El chef con tres estrellas Michelin Andoni Luis Aduriz lo llama “el sexto sabor”. “No me queda ninguna duda: si existiese un sexto sabor, sería el de las historias”, dice en esta entrevista en El País Semanal. Puede ser el más poderoso, el más potente para el paladar, ya que se queda durante más tiempo en nuestro recuerdo. Sería ese sabor con el que disfrutamos de las croquetas de una madre, de las lentejas de una abuela o de las migas de un padre.
Sería ese sabor que nos hace exclamar, llenos de razón, orgullosos, que la comida de nuestra madre o nuestra abuela es la mejor del mundo. Ya podemos estar comiendo en el mejor restaurante del mundo: si nos sirven croquetas, preferiremos las que hemos comido toda la vida en casa.
Y lo gritaremos a los cuatro vientos. En la mesa o en la tertulia virtual, como ha comprobado Amstel Index, la herramienta que mide el reconocimiento en redes sociales y lo expresa en una escala de 0 a 100. En la escucha del reconocimiento a la comida elaborada por algún familiar encontró un 81% de menciones positivas contra un 19% de críticas.
Las palabras de reconocimiento se dividían en expresiones de admiración y elogios hacia el plato cocinado (un 41% de las menciones), en destacar las virtudes humanas de los cocineros (un 18%), alabar la calidad (13%) y, por último, incluían un factor de emotividad (9%).
Según Amstel Index, el 19% de mensajes críticos recogidos en la conversación en Twitter eran principalmente de usuarios que aún viven en la casa familiar. Si les preguntaran años después, cuando ya no viviesen con sus padres, seguramente su opinión cambiaría. Es fácil criticar las lentejas antes de independizarse, pero llega un día en que empiezas a echarlas de menos.
¿Por qué nos gusta tanto la comida que conocemos?
Como apunta el estudio Percepción multisensorial del sabor del psicólogo de la Universidad de Oxford Charles Spence (Reino Unido), el sabor es la experiencia más multisensorial que vivimos. “Los recuerdos de comida son más sensoriales que otros recuerdos, ya que implican a los cinco sentidos. Cuando tú estás completamente comprometido con el estímulo, tiene un efecto más poderoso”, añade en este artículo de HuffPost Susan Whitbourne, profesora de psicología en la Universidad de Massachusetts.
Entre esos sentidos, uno de los más importantes en la composición del sabor es el olor. Y los científicos han demostrado que ese sentido tiene una capacidad especial para evocar emociones. En el estudio La evidencia de neuroimágenes de la potencia emocional de la memoria evocada por el olor, de la doctora Rachel Herz de la Universidad de Brown (Estados Unidos), se demostró que un olor asociado a un recuerdo positivo provoca una mayor actividad cerebral que un perfume al azar.
“Los recuerdos del gusto tienden a ser los recuerdos asociativos más fuertes que hacemos”, explica en este artículo Hadley Bergstrom, psicólogo y neurocientífico. Son aquellos que reciben también el nombre de recuerdos proustianos en referencia a la magdalena de Proust: el olor de la magdalena mojada en té le hacía viajar a la casa de su tía, como escribió en En busca del tiempo perdido.
En su escucha sobre este tema, Amstel Index ha encontrado un 37% de menciones en las que estaba presente la nostalgia. Casi todas estaban escritas por personas que viven lejos del hogar en el que se criaron. Casi parece que es directamente proporcional lo ricas que nos saben las croquetas de nuestra madre de la distancia que nos separa de su cocina: llamémoslo gastromorriña.
“Muchos de nuestros recuerdos como niños no son tanto la tarta de manzana, por ejemplo, sino la experiencia familiar, ser alimentado, que adquiere mucho simbolismo unido a la cualidad sensorial”, prosigue Whitbourne. Además, las personas tendemos a idealizar cualquier tiempo pasado. Recordamos el pasado como una unión de muchos recuerdos diferentes. En ese proceso, solemos filtrar las emociones negativas.
Para aliviar la nostalgia alimenticia, o la gastromorriña, están los tuppers. Así, no sorprende que Amstel Index haya encontrado en la escucha en las redes sociales un gran reconocimiento a estos recipientes (72%), en los que nos llevamos a nuestra casa no unas croquetas, sino trozos de felicidad.
Croquetas de amor
Aplicando zoom al estudio de Amstel Index tampoco sorprende descubrir quiénes son las personas más reconocidas por sus recetas y labor en la cocina: en primer lugar, aparecen las abuelas (un 86% de reconocimiento), ellas ganan por el cuidado que dieron a los hijos y el que dan ahora a los nietos. Porque, en su caso, no se habla solo de calidad de los platos, sino de la cantidad. Y porque en nuestra afición culinaria más que parecernos a Aduriz o aparecer en Masterchef, aspiramos a cocinar como ellas, a hacer unas lentejas nivel abuela.
En segundo lugar, muy cerca, están las madres (con un 82% de reconocimiento), que si aparecen en algunas críticas es solo por comparación, por ese intento, muchas veces frustrado, de cocinar como ellas.
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