La poderosa imagen de una bailarina en medio de los tanques durante las protestas en Chile se hizo popular la semana pasada por su simbolismo. "Es belleza y arte frente a la rudeza y la crueldad de los policías", decía a Verne la autora de la fotografía, María Paz Morales.
¿Por qué este tipo de imágenes dentro de las protestas impresionan tanto hasta el punto de convertirse en un símbolo de lucha? La socióloga Amneris Chaparro considera que por sí solas son fotografías poderosas pero además tiene que ver el imaginario social de género, es decir, las ideas que existen sobre los lugares que deben ocupar los hombres y las mujeres. "De acuerdo con esta premisa, tenemos la idea de que las mujeres pertenecen a un espacio ajeno al espacio público", explica la investigadora del Centro de Estudios de Género. En eso se concentra el poder de una imagen como la de la mujer que desde el techo de un coche cantaba para una multitud durante las protestas en Sudán del Sur contra Omar al Bashir.
"Aunque desde siempre las mujeres hayan estado en la calle luchando, en el imaginario social todavía somos ajenas a las protestas", explica Chaparro. Imágenes que representan un desafío al orden establecido y a la representación de la feminidad. "Las mujeres han tenido que desarrollar el cuestionamiento del status quo no solo a través de argumentos racionales objetivos, sino también a través del simbolismo y la subversión de las propias imágenes", dice Sharon Mcdonald en Images of Women in Peace an War. Ejemplo de ello es la imagen de una mujer indígena tzotzil agarrando por la camisa a un soldado en Chiapas. La instantánea del fotógrafo Pedro Valtierra, fue portada del periódico La Jornada en 1998.
Aunque las causas por la que protestan las mujeres de las imágenes en la calle sean muy diferentes y exista una diversidad de raza y clase entre ellas, Chaparro considera que hay un vínculo entre todas las fotografías. "Forman parte de una misma narrativa de protesta y resistencia contra el poder establecido donde las mujeres se apropian de un espacio que les ha sido negado y eso también implica apoderarnos del discurso escrito y no escrito", dice la socióloga.
"Pese a las diferencias, hay algo en la manera en que está ordenado el mundo que aunque las mujeres tengamos derechos políticos, sociales y educación seguimos siendo ciudadanas de segunda. Podemos ver cómo la experiencia individual se convierte en una experiencia colectiva", explica Amneris Chaparro.
En 2013, una mujer vestida de rojo se convirtió en el símbolo de las protestas contra el presidente Erdogan. Agarrada a su bolso de tela, enfrentaba a un grupo de policías que rociaron su cara con gas. Otra imagen del fotógrafo Jonathan Bachman, de Reuters, quedó en el imaginario colectivo, la de una mujer negra que plantaba cara a un grupo de policías después del asesinato de Alton Sterling a manos de la policía en Luisiana. "Estas imágenes de mujeres desafían a las autoridades del Estado con representaciones hiper masculinizadas, lo que supone un desafío al imaginario social de género una afronta a las instituciones del Estado opresivas", agrega Chaparro.
La investigadora del Centro de Estudios de Género agrega que en todas estas imágenes "poderosas y sobrecogedoras" hay un hilo que las une a todas "Todas estas mujeres son parte de una narrativa donde vemos que el feminismo es un movimiento plural y complejo con diferentes formas de manifestarse de manera pacífica y poética o con rabia y repudio total". Todas ellas están conectadas porque tienen que ver con "la lucha por la humanización de las mujeres y otros sujetos feminizados como parte de la sociedad", explica Chaparro.
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