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Mis canas cumplen justo ahora tres años a cielo abierto. Fue pasadas las vacaciones de Navidad de 2017: un día llamé a la peluquería, pedí consejo y cita, y en apenas unos minutos me segaron al ras el pelo frito que llevaba más de dos décadas cultivando. Todavía no me he arrepentido.
No sé exactamente cuándo empezaron a salirme las canas, porque me tiño desde los 20 (ahora tengo 48), pero el tiempo que pasaba en la peluquería para cubrirlas no merece ni un minuto de la supuesta juventud que da colorearlas. Para alcanzar el tono rubio natural que una vez tuve hacía falta una sesión de tinte castaño (varios tonos sobre el mío), mechas rubias por encima y baño de brillo. Un mínimo de cuatro horas no me lo quitaba nadie. ¡Abajo las caenas, prefiero una vida con canas!
Desde entonces, he hablado con distintos peluqueros, he leído todo lo que he encontrado sobre el tema y, sobre todo, muchas mujeres me han preguntado cómo lo había hecho o simplemente me han contado cómo se sentían ante el inminente blanqueamiento de sus cabezas. De repente, sacudirme mis propias cadenas me ha convertido en algún tipo de heroína.
Ahora veo más gente que nunca luciendo canas y parece que por fin nos hemos homogeneizado con Europa: las mujeres, y no solo los hombres, pueden ir sin teñir, sin que nadie piense que parecen viejas o son desastradas. Hoy por fin muchas señoras comparten con los hombres el título de sexi de pelo plateado. Algunas famosas han puesto las canas de moda y hay quien, sin ser canosa, se tiñe el pelo de gris. Sí, Lady Gaga, Pink o Kylie Jenner han lucido canas artificiales. Jefazas.
En estos tres años, mi pelo ha cambiado de color, lo he cortado y dejado crecer varias veces y he aprendido a cuidarlo de una forma distinta. He ahorrado mucho dinero en peluquería y he invertido mejor las horas. También he aprendido muchas cosas que quizás a ti, que estás pensándotelo, o a ti, que ni siquiera te lo has planteado, pueden servirte. Soy muy fan de las canas, de todas, pero también creo que llevarlas solo depende de una cosa: que tú, y solo tú, te gustes con ellas.
¿Por qué tienes canas?
La explicación sencilla es que el pelo con el tiempo pierde la capacidad de generar pigmentación y, por tanto, sigue creciendo, pero ya sin color: se deterioran los melanocitos, que son las células encargadas de fabricar la melanina, que da color al cabello. Cuándo y cómo se produce depende de muchos factores, entre ellos la genética. Es básicamente un proceso biológico, asociado a cumplir años. Por eso, ni hay un cabello canoso similar a otro, ni las canas permanecen igual todo el tiempo. Y, al menos de momento, una vez que la transformación comienza es irreversible.
¿Cómo cambia el pelo?
Lo habitual es que primero aparezcan canas sueltas, luego unos pocos mechones y, durante mucho tiempo -a veces años-, este proceso va extendiéndose por todo el cabello. De ahí que el pelo cambie con el tiempo de color, aunque también depende mucho de la persona y de la tonalidad de la base capilar. La cana de una morena es muy diferente a la de una rubia.
Es probable que los primeros pelos canosos den un tono gris o plateado a la melena -en las revistas de moda lo llaman "sal y pimienta", por el contraste entre el blanco de los mechones y la base más oscura-, que van dando paso a mechas cada vez más blancas y tupidas; luego habrá grandes áreas de la cabeza con el pelo blanco (normalmente en la parte frontal) y otras con el pelo más oscuro (la nuca o los mechones más pegados al cuero cabelludo), antes de llegar a la idealizada cabellera completamente blanca. Pero de un punto a otro pueden pasar años. Muchos años.
Lo que sí le ocurre a todo el mundo, además de la pérdida de pigmento, es que el tallo capilar se hace más grueso. No todo el mundo lo recibe con amor: si en cabellos muy finos mejora el volumen del pelo; en los cabellos ya gruesos causa más encrespamiento. Una vez más, la genética manda.
¿Debo teñirme o dejarme canas?
Esta es una elección tan personal como la de ir o no al gimnasio; usar habitualmente zapatillas o tacones o elegir entre ponerte bótox o un cartel de la arruga es bella. Es la vida misma. Cada uno elige cómo envejecer. Algunas nos estamos atreviendo a deshacernos de los productos químicos, a ir por la vida de un modo más natural. Otras prefieren cubrir lo que no les gusta. Todas las opciones son buenas. Aquí te cuento la mía. Y para ayudarte con la tuya, puedes jugar con esta aplicación de Pantene, con la que es posible ver cómo te quedan las canas:
La transición
Salvo que no te hayas teñido en la vida (un consejo que me encantaría haber dado a mi yo de 20 años), este es el quid de la cuestión. ¿Cuál es el mejor método para abandonar el tinte y abrazar el cabello natural?
Solo hay dos formas de hacer la transición: cortar muy cerca de la raíz o dejar crecer (con o sin apoyo de la química). Ninguna es cómoda ni fácil y lo sé porque he probado todas. Por eso, mi recomendación es sin duda cortar el pelo muy corto. Es la fórmula más eficaz y barata. Y la menos agresiva con el pelo y el cuero cabelludo.
El corte extremo
No hay truco más eficaz que raparse el pelo. La transformación es radical y, como no hay vuelta atrás, evita que la transición se prolongue en el tiempo. Entre el corte y una melena a la altura de la nuca pasarán sin duda varios meses, pero evitarás las dudas que pueden llevarte a echarte para atrás. Que pasa más de lo que te imaginas.
Mi recomendación es aprovechar las vacaciones de verano: dejarse las raíces blancas crecer lo máximo posible y cortar muy corto. En verano siempre nos vemos más favorecidos y, además, no pasarás frío. Quitarse varios kilos de pelo de una tacada provoca una bajada de temperatura considerable en el cráneo. Como yo lo hice en enero, pasé un frío terrible, y no lo recomiendo. Durante varios meses llevaba gorro de lana para taparme la cabeza, incluso dentro de casa.
La gran ventaja es que, desde el principio, ves cómo es el color de tus canas y, sobre todo, dejas el cabello completamente saneado, que nunca viene mal. Con la perspectiva del tiempo, los ocho o diez meses que pasé sin estar contenta de mi imagen -no me gusto con el pelo corto- merecieron la pena.
Dejar crecer las raíces
Cuando no sabes cómo va a quedar tu pelo, dar el paso del corte da mucho miedo. La alternativa es dejar que te crezcan las raíces, sin cortar el largo de la melena. Pero aviso que es una tarea para mujeres muy seguras de sí mismas, que superan las dudas y se mantienen en sus trece a lo largo de meses. O que les queden bien los turbantes, sombreros o pañuelos que tapan las raíces a medida que crecen. En Estados Unidos hay hasta grupos de ayuda para el proceso. En Instagram y Pinterest, encontrarás muchos testimonios de mujeres haciendo la transición, etiquetados con los hashtags #goinggray, #greyhairmovement, #silverhair, que te ayudarán a hacerte una idea.
Hay quienes dejan crecer sin más, otras que combinan flequillos teñidos con patillas y nuca rapadas y quienes te aconsejarán con todo tipo de recogidos y trucos para tapar.
Las cobardes vamos a la peluquería
Es posible también dejarse crecer las raíces con ayuda profesional. En casi todas las peluquerías dominan el arte de matizar y “enfriar” el tono, que es como se llama a ir aclarando con mechas o reflejos el pelo. Se trata, básicamente, de ir bajando el tono del pelo ya teñido a colores más claros, más parecidos a tu cana natural, hasta que las raíces sin tinte crecen al largo deseado. Solo entonces, se corta lo que quede de color artificial. En función de cómo de claro lleves el tinte el proceso dura más o menos. Y debes contar con la posibilidad de que en tu pelo no funcione.
Puedo decir que he probado todo tipo de trucos de peluquería para tratar de hacer la transición sin cortar: mechas más claras, decoloración y tinte gris, decoloración y tinte blanco, matizar el color… Pero no a todo el mundo le funciona. A mí, desde luego, no. Los tintes, cuanto más claros, más tienden a amarillear. Una cosa es cómo sales de la peluquería y otra, cómo estás al cabo de un par de semanas. En mi caso -que no quiere decir que sea el tuyo- dediqué mucho tiempo, mucho dinero y mi pelo acabó muy estropeado.
He llegado a teñirme el pelo del mismo color gris que tengo natural -aún no lo sabía-, pensando que así dejar crecer la raíz sería más fácil. A las dos semanas, el tinte ya no era gris, sino un poco verdoso y luego amarillo. Y las raíces, se notaban aún más.
Nadie dijo que fuera fácil, pero al menos no duele.
Si tu peluquero no te comprende, huye
Tanto si te vas a cortar como si no estás dispuesta a ir con tus raíces a pelo, necesitas de una peluquera amiga (o amigo). Mucho más, un cómplice. Si donde llevas yendo toda la vida empiezan a darte largas, a comentar lo mayor que hacen las canas o que tendrás que cuidarte y maquillarte el doble, huye. La peluquería no es tu familia, si te quieren solo presa del tinte, no merecen tu lealtad. Vete con quien te ayude, no con quien te ponga obstáculos.
Cómo cuidarte las canas
Si ya has comenzado la transición, notarás que el pelo es más grueso, tiende a amarillear y que además ya no te sientan bien muchos colores a la cara. Bienvenida.
Para evitar que la cana amarillee, mejor decir no al secador, al cloro de la piscina, al humo del tabaco y al sol. Apóyate en gorros y sombreros y una buena protección solar (sí, también las hay para el pelo), que suelen ser aceites capilares con filtros UV. Recuerda que, una vez que la cana amarillea, no hay más solución que cortar.
Contra la sequedad, la clave es utilizar a diario un champú o jabón blanco o neutro -que no tenga color- y aplicar suavizante o mascarilla. Una vez a la semana, un champú con pigmentos azul o violeta, que neutralizan el amarillo. Como tu cana es única, el mejor tratamiento solo lo vas a saber tú. Hay miles de productos, con gran variedad de propuestas y precios.
Mi recomendación: en Mercadona, tienen un champú y mascarilla de la marca Azalea específicos para las canas. Si prefieres un cuidado natural, mi amiga Anabel Alonso hierve semillas de lino y se aplica la espuma que se forma en el pelo para suavizar el encrespamiento.
Además de en la cabeza, experimentarás una segunda transición: el armario. Los tonos tierra y beige sientan como una patada. Colores vivos y neutros como el blanco y el negro te favorecerán más. Yo hice otro descubrimiento: ya no salgo sin pintarme los labios de rojo chillón.
Nunca es tarde para empoderarse
Ser mayor y no esconderlo es también una forma de empoderamiento y me identifico con todas las mujeres que han decidido que nadie dicte cómo tienen que envejecer. Hace muchos años fui rubia, pero ningún tinte igualó mi color natural. Desde entonces, he cambiado mucho por dentro y por fuera. Mi piel y hasta el color de los ojos es otro. Pero el único pelo que combina bien con este yo mayor es justo el que ya no tiene melanina. Por eso, dejarme las canas me ha compensado. Quien se arrepienta, siempre puede volver a teñirse.
Y tú, ¿cómo te llevas con tus canas? Cuéntanoslo en los comentarios o mándanos un mail a lamatrioska@verne.es.
Esta newsletter ha sido elaborada por Soledad Alcaide @solealal.
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