia especial. No tiene sentido una zona VIP de miles de personas", argumenta. Desde Live Nation España intentan que el cupo de paquetes VIP "no supere el 10 o el 15 por ciento de la capacidad total".

¿Y qué ocurre cuando el asistente de un concierto siente que no se cumple con lo pactado? Puede ocurrir porque una enorme zona VIP le impide un correcto visionado o, por el contrario, porque aquel que pagó un precio más elevado se encuentre viendo el concierto con aquellos que adquirieron una entrada normal, como ocurrió en el de Queens of the Stone Age del festival Mad Cool o el de Iron Maiden en Sevilla en 2016.

"Cuando no se respetan las características de esa entrada, se trata de un incumplimiento de contrato y el consumidor tiene derecho a exigir el importe parcial (por ejemplo la diferencia entre una entrada normal y una VIP) o total de la entrada. Dependiendo de las circunstancias, sería recomendable una acción paralela que reclame daños y perjuicios por desplazamiento y hotel", apunta Miguel Ángel Serrano, portavoz de Facua.

La organización de consumidores recuerda que no es excusa que se trate de un evento en directo celebrado en un recinto grande para que no haya hoja de reclamaciones: "De no obtenerla, los asistentes están en su derecho de llamar a la Policía".

Si se rompe en mitad un concierto la separación entre VIP y aforo general, el organizador "o bien debería pedir reclamaciones al grupo que actúa si no ha sido decisión suya, o bien debería tomar responsabilidades y compensar de algún modo a sus clientes por iniciativa propia si ha aprobado ese cambio de planes [como ocurrió en Mad Cool]", comenta Facua.

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