“Esto no es negocio”, dice Selva Hernández, propietaria de una librería ubicada en colonia Roma, un barrio de moda en Ciudad de México, gentrificado y abundante en oferta cultural. “Cuando las personas no quieren leer no te aceptan un libro aunque se los regales”, cuenta a Verne, vía telefónica. Para crear más lectores, el presidente Andrés Manuel López Obrador y el encargado de despacho de la editorial del Estado, Paco Ignacio Taibo II, presentaron la Estrategia Nacional de Lectura.
La mayoría de los mexicanos no tiene el hábito de la lectura: según el Módulo de Lectura del INEGI en 2018, el 55% de la población no ha tomado ni siquiera una revista o un periódico en los últimos doce meses. Según Taibo, el problema es fundamentalmente económico. “El precio de los libros es muy caro”, dijo desde Mocorito (Sinaloa), una comunidad de menos de 2.000 habitantes al norte del país. La solución que propone es poner a la venta libros a diez pesos (menos de un dólar) o regalarlos. Y ahí no se detuvo. “Vamos a forzar a que el conjunto de la industria editorial baje sus precios co-editando con ellos”.
Los tres primeros ejemplares que han bajado sus precios fueron Juan Pérez Jolote, de Ricardo Pozas, Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan, de Eduardo Matos e Introducción a la Historia, de March Bloch, los cuales se comercializarán a 49,50 pesos (unos 2,5 dólares) y cuyo precio original era de 62 pesos. "La decisión de los primeros tres y después 47 títulos fue tomada pues consideramos que son libros de fuerte circulación, en donde los costos de producción ya han sido asumidos, y tienen un espectro amplio de lectores por su calidad literaria y divulgativa", respondió el Fondo de Cultura Económica a Verne, vía correo electrónico.
De acuerdo con la editorial, han sumado 47 títulos más en donde se encuentran textos de autores como José Emilio Pacheco, Rosario Castellanos, Fernando del Paso, Amos Oz y Edmundo Valadés, entre muchos más. "Los libros están siendo reetiquetados y registrados en el sistema de ventas con los nuevos precios, así como redistribuyéndose en las librerías del Fondo de Cultura Económica para estar en mesas especiales y con buena exhibición", detalla.
Sin embargo, Hernández refiere que el plan del Gobierno es una solución simple a un problema complejo. Según la oficina de estadística mexicana, solo el 1,7% de los mexicanos no lee porque no tenga dinero para pagar un libro. La falta de tiempo y de interés por la lectura los principales estancadores de esta actividad. “No vamos formar lectores regalando libros”, dice a Verne Carlos Anaya Rosique, presidente del consejo de la Cámara de la Industria Editorial del país.
En 2017, el último dato disponible, las editoriales del sector privado en México registraron una venta de casi 136 millones de ejemplares, once millones de libros menos que hace cinco años. “La gente en este país no lee porque no nos inculcan el amor a la lectura”, señala Gabriel Rodríguez Liceaga, un escritor que ha recibido apoyos del Estado.
Leer por obligación, no por gusto
No han sido pocas las campañas dedicadas a fomentar el hábito de la lectura en México. Diviértete leyendo en familia y lee 20 minutos al día fueron las frases escogidas para adornar la imagen de artistas de televisión y grupos de música pop para alentar la actividad. “Se sigue planteando la idea de la lectura como un sacrificio que se hace para obtener alguna otra cosa mejor”, dice Alberto Chimal, dramaturgo mexicano.
Para el escritor y periodista cultural Julio Patán, estas campañas han abonado a la causa, aunque no hayan cambiado el panorama significativamente. “Se trata de un problema estructural con la educación en México y que el nuevo régimen no está atacando: la cancelación de la Reforma Educativa y la tolerancia con los líderes sindicales no apuntan a que eso vaya a cambiar”, comenta a Verne.
Sin embargo, la mayor parte de las publicaciones en México están dedicadas a la educación en todos sus niveles. Más de la mitad de los ejemplares producidos en el país son materiales de consulta educativos y 159 millones de ellos fueron distribuidos de modo gratuito a los alumnos de educación básica.
“En la presentación de una estrategia nacional no solo debemos hablar de cómo se lee, sino de dónde se lee”, señala Anaya Rosique. “Al salir de la escuela es más fácil que los niños encuentren videojuegos que libros. En México existen 7.427 bibliotecas públicas y 229 privadas, de acuerdo con datos de la Dirección General de Bibliotecas y el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas. La mayoría están ubicadas en centros urbanos y corresponden a menos de la mitad de los municipios existentes en el país.
Bajar los precios por decreto
Animado por varios centenares de ejemplares listos para venderse a menos de diez pesos, Taibo sentenció que los costos de los libros bajarían casi por decreto. “Vamos a forzar a que el conjunto de la industria editorial baje sus precios, co-editando con ellos y sustituyendo importaciones”, dijo el encargado del Fondo de Cultura Económica de México.
Dos días después, Taibo recalculó sus palabras. “Creo que usé la palabra equivocada, forzar, porque tiene una interpretación doble... vamos a ayudar a que la industria entre en el proyecto”, señaló en una entrevista radiofónica. “Fue una palabra desafortunada, sí, pero ayudó a poner el debate en el centro”, dice el líder de los editores mexicanos.
Selva Hernández, quien comanda tres librerías y a veces ve a menos de veinte personas pasearse por los estantes en un día, sabe que los precios no disminuyen porque el Gobierno lo dictamine. “Se trata de un mercado que va desde el escritor, pasa por los editores, correctores, diseñadores y puntos de distribución. Todos pagan impuestos y al final de la cadena no podemos reducir los precios tan fácil”, cuenta.
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