‘Chípil’: la palabra de origen náhuatl para pedir cariño y comprensión

No estás triste, estás chípil

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Es normal sentirse chípil en tiempos de pandemia
Es normal sentirse chípil en tiempos de pandemia.

‘Que está melancólico y necesita cariño y comprensión’. Eso significa la palabra chípil, de acuerdo con el diccionario del español de México (DEM). Es decir, aquella persona que, por estar sensible o triste desea recibir cariñitos o ser apapachado. Después de seis meses viviendo en medio de una pandemia que nos ha cambiado la vida, no es raro que notemos el corazón apachurrado, ganas de llorar y poca motivación. Eso es estar chípil.

En otra acepción, el DEM explica que este adjetivo —de origen náhuatl — se refiere a quien ‘está triste o melancólico, sobre todo las mujeres cuando están embarazadas o los niños cuando su madre está encinta’. “Ese niño anda chípil; ha de ser que su mamá está esperando”. El diccionario breve de mexicanismos de Guido Gómez de Silva dice que ‘es un niño que padece malestar por hallarse embarazada la mujer que lo cría’. De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española (DRAE), chípil es un 'niño destetado que enferma'. También uno puede achipilarse, es decir, ‘Enfermarse un niño al destetarlo (por estar embarazada la madre)’. Es una de esas palabras que describen algo tan particular que — hasta donde sabemos — no existe en otro idioma.

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En su léxico indígena en el español de México, el lingüista y fílólogo español nacionalizado mexicano Juan M. Lope Blanc afirma que “indigenismos de carácter afectivo — meliorativos o peyorativos — hemos reunido pocos”. Destacan palabras como chípil, claro. Pero también: cuate (hermano gemelo o amigo íntimo), mitotero (que es bullanguero y amigo de fiestas y diversiones), chilpayate (niño de corta edad), escuincle (persona que está en el período de la niñez) o achichincle (persona que acompaña a otra de manera incondicional, adulándole y obedeciéndole en todo).

El diccionario del Colegio de México explica que en tres entidades del país —San Luis Potosí, Tabasco y Yucatán — se usa esta palabra para describir el menor de los hijos. “Danielito es el chípil”. Aunque para referirnos al más pequeño de la familia tenemos la palabra ‘benjamín’. Esta expresión tiene su origen en el personaje bíblico Benjamín, el más pequeño de los doce hijos de Jacob. No podemos negar que la rivalidad entre el hermano mayor y el menor es universal y ha sido contada una y otra vez en La Biblia, en los mitos romanos o en el folclor narrativo europeo y ruso.

También podemos encontrar este motivo en el Popol Vuh y la mitología nahua. De hecho, el síndrome de la rivalidad entre hermanos se encuentra ampliamente extendido en la región mesoamericana. En la mitología maya antigua, el antecedente más relevante sobre la rivalidad entre hermanos se encuentra en el libro quiché Popol Vuh, en el relato que trata acerca de “la rivalidad entre Hunahpú e Ixbalanqué, hijos de Xquic, con sus hermanos mayores — Hunbatz y Hunchouén — conflicto que concluye con la derrota de estos últimos, a quienes los primeros convierten en monos mediante un acto de astucia y de magia”, explica José Alejo García, miembro del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

La palabra viene del náhuatl tzípitl y, según El Chilangonario: Vocabulario de supervivencia para el visitante de la Ciudad de México, es un adjetivo para describir a alguien que está “enfermo, triste, débil, alicaído, que requiere cuidados o mimos”. De acuerdo con algunos estudios del yutoazteca — familia lingüística amerindia originaria del sur de Estados Unidos y de México, entre las que destacan el náhuatl y el comanche— la palabra “chípil se encuentra entre varias que se relacionan con enfermedades y con calentura”, explica Karen Dakin en su estudio Composición yutoazteca en el náhuatl: algunas etimologías.

En México es común escuchar decir a las personas: “Estoy chípil”. “No te pongas chípil, todo esto pasará” o “¡Ya no me molestes! ¿Que no ves que ando chípil?”, cuando nos sentimos tristes, melancólicos o taciturnos. Quizá porque, como a un niño que le quitan el cariño de su madre, sentimos que perdimos algo, o que la vida ya no será igual que como la conocíamos hasta ahora.

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