Las librerías independientes en Latinoamérica: "Nos han salvado nuestros seguidores de redes sociales"

Libreras y libreros en México, Colombia, Argentina y Perú usan la creatividad y el ingenio para seguir vendiendo pese a la cuarentena

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Julio César Zavala, librero de Escena Libre en Perú. Instagram.
Julio César Zavala, librero de Escena Libre en Perú. Instagram.

“Hacer libros de manera independiente en Latinoamérica no es fácil. Hay muchas personas que trabajan y se esfuerzan para que lleguen a nuestras manos”, dice una reciente campaña de los sellos mexicanos Era, Alamadía y Sexto Piso en México. Preocupados por el futuro del sector independiente, editoriales y librerías se han dado a la tarea de mantener el negocio pese a la pandemia y la incertidumbre de lo que vendrá.

El parón en la producción ha hecho que los establecimientos tengan que recurrir a sus fondos literarios y al ingenio de sus libreros para alimentar el interés y el deseo del público de leer durante la cuarentena. Ante el reto, las redes sociales se han convertido en las mejores aliadas de las librerías independientes en México, Colombia, Argentina y Perú.

Martha Hernández, dueña de U-Tópicas, librería especializada en feminismo y temas de género en Ciudad de México, recuerda que las primeras semanas fueron “terroríficas” ya que cerraron muy pronto este negocio familiar por miedo al contagio. “Tuvimos que sostener todo el peso de los gastos, el alquiler y los sueldos sin ningún ingreso”, cuenta a Verne a través del teléfono.

Algo parecido le sucedió a Cecilia Fanti, librera de Céspedes Libros en Buenos Aires, Argentina. Durante casi cuatro semanas no pudo abrir las puertas de su negocio así que decidieron poner en marcha una estrategia puramente digital. “Atendíamos los pedidos por WhatsApp, mail, tienda online y distribuimos con un servicio de mensajería gracias a una persona que trabaja con nosotros”, cuenta.

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Pasaron de ser un negocio local, a atender pedidos por toda la ciudad. La semana del 15 de mayo el Gobierno argentino reabrió al público el comercio no esencial bajo estrictas medidas sanitarias, entre otras, que debe haber una persona por cada 20 metros cuadrados. La librería de Cecilia Fanti tiene 26, así que decidieron sacar el mostrador a la puerta para poder despachar al público en la calle, como hacían las antiguas tiendas de barrio.

“Las librerías independientes como Céspedes Libros somos centros de cultura local”, señala Fanti, un lugar en torno al que la gente hace comunidad. "Lanzamos un boucher que se llamaba 'Lectura futura' de 500 y 1000 pesos. Con él, la librería te regalaba un 10% y vos lo podías usar en el futuro como una compra adelantada. Eso nos ayudó a pagar los gastos las primeras semanas".

Desde hace cinco años en Bogotá existe una hermosa mansión convertida en librería que alberga más de 14.000 volúmenes y que se ha convertido en un referente del sector: Wilborada 1047. Su dueña, Yolanda Auza cree que en estos momentos la gente necesita más que nunca "un oasis para descansar", y qué mejor que hacerlo con un libro físico, lejos de las pantallas. Sin embargo, Auza no dudó un momento en que iba a ser la tecnología la que les salvaría el negocio.

Después de 10 días de parón, Wilborada 1047 se volcó en la venta en línea y en fortalecer su comunidad virtual con eventos en redes sociales que motivan a los lectores, tanto a los niños como a los adultos. “Intentamos simplificar la forma de pago para los clientes y el contacto con los libreros. Que al otro lado, el público encuentre a un  experto que le haga buenas recomendaciones”, explica Auza.

Y parece que la fórmula funciona, antes de la pandemia las ventas digitales de Wilborada 1047 representaban el 5% del total, ahora son más del 80% llegando a igualar en mayo los ingresos que tuvieron el mismo mes del año pasado. Con coronavirus y todo. Cecilia Fanti dice que sus pedidos han aumentado mucho y que ha vendido unos 4.000 libros desde que empezó el confinamiento.

Martha Hernández, en México, también decidió apostar por mantener online los talleres que se organizaban en U-Tópicas sobre temas diversos y ahora los imparten desde Zoom. "Nos han salvado nuestros seguidores de redes sociales", dice Hernández. A través de internet reciben pedidos y recomiendan lecturas. “Nos está yendo bien, muy bien”.

Martha Hernández, de la librería U-Tópicas en Ciudad de México. Almudena Barragán

Desde que cerraron a la fecha, han entregado unos 400 libros. “Nuestro talón de Aquiles es el inventario porque la mayoría de los libros que más interesan vienen de España o Argentina y ninguna distribuidora está dispuesta a mandar cosas [con el coronavirus], pero por otro lado, estamos descubriendo libros locales, publicaciones de universidades y otras piezas maravillosas que están ofreciendo nuestras libreras y que están teniendo éxito”, comenta Hernández.

Perú ahoga a los pequeños libreros

A diferencia de otros países en la región, los libreros independientes peruanos se asfixian ante una normativa draconiada que les impide vender por internet. Desde hace más de 70 días los libreros peruanos están parados y varios negocios no saben si volverán a subir la persiana en uno de los países más castigados por la pandemia. Julio César Zavala, librero de Escena Libre cuenta a Verne a través de redes sociales que la situación es insostenible. “Escucho a muchos de mis colegas a punto de cerrar los locales. Estamos esperando que el Gobierno se acuerde de la Cultura”, protesta.

El Gobierno peruano estableció que solo podrán vender a través de internet los grandes comercios que facturen unos 3 millones de soles al año (casi 900.000 dólares), el negocio de Julio César no sobrepasa los 120.000 soles (35.000 dólares). “Calculo que dejé de vender unos 25.000 dólares porque tenía la Feria del Libro, más la venta regular y ventas a colegios... Mejor no recordarlo”, se lamenta Zavala desde Lima. Julio César espera con ansias que haya un cambio en la normativa para que pueda arrancar con la venta “por delivery” (a domicilio) a partir de junio. "Estamos pensando en cómo volver y lo haremos de nuevo", dice el librero.

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Como no extrañar al contemplar los pasos vacíos a nuestra distinguida clientela.

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