Anécdotas para recordar (y olvidar) de monitores de campamento

"Una noche escuché que una de las literas crujía de forma rara y vi a una niña de ocho años haciendo abdominales ¡mientras dormía!"

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Los campamentos no son exactamente iguales que en 'Moonrise Kingom', pero también hay niños con ideas alocadas, tormentas que pillan por sorpresa el campamento...
Los campamentos no son exactamente iguales que en 'Moonrise Kingom', pero también hay niños con ideas alocadas, tormentas que pillan por sorpresa el campamento...

Hay niños que resisten el curso escolar a cambio de una promesa: “Si apruebas todas, te puedes ir de campamento este verano”. Para que esa promesa llegue a buen puerto, son indispensables los monitores: ellos son los que organizan, cuidan, enseñan y entretienen a los niños en esas semanas que, a su vez, son también un descanso para los padres. Y, mientras tratan de organizar, cuidar, enseñar y entretener, les pasan todo tipo de cosas que recordarán de por vida: polizones que aparecen en el campamento pero que no están apuntados en ningún sitio, padres más despistados que sus niños pequeños, amistades que duran más de diez años...

Para que todas esas anécdotas que guardan los monitores en sus cabezas no se pierdan, les hemos pedido que las dejen por escrito. Hemos creado un grupo de chat con más de 20 monitores y monitoras de diferentes localidades, agrupaciones y tipos de campamentos, desde scouts a campamentos urbanos. Les propusimos que se pusieran alrededor de la hoguera de WhatsApp, sentados sobre sus sacos de dormir, para que nos contaran las mejores historias que recuerdan haber vivido en los campamentos. Ellos, a cambio, nos pidieron guardar su anonimato. Esto es lo que nos han contado.

Ideas que solo pueden tener niños

"Hubo un año en el que yo estaba encargada del grupo de los niños más pequeños del campamento, de 6 a 8 años. Uno de los niños era especialmente espabilado y también cañero y travieso. Tras 12 días difíciles con él, en los que todos los días liaba alguna, nos dimos cuenta que el chaval tenía nada más y nada menos que... ¡13 años! Resulta que el primer día, cuando se decían los grupos, él decidido levantarse y unirse a los pequeños sin que nos diéramos cuenta. Según nos dijo, se sentía más a gusto con los peques. Sin duda, era un crack y uno más del grupo".

"Hicimos una fiesta de despedida el último día de campamento y un niño se enfadó con un monitor y le dijo que había tomado frutos secos, y era alérgico. Dijo que se lo iba a contar a su padre, empezó a respirar mal y a toser. Nos pusimos súper nerviosos y empezamos a llamar a la familia, pero no lo cogían y era ya casi la hora de la recogida. Cuando llegó el padre se empezó a reír y nos dijo que cuando se enfadaba hacía eso, pero que era mentira, que no había tomado nada. Yo no sabía si reír o llorar".

Padres despistados, monitores trastornados

"En mi primer día como monitora en un campamento urbano [en los que los niños pasan el día y vuelven a dormir a casa de sus padres] vino una niña a la que no encontrábamos en ninguna de las listas de inscritos. Llamé a mi jefe y nada, seguíamos sin localizarla. Al final se quedó todo el día con nosotros y al día siguiente vino el padre, sin la niña. Vino a decirnos que se había equivocado de campamento, que ese no era el de su hija. Y nosotras volviéndonos locas".

"Unos padres le hicieron la mochila a su hijo para un campamento scout. Se la prepararon a conciencia y echaron todo lo que necesitaba para pasar los 15 días… salvo calzoncillos, que solo le echaron un par. Tuvimos que ir a una tienda de un pueblo de la sierra a comprarle más".

Organizar y entretener a decenas de niños, el challenge

"Un día, volviendo de una excursión a la piscina, un niño no se bajó del bus y no nos dimos cuenta. Al rato nos percatamos y nos dio un microinfarto a todos los monitores. El bus había vuelto a un parking en la otra punta de la ciudad. Cuando llegamos, el niño estaba encantado: '¡Me he ido yo solo en el bus!'. Y con una sonrisa de oreja a oreja, sin derramar una lágrima. Se sintió el dueño del autobús".

"Me tocaba organizar con los peques una actividad clásica: el ladrón de guante blanco, que consiste en quitarle una zapatilla a cada niño y que, por parejas, tengan que ir a buscarlas. Para darle un poco más de magia, se me ocurrió decirle a los monitores que se disfrazaran de ladrones y, a mi señal, entrar a robar las zapatillas. No llegaron a hacerlo: se me ocurrió la terrible idea de decirles que nos había llamado la Guardia Civil y que se había escapado un ladrón de un pueblo cercano. Eran muy pequeños y, antes incluso de que pudiera decirles que no se preocuparan, porque solo robaba zapatillas, ya estaban llorando, gritando y abrazados a mi pierna. Y mis compañeros sin entrar porque veían la situación dentro. Pasé un rato terrible, pero afortunadamente se consiguieron calmar y acabaron jugando como si nada".

"Un año, el primer día de campamento la directora se ausentó y, cuando nos pusimos a organizar a los niños por cabañas, no cuadraba nada: en algunas habitaciones nos sobraban camas y en otras nos sobraban niños. Nos tuvimos que tirar en el césped con folios y cuadrantes a ver cómo lo arreglábamos. Al final, lo solucionamos poniendo a cada niño encima de su cama asignada para ver dónde estaba el fallo y poder reorganizarlos. Aquella primera noche lo solucionamos todo…. menos mi habitación. Tuve que dormir en una que no era la mía".

"El primer día llegamos al campamento y resulta que un rebaño de ovejas había invadido el campo de fútbol donde pensábamos hacer todas las actividades. Como era el grupo de los más mayores, se nos ocurrió convertirlo en un juego: intentar que las ovejas se fueran del campo. Nuestro plan era hacer una cadena con los chavales y acorralarlas hasta la puerta. Parecía un plan perfecto hasta que las ovejas empezaron a saltar por encima de los críos. Obviamente cancelamos ese magnífico plan y al día siguiente llamamos al pastor".

"Mientras montábamos un campamento en la Sierra de Madrid, vinieron unas nubes que, según la Agencia Estatal de Meteorología, no iban a dejar lluvia. Error: allí cayó el diluvio universal. Tuvimos que desalojar en 15 minutos, exprés, dejando el material porque teníamos que cargar a los niños más pequeños a la espalda y cuesta arriba. Cumplimos de forma muy eficiente, pero perdiendo todo el camino: dejamos los sacos, las esterillas… Salvo a los niños, claro. Se quedó todo en medio del monte hasta el día siguiente".

Expediente X, versión campamento

"El año pasado estuvimos en un campamento en la Sierra de Alcaraz (Albacete). Cuando ya llevábamos unos días allí, empezamos a escuchar cencerros. Al principio creímos que se trataba de algún monitor gastándonos una broma. Luego descubrimos que no: cerca había una ganadería en la que tienen toros y vacas y el terreno está sin vallar, así que por la noche se acercaban al campamento. Llamamos a la Policía y la Guardia Civil y no nos hicieron mucho caso, así que cada noche los más valientes tenían que salir a asustarlas para que se fueran. Ahora nos reímos del tema, pero yo personalmente estaba asustadísima".

"Un año coincidí con una monitora a la que por aquel entonces no conocía de nada y, durante los 14 días que duró el campamento, estuvimos vistiéndonos igual sin darnos cuenta y sin acordar nada. Salíamos cada una de su cabaña y llevábamos la misma camiseta y los mismos pantalones del Decathlon".

"En un campamento tuvimos a una niña sonámbula y, una noche se metió en mi cama. Yo estaba asustadísima, pero la llamé por su nombre y le dije que se fuese a la cama y la chica se levantó, se volvió a su cama y yo me quedé más tranquila".

"Teníamos el extraño caso de un chaval que todos los días, misteriosamente, amanecía con el saco de dormir al revés, con la parte dentro hacia afuera. Nunca descubrimos cómo lo hacía".

"Una noche, mientras dormía, escuché que una de las literas de la habitación crujía de una forma rara. Me desperté asustada y vi a una niña de ocho años haciendo abdominales, ¡mientras dormía! Estuve súper atenta el resto del campamento y pude comprobar que lo hacía todas las noches, en sueños. Claro, la niña tenía nueve años y tenía unos abdominales… todos los cuadraditos marcados".

Secuelas de campamento

"Estaba durmiendo con mi pareja una noche recién llegada a casa, después de trabajar en dos campamentos seguidos, uno de ellos de 17 días. En medio de la noche, sobre las 4.00 de la madrugada, me desperté entre sueños diciéndole a mi a mi pareja que qué hacía metida en mi cama, que se fuera a su saco. Luego me di cuenta de que estaba en casa".

"Suelo trabajar en julio en un campamento de inmersión al inglés y en agosto en uno normal, en castellano. El primer año que lo hice, después de un mes hablando en inglés, llegó la primera noche del campamento y un grupo de adolescentes tenía ganas de liarla. Sobre las 5.00 de la madrugada se pusieron a mover literas, a saltar de cama en cama… Y yo, inconscientemente, les regañé en inglés. No entendieron nada, se quedaron con cara de póker y, en silencio, volvieron a sus camas. Hasta que yo no volví a la mía no me di cuenta de que les estaba hablando en inglés. Debieron pensar que estaba poseída o algo".

"El último día, el grupo monitores solemos hacer un agradecimiento al equipo de cocina y limpieza del campamento. Era en la cena, y una compañera y yo estábamos haciendo el tonto: cruzábamos corriendo todo el comedor para chocar las manos, y seguíamos corriendo por animar el ambiente. Tras acabar los choques… acabé chocando de verdad: mis pies decidieron seguir corriendo, patiné en el suelo y me di un tortazo increíble. Y al día siguiente, el moretón era más increíble todavía. Cada vez que hablamos siempre sale ese momento. Menos mal que no lo vieron todos… Los niños no se dieron cuenta".

Momentos inolvidables con los chavales

"Yo soy bisexual y como suelo trabajar con adolescentes, la verdad que lo trato con naturalidad. En el segundo día de campamento estábamos haciendo una marcha y dos chicas y un chico estaban hablando del Orgullo, y yo comenté que qué pena que ese año me lo perdía porque coincidía con el campamento. El chico me preguntó si era lesbiana y yo le dije que era bisexual. Él me dijo que también lo era. El chaval, la verdad, fue la estrella del campamento: por su forma de ser, por el show que daba siempre… La última noche, en la velada de despedida, se levantó y me agradeció que yo hubiera sido tan natural con mi orientación sexual, porque él con su familia y amigos no había salido del armario. En el campamento, al ver que lo tratábamos con tanta naturalidad, se animó a decirlo y ser él mismo, y vio que todo el mundo lo aceptaba y lo quería un montón. Esta anécdota me la guardo en el corazón para siempre y, obviamente, acabamos llorando a moco tendido".

"El año que hice las prácticas de monitora estábamos en el Pirineo Aragonés de ruta hacia un camping de alta montaña. Llevábamos todos un cansancio increíble, pero había que tirar del grupo para que llegáramos antes de que se nos hiciera de noche. A uno de los chavales se le junto todo: llevaba unas botas que le quedaban enormes por lo típico de lo padres de “así le duran aunque crezcas”. Tenía unas ampollas en los pies horribles y el pobre, que odiaba hacer deporte en general, estaba llorando. Le cogí del brazo y fue contándole historias, diciéndole que él podía y tirando. Cuando llegamos arriba le dije: “Mira qué maravilla de sitio, ¿ves como si podías? Lo has conseguido tú solo”. “Se puso a llorar, me dio un abrazo y me dijo: esto lo he subido por ti. Yo solo no hubiera podido”. Fue un momento precioso".

"Mis prácticas de monitor de campamento coincidieron con el primer año de un niño, así que empezamos a la vez y hemos estado muy unidos desde entonces. Fui su monitor de referencia y éramos como Zipi y Zape desde el principio, regañándole porque era un pieza pero a la vez pasándolo genial juntos. Cuando yo estaba en el baño se metía por debajo de la puerta para reírse de mí. Se comía 15 salchichas del tirón solo para que le riñera y, cuando interara llegar a él corriendo, se tragaba las que le quedaban sin masticar. Y luego se ponía malo… e imagina. En las veladas se hacía el dormido y me lo llevaba a su tienda a hombros, y cuando llegaba abría los ojos y se reía de mí. Perdimos a un grupo entero en la montaña por ir nosotros delante y pasarnos un camino por ir hablando. Me contó su primer beso con una chica del campamento con la que de pequeños se odiaban y nosotros les decíamos que acabarían siendo novios. Un año, para mi cumpleaños, su madre nos mandó unas camisetas con nuestras caras, y vino a Madrid y me lo llevé a El Hormiguero de público. Así ha sido cada día de campamento de los últimos nueve años. Ahora es un tío grande y fuerte que en los juegos me coge él a mí a hombros y me ayuda a preparar todo para los niños pequeños. Creo que es la relación más bonita que ha podido existir y es gracias al campamento. Y este año la covid nos lo ha reventado. Pero el año que viene será su despedida: ya cumple los 18, así que nos despediremos en el campamento que nos unió hace tantos años".

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