Hay que decirlo: en la historia del cine mexicano existen hitos que exponen la picaresca de su cultura en decadencia. Pese a que también se han registrado periodos interesantes con producciones que compiten en el mundo cinematográfico, destacan momentos únicos en que el cine nacional se ha envuelto en discursos vacíos de contenido y de reproducción en serie (como el caso del cine de ficheras de los años setenta: una apología al machismo, al albur y al doble sentido).
La incursión en el género de terror es un claro ejemplo de los límites de la producción fílmica nacional. Por supuesto, existen excepciones citables, como las cintas Veneno para las hadas (1984), La tía Alejandra (1979), Santa sangre (1989), entre otras. Sin embargo, la mayoría de películas de terror mexicanas brillan por la ausencia de verosimilitud y apego al género; vuelcan el terror hacia un absurdo en el que, lejos de morir de un susto, mueres de risa.
En Verne te presentamos cinco películas de terror mexicanas con las que podrás reír y dormir a gusto esta temporada.
1. Vacaciones de terror I (1988)
Esta película de René Cardona III, protagonizada por el primer actor Julio Alemán y el actor y cantante Pedrito Fernández, es un clásico del cine de terror mexicano. La trama gira alrededor de una muñeca poseída por una bruja que murió en la hoguera a manos de inquisidores. Decenas de años después, cerca de donde ocurrió el incidente, una familia pasa un fin de semana en una casa de campo —cliché que parece no tener fin en la industria— en donde ocurren “fenómenos extraños” al encontrarse con la muñeca. Si no quieres verla no vamos a culparte. Pero no puedes perderte una de las escenas más risibles de la película en el minuto 65.
2. Ladrones de tumbas (1989)
Protagonizada por Fernando Almada —junto a su hermano Mario, los Almada son leyenda en México por hacer películas en extremo pésimas—, esta película de Rubén Galindo Jr. suma muchos argumentos del cine hollywoodense de terror dentro de una sola historia. El resultado es espantoso, pero no porque dé miedo.
3. Doña macabra (1971)
Desde el título existe una invitación a no tomar en serio esta película. Al menos no dentro del género de terror. La cinta de Roberto Gavaldón es atrevida al incluir elipsis narrativas y giros dramáticos en la historia. Sin embargo, la trama no logra sostenerse. No se sabe si el espectador está ante una sátira del género o ante un intento mal logrado de provocar terror. Como sea, esta cinta provee escenas sobreactuadas que te sacarán más de una risa.
4. El Santo Contra las momias de Guanajuato (1972)
Porque no podía faltar. El Santo (Rodolfo Guzmán Huerta) no solo fue una leyenda dentro del cuadrilátero. “El enmascarado de plata”, como era llamado, además de ser un ícono de la lucha libre en México, participó en incontables películas entre los años sesenta y ochenta. Algunas de ellas inscritas al género de terror. El Santo peleó cara a cara contra hombres lobo y despelucó a una que otra mujer vampiro. Pero en sus más bizarros combates de ultratumba destaca el encuentro que sostuvo con las momias de Guanajuato. Lo rescatable en esta dirección de Federico Curiel, y en realidad en cualquier película de El Santo, es que hay un trato implícito con el espectador: él sabe que verá todo, menos una película de terror.
5. Vacaciones de terror II (1989)
Como casi todas las películas malas, ésta también goza de una segunda parte. Con efectos especiales más inverosímiles que en la primera —¿acaso eso es posible?—, esta secuela se sale un poco de la trama original con un guión distinto. Sin justificar los giros y la conexión con la primera entrega, Pedrito Fernández —ahora con perfil detectivesco— protagoniza una historia que tiene lugar en un estudio de cine que más parece pueblo fantasma. La muñeca, que era el pretexto inicial para desatar terror, pasa por un proceso kafkiano para convertirse en… mejor velo tú mismo.
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