Éxitos y fracasos de un día sin plásticos

Una vida sin plásticos no comienza de un día para otro, pero después de meses reduciendo mi consumo, me he decidido a dar otro paso

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Pablo Cantó, en Pepita y grano, tienda de Madrid de productos a granel
Pablo Cantó, en Pepita y grano, tienda de Madrid de productos a granel.

Seguro que has visto esta escena muchas veces: vas al supermercado a por algo para picar. Te compras un bollo —o algo de fruta— que metes en una pequeña bolsa de plástico. Sales, tiras la bolsa y te comes el bollo. Ese plástico ha tenido una “vida útil” de menos de cinco minutos, y llamarla “vida útil” es mucho decir. Podríamos haber prescindido de ese plástico y, como ese, de muchos más. A los que intentan evitar ese y otros plásticos desechables se les conoce como plasticarianos. Y yo estoy intentando aplicar su filosofía en la medida de lo posible.

Una vida sin plásticos no comienza de un día para otro. Javier Barrios, plasticariano desde hace más de dos años y propietario de una tienda de productos sin plástico, cuenta a Verne que le costó de dos a tres años sustituir todos sus productos desechables. “Funciona como las dietas, no se trata de hacer una dieta exprés, sino un cambio de hábitos a largo plazo”, explica. Además, este cambio de hábitos no es fruto de un odio a los plásticos, sino de la voluntad de generar menos desperdicios. No hay que tirar inmediatamente los envases desechables que tenemos para sustituirlos por otros (esto generaría más desperdicios), sino ir sustituyéndolos gradualmente.

Mi cambio de hábitos empezó hace unos seis meses, cuando comencé a usar una botella reutilizable, metálica, después de leer en The Guardian que se consumen más de mil millones de botellas de plástico diarias, muchas de las cuales terminan en el mar. También he sustituido las bolsas de plástico por bolsas reutilizables de tela. Pero hay mucho más por hacer: estos han sido los éxitos y fracasos de mi primer día como plasticariano.

9:00 ¡A desayunar! En el café y tostadas de mi antigua rutina había dos plásticos que, tarde o temprano, acababan en la basura: las cápsulas de café y la bolsa del pan de molde. Lo he solucionado comprando café en una tienda a granel (las hay en prácticamente todas las provincias españolas, y puedes comprar desde pasta o legumbres hasta productos de limpieza) y una hogaza de pan. Además de no usar plásticos, he aprendido a utilizar una cafetera de filtro. Mañana redonda.

A la izquierda, mi antigua cafetera de cápsulas y, a la derecha la de filtro.

11:00 En el trabajo. Las máquinas expendedoras son territorio vetado si no quieres consumir plásticos. Prácticamente todo va envasado, así que hay que ser previsor y traer de casa lo que fueras a necesitar. En mi caso: cantimplora de agua reutilizable para evitar los botellines y fruta sin envasar para pasar la tarde. Respecto a la comida, como de menú y el único envase a evitar, por lo general, es el de los yogures. Hay un pequeño “pecado” que solucionaré pronto y es el uso de un boli desechable. Tengo compañeros que utilizan una pluma, aunque la mayoría utilizan cartuchas de plástico. Yo volveré a los lápices.

La fiesta del plástico en una de las máquinas expendedoras de EL PAÍS.

20:15 A la compra. Aunque llevo tiempo usando mis propias bolsas cuando voy a la compra, esta ha sido la primera vez que he acudido también con tuppers. Así se evita que sobreenvasen productos como la carne o el pescado. En mi caso, compré filetes de pollo y pedí que, en vez de colocar la carne en un papel encerado que va dentro de una bolsa que a su vez irá dentro de otra bolsa más grande, me lo pusieran directamente en un tupper. Nadie se ha extrañado. Con la fruta y verdura a granel, menos todavía. Aunque hay que organizarse antes de ir a comprar (para comprobar cuántos recipientes vamos a tener que llevar), la ventaja es obvia: al volver a casa, ya tienes todo colocado en tuppers para guardarlo en el frigorífico.

Uno de mis tuppers de pollo. Del supermercado a mi frigorífico.

21:30 A la ducha. Uno de los mayores problemas que he encontrado estos meses son los productos de higiene personal. Todo va en tarros de plástico. Hay dos soluciones: buscar tiendas que ofrecen productos de limpieza (personal y del hogar) a granel, a los que puedes ir a rellenar tus propios envases, o encontrar estos productos en formato sólido, que en muchos establecimientos venden sin envasar. Esta tendencia se conoce como productos naked –desnudos– y ya la han adoptado algunas franquicias de cosméticos. Yo he optado por esta segunda vía: utilizo gel, champú y crema en pastilla. Así, además, evito usar esponja. A lo que no he encontrado solución, por el momento, es al desodorante y a la pasta de dientes.

Por orden: mi pastilla de crema hidratante, la de gel y la de champú. Si te preguntas si alguna vez me he intentado lavar el pelo con la de crema por error, la respuesta es sí.

22:00 Cena. He de reconocer que normalmente me alimento de comida precocinada poco recomendable, pero aprovechando que casi todas ellas llevan plásticos —incluso si pides pizza a domicilio puede llegar con la clásica “mesita” de plástico para no chafar la caja—, hoy he cenado sano. Y he cometido otro error: iba a hacer una ensalada y pechugas de pollo, pero no contaba con el aceite que llevan ambas y que consumo de una botella de plástico. Cuando se gaste, pensaré en otras alternativas.

23:00 Tareas domésticas. Tras la cena he “pecado” bastante, pero ya sabía de antemano que iba a hacerlo: cambié de estropajo y friegaplatos hace poco, así que no he querido tirarlos hasta que se gasten. También he bajado la basura en bolsas de plástico, porque no he encontrado otra solución viable. Después, me voy a la cama habiendo utilizado muchos menos envases desechables que en días anteriores. Mañana, espero que sean todavía menos.

¿Cómo podría evitar los plásticos que he usado? Habla el experto

Haciendo cuentas, hoy he evitado usar una decena de envases de plástico desechable que antes utilizaba, pero no he podido evitar usar algunos. ¿Qué podría haber hecho con ellos? El plasticariano Javier Barrios propone estas soluciones:

Desodorante: “Existen dos opciones, el alumbre o los desodorantes con base de manteca. De los primeros, aunque la mayoría tienen envase de plástico, también pueden encontrarse en cartón o corcho, e incluso a granel (en polvo). Los segundos son en formato barra o pastilla. Ambos pueden encontrarse en tiendas online”.

Pasta de dientes: “En este caso el problema, más que el envase en sí, son los microplásticos -plásticos de menos de 5mm– que contiene la pasta. Hay muchas recetas para hacerla por ti mismo, y también pueden comprarse pastas deshidratadas, a granel, con base de arcilla”.

Aceite de oliva: “Los de oliva pueden encontrarse fácilmente en los supermercados en botellas de cristal, aunque los de freír suelen tener peor solución. En caso de tener que comprar, si no hay sustitutos, mejor comprar envases grandes”.

Bolsa de basura: Barrios considera que no debería ser necesario usarla. “Luego, del cubo pasan al furgón, que las rompe, solo sirven desde casa hasta el cubo”, defiende. Sin embargo, no depositar la basura en bolsa puede ser motivo de multa. En muchos blogs de plasticarianos recomiendan crear bolsas de basura con otros desperdicios, por ejemplo, haciendo sobres o paquetes con folletos publicitarios de papel.

Estropajo: “Existen muchísimas opciones, tanto de origen vegetal, como la luffa, los cepillos de fibras vegetales, los estropajos de coco… Y también los de cobre o acero inoxidable. También los de estopa o yute de toda la vida, que venden en rollos en ferreterías”.

Friegaplatos: “Comprarlo en formato pastilla o en escamas. Además, puede disolverse con agua caliente para hacerlo líquido. Si queda muy aceitoso y deja brillos en los platos, puede combinarse con vinagre”.

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