‘Playa Burbuja’: 15.000 kilómetros en ruta para explicar el ‘boom’ del ladrillo en el Mediterráneo

Una investigación de dos años para advertirnos del peligro de una nueva burbuja. Si aún no es demasiado tarde

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La Manga del Mar Menor
La Manga del Mar Menor.

Diez años después del estallido de la burbuja inmobiliaria en España, el ladrillo ha vuelto. Pese a seguir en niveles mínimos en comparación con los años previos a la crisis, 2017 fue el año en el que se confirmó el repunte del sector de la construcción y del aumento de la compraventa de casas.

Según datos del Ministerio de Fomento, el número de permisos de obra nueva concedidos en 2017 fue el más alto en siete años y se superaron las 450.000 operaciones de compra de viviendas, una cifra que no se daba desde 2008, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). “Los ritmos de crecimiento son altos, se está invirtiendo mucho en vivienda y el dinero ha vuelto en forma de crédito. No estamos en los niveles del boom anterior, pero es que las burbujas no crecen de un día para otro”, dice Ana Tudela, autora junto con Antonio Delgado de Playa Burbuja: un viaje al reino de los señores del ladrillo.

Delgado y Tudela han viajado por toda la costa mediterránea en dos ocasiones para escribir este libro. Los dos periodistas, que en 2016 crearon su propio medio, Datadista, han recorrido en varias ocasiones los 1.670 kilómetros que tiene el litoral mediterráneo español para escribir este libro. En total, acumulan unos 15.000 kilómetros. Su objetivo: “Captar la repercusión del estallido de la burbuja antes de que todo vuelva a cambiar”, explica Tudela.

Tras dos años de trabajo, y gracias a una campaña de crowfunding en la que recaudaron 11.881 euros para desarrollar la investigación, el libro concluye con la advertencia de la llegada de otra posible burbuja: “Este país se despierta del coma dispuesto a seguir creciendo a base de comer costa. No hay plan B. Nos vemos en la próxima”. Playa Burbuja relata casos como los desmanes del gilismo en Marbella (Málaga), la construcción ilegal del hotel Algarrobico en pleno Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar (Almería), la transformación del agua cristalina del Mar Menor en una especie de sopa verde o los delirios urbanísticos del ex presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, y Jesús Ger, fundador de Marina D’Or, en la playa de Cabanes. Los autores nos han ayudado a seleccionar tres de estas historias:

Marbella, zona cero

En rojo, número de viviendas construidas de forma irregular en Marbella. Datadista

Al finalizar la Guerra Civil y, sobre todo, desde mediados de los años cincuenta, Marbella se convirtió en un lugar donde aristócratas y personalidades como Audrey Hepburn, Grace Kelly o Laurence Oliver iban a disfrutar de un pequeño paraíso mediterráneo alejado del turismo de masas de otras localidades como Torremolinos.

El origen del boom de la construcción en esta localidad de la Costa del Sol comenzó durante el franquismo con José Banús (al final del artículo puedes leer esta historia). Unos años más tarde emerge la figura de Jesús Gil como alcalde (1991-2001) y, posteriormente, Julián Muñoz (2002-2003) y Marisol Yagüe (2003-2005). Para hacernos una idea de la magnitud de la corrupción que se dio en la localidad de la Costa del Sol durante los años del gilismo, hoy Marbella cuenta con alrededor de 86.700 viviendas y durante esos años se construyeron 16.500 de forma irregular (casi un 20%).

Muchos vecinos de la localidad de la Costa del Sol se han visto perjudicados por este urbanismo extremo: en este vídeo puedes ver la historia de Carmen Suárez, afectada por la construcción a 80 centímetros de su casa de un bloque de 12 plantas donde solo estaban permitidas dos, invadiendo zona verde y vial público.

Hotel El Algarrobico, símbolo de la destrucción de la costa

El Algarrobico. Francisco Bonilla

Situado casi a la orilla del mar, en pleno Parque Natural Cabo de Gata-Níjar (Almería), el hotel El Algarrobico es el gran símbolo de la destrucción de la costa durante los años de la burbuja y objeto de denuncia de grupos ecologistas como Greenpeace. Este esqueleto de cemento abandonado con 21 plantas y 411 habitaciones que nunca se han utilizado, está edificado en un suelo que no es urbanizable ya que la playa es un área protegida del parque. Para más inri, incumple la Ley de Costas ya que se encuentra a 14 metros de la ribera del mar cuando la legislación determina que no se puede edificar suelo no urbano en los 100 primeros metros del litoral.

En 2003 se iniciaron las obras y en 2006 se paralizaron por orden del juez Jesús Ribera. Desde entonces, la complicidad de las entidades públicas y autonómicas para que la obra saliese adelante a pesar de cometer ilegalidades, la lucha de los grupos ecologistas y de presión locales para paralizar sus planes, las idas y venidas del caso por los juzgados y la incertidumbre de cuándo se llevará a cabo su demolición, han sido la nota predominante de este polémico caso de corrupción urbanística en la costa.

El Mar Menor: aberraciones urbanísticas y sopa verde

El Mar Menor es uno de los destinos de playa por excelencia en España. Se sitúa en la región de Murcia y está separado del Mediterráneo por La Manga, un cordón o brazo de tierra de 24 kilómetros repleto de hoteles y viviendas construidos a un ritmo fulgurante y caótico desde mediados de los 60 gracias a la Ley de Zonas y Centros de Interés Turístico Nacional del régimen franquista.

Tomás Maestre fue, junto a Banús, otro de los protagonistas de la construcción en la costa gracias a su cercanía con el régimen. Maestre se adjudicó cuatro Centros de Interés Turístico y edificó mucho, muy rápido y de forma caótica hasta que se arruinó por su mala gestión y la crisis del petróleo del 73.

Su legado se percibe en forma de viviendas a 10 metros de la playa, edificios de 15 plantas junto con chalets adosados o cadáveres de cemento como el hotel Lagoymar, que es una de las construcciones abandonadas más longevas del litoral mediterráneo -su obra la paralizó Maestre en 1974 por sus deficiencias al haberse construido tan rápido, y en verano de 2017 el Ayuntamiento de San Javier sacó el suelo a subasta con orden de demolición incluida-.

Aparte de estas aberraciones urbanísticas, la transformación del agua cristalina del Mar Menor en una especie de sopa verde es otro de los grandes problemas que afronta este entorno natural. ¿Cómo se ha llegado al punto en el que políticos, ecologistas y medios de comunicación digan que el Mar Menor está en la UVI? La respuesta reside en las consecuencias de una construcción desenfrenada con terrenos ganados al mar, playas artificiales o la creación de puertos deportivos -La Manga es una de las zonas con más puntos de amarre del Mediterráneo-. Y, sobre todo, por los nitratos con los que se abonan los campos que nutren el ecosistema marino y generan el proceso de eutrofización. Esto se ha intensificado con motivo del regadío intensivo desde la inauguración del trasvase Tajo-Segura.

El origen de las “playas burbuja” está en el franquismo

"La peculiaridad de la costa es la capacidad que el dinero y el ladrillo tienen de corromper a los políticos de pueblos que, en la mayoría de los casos, son muy pequeños. Los alcaldes tenían mucho poder y había muchos intereses con promotores con los que compartían negocio y puestos de trabajo”, subraya Ana Tudela, coautora de Playa Burbuja junto a Antonio Delgado. Corrupción, familias estafadas, edificios no habitados, viviendas construidas de forma ilegal, kilómetros de costa dañados… Consecuencias de muchos años en los que a la fiesta del ladrillo no se le puso freno y que tienen su origen durante el régimen franquista.

“Hicimos un viaje en el tiempo para comprender cómo se desarrolló la burbuja inmobiliaria en la costa mediterránea y empezamos por el franquismo, época en la que se da ese amiguismo y forma de hacer negocios”, dice la periodista. A mediados de los 60, se dio un impulso definitivo al turismo para mejorar la economía tras los años de la autarquía y el aislamiento internacional. La Ley de Zonas y Centros de Interés Turístico Nacional (CITN) fue el motor del desarrollo turístico.

“Era un chollo. Con los Centros de Interés Turístico Nacional se podían hacer planes de urbanismo a medida, se pedían créditos blandos que en algunos casos eran subvenciones a fondo perdido ya que nunca se devolvían… Un montón de ventajas, unidas a la apuesta del estado de potenciar el turismo de lujo para captar divisas extranjeras”, explica Tudela. Personas cercanas a Franco sacaron tajada de su posición. Uno de los más agraciados fue José Banús, que gracias a su amistad con el dictador, fue el amo y señor de Marbella al hacerse con el CITN de esta zona. Banús urbanizó dos millones de metros cuadrados con viviendas, campos de golf o el famoso puerto deportivo que lleva su nombre y que en su momento fue la marina deportiva más grande de Europa.

Dos décadas después del fin del régimen franquista, se dio la gran explosión del ladrillo en la costa mediterránea. El poder otorgado a los ayuntamientos para decidir en última instancia sobre el suelo urbanizable y la Ley del Suelo de 1998 del Gobierno de Aznar, cuya norma consideraba como susceptible de ser urbanizado todo suelo no urbano salvo que existiesen razones para su preservación, fueron los elementos clave que propiciaron el desarrollo y estallido de la burbuja inmobiliaria en el litoral mediterráneo y, por ende, en todo el país, junto con la apertura del grifo del crédito fácil y la inversión de cajas ahorros y bancos en el ladrillo.

El resultado: entre 1987 y 2011 se construyeron en España dos hectáreas diarias en los primeros 500 metros del litoral, con ciudades como como Málaga o Alicante con más de un 75% de los terrenos junto al mar urbanizados. El dinero fluía al mismo ritmo que los edificios construidos en tiempo récord, y políticos y empresarios de la construcción trabajaban codo con codo haciéndose millonarios sin pensar en las consecuencias a medio y largo plazo. Así iban surgiendo estas “playas burbuja”. “El denominador común que puede destruir una playa o convertirla en una playa burbuja es que cuando hay dinero todo lo demás se olvida”, resume Delgado.

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