La mañana del lunes comenzaba con Canadá y Quebec como tendencias en Twitter en España. El motivo: las declaraciones de Pedro Sánchez, de viaje por el país americano, en las que ponía a Canadá como ejemplo “de que desde la política se pueden encontrar soluciones a una crisis secesionista, aunque cada país tiene sus caminos”. Este "camino quebequés" pasó por dos referéndums pactados con el Gobierno federal en 1980 y 1995, y por una ley posterior que exigía mayorías claras en nuevas votaciones.
El independentismo de Quebec cobró impulso a partir de 1968, cuando René Levesque fundó el Partido Quebequés (PQ). Esta formación sostenía su reclamación de independencia en la existencia de una mayoría francófona de la región y en una historia que recuerda que la provincia fue conquistada por la corona británica en 1759. Hasta entonces, Quebec había formado parte de Nueva Francia, colonia francesa en América.
1980: una “experiencia traumatizante”
El 59,5% de los quebequeses votó “no” en el referéndum de 1980 promovido por el Partido Quebequés (PQ) de René Levesque. Esta votación no era sobre la independencia, sino sobre la posibilidad de abrir negociaciones con el Gobierno federal para crear una “soberanía asociada”, considerada el embrión de una futura independencia. El Gobierno canadiense no se opuso a la convocatoria, pero sí a las limitaciones que la provincia quería imponerle para participar en la campaña y que fueron revocadas por los tribunales.
Por entonces, el primer ministro de Canadá era Pierre Trudeau, que durante la campaña prometió una reforma del federalismo que se fue llevando a cabo a lo largo de los siguientes años. El padre de Justin Trudeau, actual primer ministro del país, declaró tras la votación que “todos hemos resultado perdedores con esta experiencia traumatizante”. A pesar de los resultados, el PQ fue reelegido en 1981 y permanecería en el gobierno de Quebec hasta 1985.
Los efectos de la incertidumbre
Las reclamaciones independentistas continuaron presentes en la provincia, creando incertidumbre y fricciones. Según datos de la Asociación de Estudios Canadienses, 200.000 anglohablantes dejaron Quebec entre 1976 y 1995. En 1977 el francés se convirtió en la única lengua oficial de la provincia y, como recordaba este reportaje de EL PAÍS, fue sobre todo a partir de entonces cuando muchos se mudaron, sobre todo, a Toronto. Esto también incluyó a 700 empresas, como fue el caso del Royal Bank of Canada y la aseguradora Sun Life Financial, además del Banco de Montreal, cuya sede está en Toronto.
De hecho y a partir de entonces, Toronto creció a más velocidad que Montreal, que inició un periodo de estancamiento, según escribía Michel Kelly-Gagnon, presidente del Instituto Económico de Montreal, en un artículo de 2014.
1995: a 55.000 votos de la independencia
El referéndum de 1995 fue una promesa electoral del PQ durante las elecciones regionales 1994. Aunque algunos desacuerdos respecto a la legalidad de la consulta la retrasaron varios meses, el Gobierno federal decidió participar en la campaña. En la consulta se preguntaba por la soberanía, "tras haber hecho una oferta formal a Canadá para una nueva asociación económica y política".
La participación fue del 93,52% y los resultados se mostraron muy ajustados: volvió a ganar el “no”, pero solo por 55.000 votos, sumando un 50,58% del electorado.
Tras la derrota del "sí", Jacques Perizeau dimitió al frente del PQ y del Gobierno de Quebec, aunque aseguró que la provincia sería independiente antes de 15 años. El PQ aseguró que celebraría un nuevo referéndum en 1997. No se llegó a convocar a pesar de que este partido estuvo en el poder hasta 2003.
Tras este segundo referéndum, el Gobierno canadiense reconoció a Quebec como una “sociedad distinta” dentro del país, lo que suponía que se tenía encuenta su "mayoría de expresión francesa, cultura diferente y una tradición de derecho civil". Esta distinción se llevaba negociando desde la consulta de 1980 y fue una de las causas que llevó a los independentistas a convocar la segunda votación.
Mayorías claras
Tras la votación de 1995, el Gobierno también anunció una nueva regulación de los referéndums, la llamada Ley de Claridad, que se acabaría aprobando en el año 2000. Esta ley contemplaba que la Cámara de los Comunes pudiera rechazar la pregunta de las votaciones, en caso de que no la considerara lo suficientemente clara. También podía decidir si había una mayoría suficiente, aunque no se especificaran porcentajes a priori. Asimismo, se contemplaba la negociación de “una posible partición interna de zonas territoriales de Quebec que deseen permanecer en Canadá” y se subrayaba que el referéndum serviría para iniciar negociaciones, no para asegurar la secesión.
De hecho y según escribía François Rocher, profesor de la Universidad de Canadá, tras los referéndums el Gobierno federal “no solo mantuvo su autoridad, sino que también se las arregló para fortalecer su control sobre la provincia (Estado federado) disidente”, reforzando “los elementos centralizadores”.
Eso sí, también hay que mencionar que la Cámara de los Comunes de Canadá aprobó en 2006 una moción simbólica, promovida por el primer ministro conservador Stephen Harper, en la que se declaraba que Quebec es una nación dentro de una Canadá unida.
¿Habrá más referéndums?
El independentismo se encuentra actualmente en mínimos históricos: un 35% a favor y un 65% en contra, excluyendo a los indecisos y según una encuesta de 2017. De hecho, el asunto apenas se trató en las elecciones de 2015 y casi no está presente en la campaña electoral de la provincia, días antes de las elecciones del 1 de octubre.
Desde 2003 el Partido Quebequés solo ha gobernado entre 2012 y 2014, en minoría, y ha aplazado cualquier posible referéndum hasta 2022, suponiendo que recupere el gobierno de la región, que actualmente está en manos del Partido Liberal.
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