Viviane: Mi nombre es Viviane F., tengo 76 años y, aunque soy francesa de origen, nací en Túnez. Empecé a visitar España a partir de los 15 años cada mes de agosto para aprender el idioma en casa de una familia burgalesa. Algunos años más tarde me instalé en el país de manera estable. Desde entonces ya han pasado 53 años, durante la mayoría de los cuales he trabajado como profesora de inglés y de francés.
Kayla: Soy Kayla Cárdenas y tengo 22 años. Nací en Perú pero llevo en España desde los 6 años. Después de pasar mi infancia y mi adolescencia en Pamplona, llegué a Madrid para estudiar un grado de Lengua de Signos Española y Comunidad Sorda en la Universidad Rey Juan Carlos. Ahora estoy en el segundo curso.
Viviane: Mi hija descubrió por la televisión el programa Convive —que desde 1995 facilita la convivencia entre personas mayores y estudiantes de universidades madrileñas—. Yo había tenido varios problemas de salud y le había dicho que me sentía un poco sola, por lo que enseguida nos pusimos en contacto con el programa. Ellos vinieron en septiembre con una estudiante para presentarnos. Yo le enseñé la casa y su posible habitación. Y ella dijo: "¡Me encanta! ¡Va a hacer juego con mis sábanas!". Dos días después, Kayla se mudó.
Kayla: Cuando me enseñó la habitación me encantó porque es de colores claros con maripositas. Hasta el gato de Viviane, Pitufo, me recibió súperbien: se acercó a mí y se tiró al suelo para que le acariciase. Lo vi como una buena señal. Conocí este tipo de programas intergeneracionales a través de una amiga de Pamplona. Cuando ella se marchó a estudiar a Salamanca me contaba: "Estoy viviendo con una persona de 92 años y pasamos las tardes juntas". Como yo iba a empezar la carrera en Madrid, busqué información por Internet, encontré el programa Convive y me apunté. Esta es la segunda convivencia que hago. El año pasado estuve en otra casa, pero la convivencia terminó por cuestiones de salud de la persona con la que vivía.
Viviane: Una persona joven siempre aporta algo, otra manera de ver la vida. Yo diría que incluso me hace rejuvenecer. No hay obligación de estar ciertas horas juntas: un día será más y otro menos. Pero, por ejemplo, me está enseñando mucho a través de Internet. Pero la verdad es que soy muy mala alumna. Hay cosas que no me entran y no me gustan.
Kayla: Muchas veces ponemos una serie o una película en Netflix. Ya hemos terminado La Casa de Papel y ahora estamos viendo El hijo pródigo. Un día, después de ver un capítulo intenso, empezamos a bostezar al mismo tiempo. Nos preguntamos por qué ocurría eso y lo buscamos en Internet. Siempre le enseño cosas en YouTube, como canciones o artistas. También le enseño los nuevos signos que aprendo en la carrera.
Viviane: Y también me ha enseñado cosas de gatitos como Pitufo, canciones, información sobre Perú... Yo intento que ella se haga más viajera. Yo ya no viajo, pero ojalá pudiera porque es algo que me encanta. Cuando voy en coche no puedo dejar de mirar a todos lados.
Kayla: A veces nos contamos historias de nuestros países y de nuestras familias. Yo no tenía ni idea de Túnez y me ha hecho aprender sobre la cultura y la ciudad. Ahora tengo ganas de viajar a Túnez y a París, que voy a visitarlo muy pronto. Una vez coincidió que estaba viendo una película sobre una familia sorda y Viviane conocía las canciones. Así que imprimí las letras y me enseñó francés con las canciones. Ahora ya puedo comunicarme un poco mejor cuando vaya a Francia.
Viviane: Es cierto que las dos nos enseñamos muchas cosas, aunque Kayla aún no ha conseguido cocinar. No sabe preparar nada. Un día me ayudó a cocinar un plato tunecino, un cuscús que necesita dos días de preparación y esa fue la prueba de fuego. Pero aún estoy esperando a que un día me haga algo de su país.
Kayla: Soy una persona muy casera y familiar por lo que quería tener ese mismo trato mientras estudiaba aquí. Y este tipo de programas son una gran ayuda, por lo menos en grandes ciudades como Madrid donde el alquiler es bastante caro —en el programa Convive el estudiante no paga alquiler, pero compensa los gastos con un máximo de 70 euros mensuales—. Es una buenísima opción para estudiantes ya que es más asequible y, además, ofreces compañía a una persona. Es verdad que, al estar aquí, paso menos tiempo con mis compañeros que si compartiese piso con otros estudiantes. Y aquí tenemos la norma de que no traiga a nadie a casa. Pero pienso que vale la pena ese sacrificio solo por el hecho de tener un hogar donde poder estar bien, estudiar y a la vez poder disfrutar todo lo que pueda de mi tiempo en la universidad.
Viviane: Supongo que a diferencia de estar en un piso de estudiantes yo le aporto un poco de tranquilidad y de bienestar. Para mí es importante saber que le estoy ayudando en sus estudios. Si el día de mañana saca buena nota, lo comparto como si fuera mi nieta. Es como alguien de mi familia: le tengo un afecto y un cariño especiales.
Kayla: Somos como abuela y nieta. Ya les he dicho a sus nietos que yo soy la primera porque soy la mayor. Ella no conoce a mi familia, pero les saluda cuando hablo con ellos por Skype. Mis padres lo llevan muy bien, están muy cómodos y tranquilos. Les gusta que no esté sola.
Viviane: Yo he hablado del programa con mis amigas del centro de mayores al que voy a los talleres de memoria y gimnasia porque algunas dicen que se sienten solas. Pero la idea no les convence por desconocimiento. En lo personal, a mí me tranquiliza que haya un organismo oficial involucrado. Los responsables del programa llaman de vez en cuando y se informan de cómo estamos. Te encuentras atendido.
Kayla: También hemos compartido algunos momentos íntimos y personales. Una vez fuimos a La Almudena porque su abuela está enterrada allí. Nunca antes había visitado a un familiar en un cementerio.
Viviane: En una jardinera del cementerio también guardo dos urnitas con las cenizas de dos perras. Pero ese día encontramos la jardinera abierta y las urnas no estaban donde siempre. Me dio un bajón y me puse a llorar. Entonces Kayla empezó a buscar y al final las encontró. Gracias a que ella estaba allí no me fui con un disgusto a casa.
Kayla: Estas convivencias me han ayudado mucho a madurar. Estos dos años me han servido para ser más independiente y he aprendido muchas cosas de la vida adulta.
Viviane: Por mi parte, yo creo que la experiencia está siendo muy agradable y positiva: mis hijos están más tranquilos y yo no me encuentro sola. Por suerte han sido pocas las veces que me ha tenido que acompañar al médico, porque el año pasado tuve bastantes visitas a urgencias. Pero, por si acaso, también me tranquiliza tener a una persona aquí.
Kayla: Hemos construido una confianza mutua. Fue fácil desde el principio porque fuimos muy abiertas. Me dijo que quería que me sintiese como en casa.
Viviane: Todo fue muy fácil desde el principio, como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo. Aunque no conozcas a la persona, creo que hay algo que puedes ver desde el primer momento. Sé que es un pensamiento muy árabe, pero creo que todo está escrito. Por eso no lo dudé ni un momento y acepté a Kayla.
Este texto ha sido redactado por Sandra Moreno a partir de entrevistas con Viviane y Kayla.
Soledad, alquiler y convivencia
Sandra Moreno
En 2019, solo el 18,5% de los jóvenes entre 16 y 29 años habían conseguido independizarse en el primer semestre del año, lo que supone la tasa de emancipación más baja para la población joven desde 2006, según los datos del último Observatorio de Emancipación Juvenil (OBJOVEM) del Consejo de la Juventud de España (CJE). Ese mismo estudio señala que para que una persona joven viva sola tendría que destinar el 94,4% de su salario neto al alquiler, por lo que la mayoría deben limitarse a vivir con compañeros de piso. Los alquileres tradicionales pueden llegar a suponer el 30,9% de su salario neto, porcentaje superior al del umbral de endeudamiento tolerable (30%). De ahí que muchas personas busquen alternativas, especialmente cuando son estudiantes.
En el programa Convive, la ONG Solidarios para el Desarrollo trabaja con el Ayuntamiento de Madrid -la ciudad en la que comparten piso Kayla y Viviane- y con los de otros municipios de la misma comunidad que se sumaron en 2018, como Móstoles, Alcorcón, Pozuelo de Alarcón y Fuenlabrada, para hacer frente a este problema nacional. Desde que el programa empezó, hace 25 años, ha conseguido crear 1.500 convivencias y cada año se forman más de 120 parejas de jóvenes estudiantes y personas mayores que establecen lazos intergeneracionales. Los participantes pasan una serie de entrevistas que permiten conectar a las parejas que mejor funcionen. Un requisito indispensable para los estudiantes es estar cursando un grado, máster o doctorado en alguna de las siete universidades que colaboran en el proyecto.
El envejecimiento de la población española ha llevado a muchas personas a graves situaciones de soledad no deseada. De acuerdo con los datos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH) 2018 realizada por el INE, 2.037.700 personas mayores de 65 años viven solas. Además, hay una importante brecha de género, ya que un 71,9% de esa cantidad eran mujeres. Proyectos pilotos como la iniciativa de la cooperativa Tangente en Madrid, recientemente clausurada después de la llegada del nuevo equipo de Gobierno del ayuntamiento, también luchaban contra esa soledad.
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