Cuando Emilia Álvarez nació en 1933, su pueblo, Boisán de Somoza (en la provincia de León), rebosaba vida. Sus calles siempre estaban llenas de gente, deambulando de un lado a otro, ya fuese por trabajo o para hacer algún recado, y en cada esquina se escuchaba la algarabía de niños jugando. "Yo tuve una vida muy feliz: de pequeña tenía muchos amigos y nos lo pasábamos muy bien correteando por el pueblo o por los prados de alrededor. Luego me casé con mi marido, que también es del pueblo, y tuvimos cinco hijos que crecieron aquí. Todos los vecinos éramos amigos y siempre había muy buen ambiente", recuerda Emilia, nostálgica, al otro lado del teléfono.
En la actualidad, poco queda ya de aquel Boisán. El pueblo se integra en el municipio de Lucillo, que según el Instituto Nacional de Estadística (INE) cuenta actualmente con 376 habitantes (frente a los más de 2.000 que tenía la década de 1930, cuando nació Emilia). Pero Emilia conoce al dedillo el número de vecinos que aún viven concretamente en el núcleo de Boisán: once. Además de Emilia, en este número también se cuenta José Marcos, su marido. Las calles del pueblo se encuentran prácticamente vacías.
La Asociación Española Contra la Despoblación (AECD) lleva años denunciando esta situación que amenaza la supervivencia de estos pueblos. Su última campaña para visibilizar este drama social y territorial es #LasCallesSiguenVacías, un vídeo para redes sociales que establece un paralelismo entre las imágenes de las calles vacías que hemos visto en la ciudades a causa del confinamiento por la covid-19 y las imágenes de las calles vacías que llevan años viéndose en los pueblos españoles.
"Estos días nos ha dolido ver nuestras calles vacías", se lee en el primer rótulo del vídeo. A continuación, se suceden imágenes de pueblos vacíos. "Pero estas imágenes eran de mucho antes", dice el segundo rótulo. Y a continuación volvemos a ver las imágenes anteriores, pero con el año en que fueron tomadas sobreimpreso. Entonces, nos damos cuenta de que estas imágenes no fueron tomadas durante la crisis sanitaria, sino durante la última década. "El 54% del territorio nacional está en riesgo de despoblación", se lee en un tercer rótulo. "Es el momento de volver a habitarlo", dice el último mensaje.
"Mucha gente se ha conmovido viendo las calles de las grandes ciudades desiertas durante estos dos meses, pero eso es lo que lleva ocurriendo desde hace años en muchas zonas rurales ante la inacción de las administraciones", explica la presidenta de la AECD, Lidia Díaz, en conversación telefónica con Verne.
En las ciudades más grandes, con el avance por las distintas fases de desescalada, las calles han ido recuperando el trasiego anterior a la emergencia sanitaria. Sin embargo, las calles de muchos pueblos han seguido vacías. Y ese será su destino si no se toman medidas contra la despoblación, según denuncia la asociación. "Ojalá, porque me daría mucha pena que Boisán desapareciera cuando los pocos ancianos que aún quedamos aquí nos muramos", afirma Emilia Álvarez.
Un mayor interés durante la pandemia
Lidia Díaz considera que, en los últimos años, la calidad de vida que ofrecían antiguamente las ciudades ya no es la misma. "La gente se está dando cuenta de que ya no se vive tan bien, de que cuesta llegar a final de mes porque los salarios no son tan altos, pero los alquileres sí, y que los servicios públicos ya no funcionan tan bien debido a la masificación", apunta.
Esta podría ser una de las causas de que el confinamiento haya despertado el interés de muchos hacia los pueblos, como ha podido constatar la AECD, que ha visto cómo se triplicaba durante este periodo el número de consultas que reciben a través de su email. "Quieren informarse sobre pueblos con la intención de mudarse, ahora que, por ejemplo, se está fomentando el teletrabajo", explica Díaz.
Sara Fernández (44 años) es una de las personas que, gracias al teletrabajo, tomó la decisión hace nueve años de abandonar "la dinámica enloquecida de la ciudad", según sus palabras, y mudarse junto con su familia a Aldeanueva del Monte, un pequeño pueblo en la provincia de Segovia en el que no viven más de ocho personas. "Los primeros años fueron más complicados porque la conexión a Internet no era muy buena, pero ahora funciona mucho mejor", asegura.
"Buscábamos también un tipo de ocio que no fuese de consumo como actividades en la naturaleza para que nuestros hijos pudiesen crecer en un entorno así", cuenta Sara. Los pequeños, de 10 y 12 años, van al colegio en Riaza, a 13 de kilómetros de su casa. "Tardas lo mismo o menos en coche que en un desplazamiento en transporte público o privado en Madrid", añade. "Pero por lo demás, nuestra vida es bastante parecida a la de la ciudad porque entre trabajo, colegio y tareas se te ha ido el día y no te enteras. Eso sí, aquí no hay ruido y a veces echas de menos algo más de gente".
La mejora del Internet rural –como se conoce a la conexión digital de estos territorios– es una de las demandas de sus vecinos y una de las medidas recogidas en el acuerdo de gobierno entre PSOE y Unidas Podemos para esta legislatura. "Es fundamental para garantizar una repoblación digna de estos territorios", reivindica Díaz. "Digna, porque lo que no podemos pedir a la gente es que se mude a estos pueblos sin trabajo o con contratos temporales. Modificar tu vida debe hacerse con unas garantías y qué mejor forma que hacerlo con trabajos que puedas desarrollar desde casa, pero para eso se necesita una conexión a Internet de calidad como las que hay en las ciudades".
En Almonacid del Marquesado (Cuenca), "la calidad de Internet no es la mejor, pero va mejorando y se espera que pronto llegue la fibra óptica", dice su alcalde, Álvaro Martínez, que se siente orgulloso de que en su pueblo –de 425 habitantes– "cada vez se ve más gente joven y familias con niños". Una buena red de servicios públicos es fundamental para la repoblación de estos territorios. "El mejor indicativo que puede tener un pueblo es su escuela, y en la nuestra hemos pasado en los últimos años de 9 a 17 niños", dice el regidor del municipio conquense sobre este centro rural agrupado, el modelo de organización de escolarización que prima en las regiones donde hay una baja densidad de población.
"Es cierto que se necesita un número determinado de personas en los pueblos para crear servicios municipales, pero también existen fórmulas para hacer llegar estos servicios de manera eficiente si no los hay", apunta la presidenta de AECD que pone de ejemplo la agrupación de alumnos en centros educativos y rutas de transporte escolar o la asistencia sanitaria a domicilio y servicios de transporte a los hospitales provinciales. En Boisán y en Aldeanueva del Monte, donde no hay ambulatorio, el médico pasa una vez a la semana. "Es necesario mejorar y preparar las infraestructuras de servicios de las zonas rurales para atraer a más gente", añade Díaz.
También existe otro factor que dificulta la repoblación de estos territorios: el acceso a la vivienda. Como explica Díaz, "en los pueblos actualmente hay muy poca opción de alquiler y de compra porque muchas casas de propietarios privados llevan años cerradas y no se hace nada con ellas".
El alcalde Martínez, que también es presidente de la Diputación Provincial de Cuenca, señala que para combatir esta situación de "estancamiento inmobiliario" se están fomentando bolsas de viviendas que pongan en contacto a vendedores de esas casas cerradas desde hace años con posibles compradores. "Y del mismo modo, crear alquileres económicos que atraigan a población de las ciudades con opción a derecho a compra transcurrido un periodo", aclara Martínez que recuerda que "el derecho a vivir en cualquier parte de España debería estar garantizado".
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