¿Podría funcionar en España la semana de cuatro días laborables que propone la primera ministra de Nueva Zelanda?

En algunas empresas, sí, pero para muchas será muy difícil o imposible

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Semana laboral cuatro dias
Getty Images

¿Puede la semana laboral de cuatro días ayudar a reactivar la economía? Eso piensa Jacinda Ardern, primera ministra neozelandesa, que sugirió la idea en una reunión con representantes del sector turístico del país. Según Ardern, la iniciativa podría estimular el turismo interno y favorecer la conciliación de la vida laboral y familiar de los trabajadores.

Se trata de un debate recurrente desde hace unos años, igual que el de la reducción de horas en la jornada laboral. Por ejemplo, Sanna Marin, primera ministra de Finlandia, lanzó una serie de tuits a favor de la medida en agosto del año pasado, antes de llegar al cargo y cuando aún era ministra de Transporte y Comunicaciones. Hay defensores anteriores y, quizás, sorprendentes: en 1956, Richard Nixon, entonces vicepresidente de Estados Unidos, auguraba una semana laboral de cuatro días en "un futuro no muy distante".

Hay empresas que ya están haciendo pruebas. Incluso en España. El caso más reciente es el de Mercadona, que anunció a principios de mayo que los empleados de sus supermercados trabajarían 36 horas y cuatro días a la semana mientras dure la crisis por la pandemia, con el objetivo de reducir el contacto entre la plantilla y los clientes. La empresa califica la medida de “excepcional y temporal”. También circula por WhatsApp un mensaje de la plataforma 4suma que invita a empresarios a aplicar esta medida.

Antes de Mercadona y del coronavirus ya había un caso en nuestro país: la empresa de Jaén Software Delsol implantó en enero la semana con tres días festivos. La mantiene a día de hoy para sus más de 180 trabajadores, 150 de ellos dedicados a la atención al cliente, como explica a Verne Juan Antonio Mallenco, responsable de comunicación y relaciones institucionales de esta compañía de software para empresas.

Los empleados trabajan 36 horas semanales, excepto del 15 de junio al 15 de septiembre, cuando hacen horario intensivo y la cifra se reduce a 28 horas. Durante la crisis de la Covid-19, desde casa y sin despidos ni ertes. El cambio de jornada se hizo sin recortar sueldos y contratando a una veintena de empleados más. “Para el año 2021 la empresa va a estudiar cómo reducir todavía más estas horas”, explica Mallenco, que apunta que la compañía ha podido ofrecer sus servicios a sus clientes sin dificultades y mantiene las previsiones de crecimiento para el año. “El absentismo laboral ha caído”, afirma, y “se trabaja más intensamente”. “A nosotros nos ha funcionado”, resume, aunque añade que cada empresa deberá estudiar sus necesidades y sus posibilidades. "Algunas no podrán hacerlo, o no al cien por cien".

Una opción difícil de implantar en todas las compañías

Marta Martínez, economista y profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, explica que esta opción puede traer ventajas y cita la prueba que hizo Microsoft en su filial de Japón durante un mes: la semana de cuatro días incrementó la productividad y la satisfacción de los trabajadores. Otro de los beneficios que se suele citar al hablar de estas experiencias es que atraen talento: trabajadores cualificados que valoran la posibilidad de tener más tiempo libre. Además de eso, trabajar cuatro días a la semana contribuye a combatir la contaminación, al reducir los desplazamientos.

Pero no todas las empresas ni todos los países lo tienen igual de fácil: “Es complicado en el mercado español y en el entorno de crisis económica actual”, apunta Martínez. La economista recuerda que más del 90% de las empresas españolas son pymes y hay un gran peso del sector servicios. En su opinión, es muy difícil que una empresa que tiene un horario de atención al público, como un pequeño comercio o un bar, pueda asumir los costes de contratar a más personal para compensar la reducción de horas de sus trabajadores. El Gobierno puede desarrollar políticas y ayudas para favorecer la conciliación y la flexibilidad horaria, pero “estas cuestiones se pactan en convenios colectivos y el Estado puede hacer poco, excepto en el caso de los funcionarios”.

Coincide Raquel Sebastián, economista e investigadora en la Universidad Complutense de Madrid, que considera que la semana de cuatro días es “completamente inviable en la situación actual”. En su opinión, no es el momento de introducir esta clase de cambios en el mercado laboral y la iniciativa supondría “comenzar la casa por el tejado”. Además, recuerda que en nuestro país hay un elevado porcentaje de contratos temporales (más del 25% de los trabajadores tiene un contrato temporal, la tasa más alta de la UE en 2018).

Lo que si se puede hacer: más flexibilidad y jornadas continuas

Sebastián no niega los efectos positivos que tiene la semana de cuatro días en las empresas que la puedan implantar, pero cree que hay otras prácticas de conciliación que podrían tomarse antes y de forma más generalizada, como las jornadas continuas, los horarios flexibles y el teletrabajo, que hasta ahora se había ignorado.

Pero ni esto es fácil, advierte. La economista recuerda que, por ejemplo, el teletrabajo solo es factible “en algunas profesiones”, que son las que suelen estar por encima de la media salarial. De hecho, solo el 32% de los trabajadores españoles puede teletrabajar, según una investigación de la que Sebastián es coautora. España es el quinto país de la Unión Europea peor preparado para trabajar desde casa, y solo supera a Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia y Hungría. Los países con mejores condiciones son Luxemburgo, Suiza, Suecia y el Reino Unido.

A pesar de estas dificultades, Sebastián cree posible que vayamos a un entorno laboral que dé algo más de flexibilidad. Por ejemplo, trabajando algún día a la semana desde casa incluso cuando acabe el confinamiento. Pero también recuerda que todos estos procesos de cambio en las condiciones de empleo son graduales. ¿Y llegará el día en el que trabajemos menos de ocho horas diarias? Lo ve muy difícil a corto plazo, más allá de, quizás, pasar de 40 a 37,5 o a 35 horas semanales. En fin, poco a poco.

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