La luz sigue encendida en un balcón de la calle Martín de Vargas, en el madrileño barrio de Embajadores. Hace poco, en ese balcón había un vergel lleno de vida. Ahora, las plantas se han marchitado porque no hay nadie que cuide de ellas. José Luis Fouce y María del Pilar Fernández, la pareja de ancianos que vivía en el piso, falleció a causa de la covid-19 durante la pandemia que, solo en España, ya ha dejado más de 27.000 muertos. "Yo no les conocía en persona, solo de vista", reconoce a Verne José Antonio Bautista, el vecino que ha dado a conocer la historia de esta pareja y su balcón en Twitter.
Hace nada ese balcón era un vergel. Ahora está así de triste porque la pareja que le daba vida murió por covid.
— José Ant Bautista (@JoseAntonio_BG) June 7, 2020
Los balcones muertos son cicatrices visibles de la pandemia. Recuerdo de tantas personas queridas que se fueron. A veces cuesta creerlo. pic.twitter.com/s3EAtKk5iM
A principios de marzo, José Luis, de 71 años, empezó con una tos seca que se fue complicando. Falleció después de tres semanas en la UCI de la Fundación Jiménez Díaz. Cuatro días después de la muerte de su marido, Pilar, de 70 años, también empezó a presentar síntomas. Los sanitarios la recogieron en casa y la llevaron de emergencia al hospital. Falleció el 1 de abril.
Pilar era amante de la jardinería y su balcón era un pequeño jardín de geranios. Su fotografía se ha replicado cientos de veces en redes sociales desde que Bautista, periodista de 31 años que vive enfrente, escribió un tuit contando la historia de esta pareja. En él calificó a estos balcones como "las cicatrices visibles de la pandemia".
Uno de los hijos del matrimonio fallecido, Guillermo Fouce, es presidente de Psicólogos sin fronteras y se ha dedicado durante la pandemia a ayudar con el duelo a las personas que han perdido a sus seres queridos en esta época sin velatorios ni funerales en compañía. "Todos los consejos que les doy a mis pacientes ahora me ha tocado aplicarlos a mi vida ahora que he perdido a mis dos padres al mismo tiempo", señala a Verne. Ni pudo despedirse de su padre ni atender a su madre las últimas semanas porque estaba aislada en casa por el posible contagio. "No pude hablar con él durante sus días de enfermedad, ni verlo, y tuve la esperanza de que no pasara lo mismo con mi madre, pero al final a ella también se la llevó el coronavirus", lamenta.
Del tuit viral con la historia de sus padres no se había enterado hasta que este diario le preguntó, pero interpreta porque una imagen así sirve cómo símbolo de las pérdidas que ha dejado la pandemia. El “maldito virus”, añade, pudo más que las ganas de vivir de sus padres. Pilar, modista, y José Luis, que trabajó en banca, llevaban años jubilados y tenían una vida social muy activa. Él daba clases de guitarra y a ella le encantaba bailar zarzuela y sevillanas. Su hijo los recuerda como personas que siempre transmitían la alegría de estar vivos, “siempre haciendo cosas, queriendo dejar este mundo un poco mejor de lo que lo encontraron”.
La otra cicatriz, la no visible, es la de los recuerdos de quien vive en el mismo barrio durante décadas. En el bar de abajo recuerdan los pinchos de tortilla que le gustaban a José. Y que la pareja iba siempre junta. Lo mismo en la frutería. Y juntos también siempre a misa. José Antonio Sáinz, vecino del edificio desde hace ocho años, recuerda también que José Luis le invitó a tocar juntos la bandurria. “Le encantaba la música, y me dijo que cuando me jubilara podía subir a su piso para que practicáramos juntos”.
Otras cicatrices en el barrio
El tuit con la foto del balcón esconde otras historias. Petra López, de 89 años y vecina de Bautista, fue quien le contó la historia de la pareja y le hizo caer en la cuenta de que en ese rincón ya no había vida. López, que fue la portera del edificio durante muchos años y conoce a todos los vecinos de la calle le explicó: “Ese balcón tiene las plantas marchitas porque el bicho mató a esa pareja que vivía sola”.
Petra López se había quedado sin poder salir de su casa. Ella quería comprar el pan, sin embargo, el ascensor pequeño que tiene el edificio estaba dañado y Petra no se atrevía a bajar las escaleras con su rodilla mala. Llevaba dos días sin salir y eso la tenía un poco triste. En ese momento, el periodista bajó a por el correo y la encontró en el rellano. Le ofreció ir a hacer la compra por ella, pero la realidad es que el pan era solo una excusa para salir y tomar el aire. Bautista, al darse cuenta de la situación, la invitó a subir a su casa y asomarse un rato por su balcón. Petra vive en un piso muy humilde que no tiene ventanas al exterior por lo que no pudo rechazar la propuesta de su vecino.
En ese momento, Bautista no le puso mucha atención, pero se acordó que hace unas semanas vio por su balcón un dispositivo sanitario con profesionales vestidos con equipos de protección llegando a ese portal. Hasta entonces no había conectado ambos acontecimientos. Ahora, todo encajaba. Días después recordó la historia que le había contado su vecina y volvió a mirar aquel balcón desolado. Decidió hacerle una foto al toldo a medio bajar y golpeado por la lluvia, a las macetas que sostienen las hojas marchitas de lo que hace poco fueron plantas llenas de vida.
Bautista explica que vive en una zona en donde hay mucha gente mayor y todo el mundo se conoce. “El del bar de abajo nos da comida para llevar en los platos del propio local”, afirma. Considera que este tipo de vecinos ya no quedan en los barrios céntricos de Madrid, acosados por la gentrificación y los pisos turísticos. Él se mudó al barrio en octubre del año pasado y vive muy contento con su decisión. “Muchos vecinos mayores han sufrido de forma silenciosa el confinamiento, sin poder salir de la casa, sin un balcón que cuidar, ni ningún familiar al que pedir ayuda”, afirma Bautista. “Tienen mucha más conciencia de la gravedad de lo que está pasando que muchos de nosotros”, dice.
En su calle se siguen encontrando en los balcones todos los días a las 20.00 para aplaudir. “También aplaudimos a las 20.30 a los sanitarios de un centro de salud pequeño que está justo debajo del balcón marchito”, dice. A las 21.00 solo suena una cacerola. “Me recuerda que es hora de empezar a preparar la cena”, dice Bautista entre risas.
La foto del balcón para Bautista es un recordatorio para que no olvidemos todo lo que hemos tenido que pasar y actuemos con responsabilidad ahora que estamos empezando a salir a las calles otra vez. “El confinamiento nos ha unido como barrio y ahora las cicatrices de la pandemia se hacen cada vez más visibles”, concluye.
Después de que la historia de María del Pilar y José Luis se haya popularizado, José Luis Bautista ha publicado otro tuit con la imagen del balcón hace meses, cubierto de hojas verdes y flores. El hijo de la pareja, que apenas pasó unas horas por el domicilio para tirar la basura, agradece el gesto del vecino. Aún tiene que ir a apagar la luz que sus padres dejaron encendida en el balcón.
Cuando digo que ese balcón emanaba vida me refiero a esto (me pasa @JUANRAMONRAMON esta foto del balcón del año pasado) pic.twitter.com/jBAfTukUbX
— José Ant Bautista (@JoseAntonio_BG) June 10, 2020
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