Este programa corta: ‘Forjado a fuego’, el reality de armeros artesanos

Preguntamos a un cuchillero profesional qué opina sobre este concurso

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El templado es una de las partes más importantes del proceso de fabricación de una pieza de acero. No tengo ni idea de lo que estoy diciendo
El templado es una de las partes más importantes del proceso de fabricación de una pieza de acero. No tengo ni idea de lo que estoy diciendo

Es probable que te hayas topado haciendo zapping con uno de los realities en apariencia más absurdos: Forjado a fuego. En este programa estadounidense, cuatro tiparrones se dedican a forjar cuchillos a martillo y yunque, para que luego un jurado pruebe sus armas reventando bloques de hielo o intentando cortar trozos de carne en dos. También es probable que, tras cierta sorpresa, te hayas quedado hipnotizado. Hay más gente como tú:

Cuchillos todos los días

El programa se estrenó en 2015 en History Channel y lleva desde 2016 en España, donde se emite en Mega (de Atresmedia, en abierto) y en el Canal Historia (de pago). Pero la atención ha crecido en las últimas semanas: como explica Atresmedia a Verne, al tener un mayor número de temporadas y capítulos, se han aumentado sus horas de emisión. Mega emite dos programas diarios cada noche a partir de las 20:30 y la audiencia supera la media del canal (que está en torno al 1-2%, dependiendo de la franja). En fin de año incluso hubo una maratón desde las 20:45 hasta las dos de la mañana. En lugar de las uvas, cinco horas de martillazos.

En Canal Historia se estrenan nuevos episodios cada miércoles a las 22:55 h. y se emiten entre semana hasta siete episodios diarios. Eso sin contar los tres del spin-off, Forjado a fuego: cuchillo o muerte, centrado más en pruebas y obstáculos que en la propia forja. Según datos de la cadena, uno de los episodios de Forjado a fuego, emitido en mayo, fue el programa más visto en todo 2018 en el Canal Historia, con cerca de 100.000 espectadores.

¿Cómo compiten los concursantes?

Entre los cuatro concursantes que compiten cada día, casi todos hombres, hay tanto profesionales como aficionados. En las dos primeras rondas tienen que fabricar un cuchillo de diseño propio en el plató (que es un taller completo). Los dos finalistas se van a casa y en sus forjas (porque casi todos tienen una forja en su casa) pasan cinco días dando forma al arma histórica que les indique el jurado, ya sea un alfanje, un gladio romano o la iklwa, una lanza zulú. Después de poner las armas a prueba, el ganador se lleva 10.000 dólares.

Toda la mecánica comienza y termina en el mismo capítulo, con un campeón diario. Como los concursantes no repiten (excepto cuando el concurso invita a ganadores de otros días), no hay necesidad de mantenernos al tanto de tramas e inquinas. Aunque probablemente no habría mucho que contar: al contrario que en otros realities, los armeros se felicitan unos a otros y se muestran de acuerdo con el jurado cuando son eliminados. El jurado, además, es amable: las críticas vienen siempre acompañadas de algún elogio y suelen acabar con un “buen trabajo”.

Es decir, Forjado a fuego se parece a un concurso de cocina. Solo que en lugar de preparar un par de platos, los participantes tienen que forjar un par de armas. No se trata de una apreciación subjetiva: el productor Tim Healy ha explicado más de una vez que la idea surgió precisamente de su afición a estos concursos, aunque cambiando los platos por los cuchillos para encajar mejor con el público de History Channel, donde ya suma cinco temporadas y 96 episodios.

La realidad del reality: “No mienten en nada”

Víctor Manuel Marín, artesano de la cuchillería Daga, de Castellón, no solo conoce el programa, sino que además muchos de sus conocidos y clientes le hablan de él, por aquello de que forma parte de un gremio que no suele salir por televisión. A Marín le parece que está “bastante bien hecho. No mienten en nada, aunque tampoco lo muestran todo”. Por ejemplo, explica, falta el revenido. Aparte del templado, hay que someter al acero a otro tratamiento térmico para quitarle dureza. Este paso consiste en meter el cuchillo durante alrededor de una hora en un horno.

Además, explica, las pruebas de resistencia y de filo no son tan exageradas como parece, aunque se dramaticen mucho para quedar bien en pantalla y aunque un artesano no suela hacerlas con la pieza final. Antes de hacer un cuchillo, Marín forja varias piezas de acero a diferentes temperaturas y procesos, y prueba el resultado golpeando el filo en seco o cortando varillas macizas de latón o aluminio, con el objetivo asegurarse de que el resultado final aguantará bien y poder optar por la mejor técnica para el cuchillo que tiene encargado.

Eso sí, el concurso no enseña más que lo básico. Si nos animamos más de la cuenta y nos compramos un yunque y una forja, no aprenderemos a ser armeros aunque nos traguemos las cinco temporadas. Con suerte, “nos saldría un trozo de acero con forma de cuchillo”, advierte Marín.

“Esta arma, señor, corta”

Las pruebas a las que se someten las armas son uno de los momentos más comentados. En un programa de cocina, los jueces tomarían una bocado y resaltarían las virtudes y defectos de cada plato. En este caso, los jueces someten la hoja a pruebas como cortar un salmón de un tajo o darle diez veces a un cuerno de ciervo. "Lo importante no es lo que los cuchillos le hagan al cuerno -se dice en estas pruebas de resistencia-, sino lo que el cuerno le haga a los cuchillos". Y la estética es secundaria: como comenta a menudo el presentador, Wil Willis, “el rendimiento prima sobre la apariencia”.

Pero las muletillas favoritas probablemente son las del jurado Doug Marcaida, experto en armas blancas, que suele estar a cargo de las pruebas de corte y de daño. Después de segar varias correas de un tajo, se gira al armero y le dice: “Esta arma, señor, corta” o “esta arma, señor, mata”.

En inglés no pronuncia “kill”, sino “keal”, que son las siglas de “keep everyone alive”. Es decir, “esta arma, señor, mantiene a todo el mundo con vida”. Marcaida vende camisetas con la frase en su web. Y la pronuncia después de haberle abierto el abdomen a un maniquí de balística y tras haber comentado, como no quien no quiere la cosa, que le ha roto varias costillas.

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