Las máquinas trabajan a destajo en un parque industrial en Morelos, a 90 kilómetros de la Ciudad de México. Concretamente no dejan de producir cubrebocas. Esta empresa del sector de insumos médicos que prefiere no dar su nombre por razones de seguridad, ha dejado de fabricar otros productos para meterse de lleno en la elaboración de cubrebocas de dos y tres capas (quirúrgico), los más sencillos y utilizados en los hospitales y para salir a la calle estos días.
Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los gobiernos no se ponen de acuerdo sobre si el uso del cubrebocas es indispensable para toda la población, este artículo se ha convertido en uno de los productos más demandados en el mundo desde que comenzó la crisis del coronavirus. Su uso frena la propagación de la enfermedad, es por eso que varios gobiernos han ordenado que se lleven en el transporte público, los supermercados y las calles. Según los especialistas de la salud, la mayoría de los cubrebocas son de un solo uso, lo que ha generado una explosión de la demanda.
La fábrica en Morelos solía producir 13 millones de cubrebocas al mes y ahora roza los 30 millones. El teléfono en el departamento de ventas no deja de sonar pero esta empresa familiar no puede ampliar su producción, son semanas críticas. “Estamos completamente rebasados. Tengo los pedidos comprometidos para las próximas cuatro o cinco semanas y no podemos aceptar más”, dice por teléfono a Verne Mauricio Conesa, director comercial.
Desde la empresa se están apresurando en aumentar la plantilla un 100% con trabajadores de otras fábricas para acelerar la producción, sin embargo, la falta de materia prima se ha convertido en un escollo que el sector tiene que sortear. La tela no tejida con la que se hacen la mayoría de los cubrebocas viene de China y Taiwán, desbordados en estos momentos por su propia demanda interna. En otros países, como México y Colombia, lo que se hace es montar el cubrebocas (se corta la tela, se le pone el filtro y se ajustan los elásticos o las cintas) pero está siendo muy complicado encontrar los insumos. “Estamos buscando tela donde sea. Tenemos un socio comercial en Israel con el que buscamos juntos. Hemos traído algo de Estados Unidos, nos surten empresas mexicanas y estamos buscando en Europa”, explica Conesa quien agrega que las fábricas que les abastecían en China han dejado de suministrarles.
Pese al dólar cada vez más fuerte respecto al peso mexicano y la caída de los precios del petróleo, el transporte del producto al otro lado de la frontera, en Estados Unidos, se ha encarecido mucho. “Si antes me costaba 5.000 dólares llevar un tráiler de Nuevo Laredo a Nueva York, ahora cuesta 15.000”, explica el empresario. “Además nadie quiere viajar hasta allá al epicentro de la pandemia porque luego cuando regresan tienen que estar dos semanas en cuarentena”, agrega.
Conesa nunca imaginó que de su fábrica en Morelos saldrían cubrebocas hasta China, el líder del mercado y el mayor productor del mundo con 20 millones de mascarillas al día. Pero desde el 3 de febrero, el Gobierno chino comenzó a importar este artículo desde otras partes del mundo para compensar el desabasto. “Es como mandar jamón serrano a España”, apunta.
Aunque no existan suficientes pruebas científicas de que las mascarillas protejan a las personas sanas del contagio y recomiendan lavarse las manos como la mejor medida de prevención, el precio de los cubrebocas ha aumentado un 200%, también el litro de alcohol en gel antiséptico. Para prevenir la especulación y los precios abusivos, algunos gobiernos, como el español decidieron fijar el precio de los cubrebocas y otros insumos de protección y desinfección esta semana.
A medida que aumentan los contagios y las muertes -México ha reportado 11.633 positivos y 1.069 defunciones- la venta de cubrebocas sencillos en la calle se ha convertido en la alternativa de los vendedores ambulantes para seguir teniendo un ingreso fijo, también ha aumentado la especulación a través de internet, las estafas y los abusos.
A través de páginas como Mercado Libre, vendedores particulares ofrecen lo que parece gel antibacterial y mascarillas en ocasiones al doble de lo que cuesta en una farmacia o un supermercado. “Hay gente que se quiere hacer rica siendo intermediarios del producto”, dice Conesa. “Le quieren subir un peso a cada cubrebocas, si mueven un millón de cubrebocas, le ganan un millón de pesos”, explica el director comercial. “Sé que un distribuido infló los precios y vendió la caja de 50 cubrebocas a un hospital de Nueva York en 31 dólares, cuando hace unas semanas esa caja costaba cinco dólares”, señala.
Desde la empresa, evitan dar detalles del aumento de las ganancias durante estos meses y aclaran que aunque parezca que las compras masivas ayudan, les ponen en una situación difícil. “Es publicidad negativa. [La gente] cree que el fabricante está guardando el producto para venderlo más caro pero también sufrimos con los incrementos de los costos. Aquellos que se llevan toda nuestra producción, no están pensando en los que vienen detrás”. Conesa reconoce que ha aumentado la seguridad de la planta y que jamás hubiera pensado que un camión de sus cubrebocas iba a valer más en el mercado que uno que transporta televisiones.
Mientras las máquinas en Morelos no paran, en los supermercados y las farmacias las mascarillas y el gel antibacterial se agotan en menos de una hora después de reponerlo. Aunque parezca contradictorio las compras de pánico no están beneficiando del todo a las empresas del sector. El mercado está desbordado.
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