En enero de 2015, Guillem Montoro le dijo a Patricia Estellés, su pareja, que era trans. Lo hizo por WhatsApp ("es que cuando tienes 19 años te cuesta", se defiende ahora entre risas) y, según recuerda Estellés, lo hizo sin usar la palabra trans. Estaban juntos desde 2012. Se habían conocido por Twitter y empezado a salir poco después, pero en el momento de la revelación se estaban tomando un tiempo precisamente por la ansiedad que le había generado a él empezar a darse cuenta de que todo lo que siempre había sentido y había intentado meter "en la cajita de mujer y lesbiana" era en realidad otra cosa. "No era esa mi cajita", asegura.
Para Patricia Estellés fue un shock. "El no saber y el tener información errónea a través de los medios te hace replantearte cosas", cuenta. Se preguntaba que por qué a ella, que estaba tan tranquila, y que por qué tenía que cambiar toda la concepción que tenía de su pareja en su cabeza y empezar desde cero. Se tomó dos meses para ir asumiéndolo y en marzo volvieron. "Le dije que adelante, que yo no era nadie para cortar su felicidad y decidir sobre él o nuestra pareja porque es cosa de dos", relata. Y así hasta ahora.
Ellos consiguieron acompañarse en el proceso y salir adelante juntos como pareja. Sin embargo, esto no es siempre lo más habitual, como mostró un tuit que se hizo viral hace unas semanas en el que un usuario compartía unas capturas de pantalla de la conversación que tuvo en WhatsApp con la chica con la que llevaba "viéndose" unos meses al decirle que era trans.
Aunque sin llegar a extremos como la conversación de WhatsApp, este momento suele suponer un punto de inflexión en bastantes relaciones. Maribel Torregrosa, coach especializada en el acompañamiento a personas LGTBI, cree que para la persona cis supone siempre "un mazazo", ya que se da cuenta "de que ha vivido con una persona que no es la que ella pensaba" y siente que la relación se rompe. "Por mucha empatía y buenas intenciones que le eches", dice, es muy difícil que la pareja sobreviva. En su caso personal, cuando le dijo que es trans, su ahora expareja mostró mucha comprensión al principio, "pero al final las cosas se fueron complicando".
Marta Ábalos Calvo, psicóloga sanitaria y sexóloga especialista en acompañamiento desde la psicología afirmativa a personas LGTBIQ, del equipo del Centro de Psicología y Sexología Marta Loriente, explica que depende mucho del tipo de relación que tenga la pareja y de si han deconstruido "las creencias que provienen de forma estructural del cisheteropatriarcado". Es decir, si entienden el género en términos binarios o van más allá, ya que "el género se encuentra dentro de un espectro donde hay muchas formas de ser y sentirse más allá de lo que tradicionalmente nos han dicho que existe", apunta la experta.
En esta deconstrucción total podrían enmarcarse Jana Comadran y Raquel Hernández, su pareja. Llevaban casi un año juntas cuando Comadran le dijo a Hernández que era trans. Esta admite que tuvo una serie de miedos durante dos o tres semanas, pero más a "no ser suficiente" o no saber acompañar bien a su pareja en la transición que a dejar de quererla o desearla. A Comadran le daba pánico decírselo y se esperaba una negativa. "Una chica cis, hetero, y de pronto verse con una chica trans... una parte de mí habría entendido el rechazo", cuenta a Verne por teléfono. Sin embargo, solo encontró aceptación al otro lado y eso le "relajó muchísimo la ansiedad". Hace ya un año de eso.
La revelación
Ese miedo al rechazo del que habla Jana Comadran hace que en ocasiones esa salida del armario trans con la pareja (y con el mundo) se retrase o no se haga de golpe. Ella misma, que ahora tiene 29 años, dice que tiene claro que es trans desde los 18. A dar el paso final le ayudó su Trabajo de Fin de Grado. Estudió Trabajo Social y su tesis, que presentó en septiembre de 2019, estaba relacionada con las personas transgénero. Durante el verano, fue acercando el tema a su familia. Raquel Hernández dice que a ella no le sorprendió demasiado la revelación, porque en esos meses estivales su pareja ya le había transmitido algunas dudas, como si sería no binaria. "Hasta que se puso a pensar un nombre y un día me dijo 'a partir de ahora soy Jana' y le dije 'pues vale'", recuerda.
Alan Castillo, de 25 años, se lo dijo a Katy De Silva, de 24, al final, cuando ya iba a empezar el tratamiento hormonal. Llevaban dos años saliendo cuando, en 2017, él se mudó de su México natal a Madrid para estudiar arte dramático, y fue en España donde conoció la realidad trans y empezó a entender por qué se había sentido tan bien una época en la que se había cortado mucho el pelo y, de broma, sus amigos y la propia Katy habían empezado a referirse a él en masculino. "Cuando me empezó a crecer el cabello dejaron de bromear y mi novia volvió al femenino", dice. "Recuerdo que en esos momentos ya me enojaba, me sentía incómodo, quería decirle a Katy 'no me digas así', y no lo decía porque tenía miedo y no sabía lo que me estaba pasando", cuenta a Verne en una videoconferencia.
Al ir entendiendo, una vez en Madrid, qué le estaba pasando, lo primero que hizo fue decírselo a su familia y pedirles que le pagaran terapia psicológica. "Me escucharon, me apoyaron, me pagaron la terapia, fui a terapia y cuando ya estuve totalmente seguro de que este era yo, empecé a plantearme decírselo a mi pareja", recuerda. Ese año, en 2018, volvió a México una temporada, ya "con una expresión distinta": el pelo corto, ropa masculina, la voz más grave... Aun así, no se atrevió a decírselo todavía a De Silva, aunque le iba dando pistas.
Como la familia de ella es muy conservadora, Alan le decía que podía "convertirse en hombre" y que así a lo mejor le aceptaban mejor. "Ella me decía que no tenía que hacerlo, que si no me aceptaban no pasaba nada, ella me amaba igual", recuerda. Al final volvió a España sin haberse atrevido a decírselo de forma clara. Lo hizo poco después, cuando iba a empezar el tratamiento. "Hablé con ella, le dije lo que me pasaba, que mi familia lo sabía y que iba a empezar el tratamiento, que había tomado terapia y estaba seguro", cuenta el entrevistado.
La primera reacción y los miedos
"No voy a decir que fue fácil", confiesa Katy De Silva. Explica que tenía miedo a perder a Andy, como aún llama a Alan haciendo referencia a su nombre anterior, Andrea (Alan dice que está bien, que él ha optado por no cambiarse el nombre biológico en los registros porque "gracias a Andrea sé que soy Alan"). Al principio, De Silva lloraba constantemente y no quería hablar del tema por miedo a tener que acabar con él. "Pero Andy me dijo que no, que tenía que abordar el problema para ver si podíamos seguir", recuerda. Y ahí se produjo el cambio, que consistió principalmente en aprender. "Mi novia cuando desconoce un tema empieza a investigar muchísimo, al final ya sabía más que yo", dice Alan Castillo.
En esas primeras semanas, las entrevistadas cis hablan principalmente de miedos. A no ser suficiente, como Raquel; a lo desconocido, como Patri; a los posibles cambios físicos, dice Katy. "Era uno de mis miedos, no quería que perdiera sus ojitos de gato", asegura. Ahora se ríe al recordarlo: "¿Por qué habrían de cambiarle los ojos?". Y los cambios que sí se han producido le encantan. "Es hermoso y precioso", asegura.
Desde el otro lado, este proceso se vive también con miedo. "Es raro, porque tú has tenido tu tiempo previo de comerte la cabeza", dice Guillem Montoro. Él ya sabía lo que pasaba y había podido procesarlo, pero entendía que la otra persona podría decidir no seguir. "Ahora lo vemos con perspectiva y lo vemos muy fácil, pero yo recuerdo el miedo a no ser amado o deseado", asegura.
Las tres parejas creen que para salir adelante fueron básicas la comunicación, la empatía, y el respeto. Montoro explica que, aunque ellos no estaban juntos en ese momento, se esforzaron por no romper la relación que tenían y opina que fue eso lo que les facilitó volver. "Nos dimos nuestros espacios y nos permitimos saber qué nos pasaba a cada uno a nivel individual", cuenta. Alan Castillo dice que fueron "muchas pláticas, mucho entender al otro". Jana Comadran recuerda que Raquel estaba "superpendiente" de ella y que le sabía mal no poder estar más cerca (el inicio del proceso las pilló también a distancia).
La reacción del exterior
El cambio también afecta de cara al exterior, en cómo el entorno cercano y la sociedad en general reciben a la pareja. Todos hablan en términos positivos. Jana Comadran es muy consciente de que tienen "mucha suerte", pero tanto ella a nivel individual como en pareja con Raquel Hernández han sido muy bien aceptadas. Raquel pone como ejemplo cuando se lo contó a su abuela. Le dijo "oye, que a partir de ahora es Jana". Su abuela le contestó que muy bien, pero que seguramente se fuese a olvidar del nombre y que no se sintiese ofendida si le pasaba.
A su familia más cercana, Katy De Silva se lo ha ido diciendo poco a poco. Son más conservadores (lo que usaba Alan Castillo al principio para justificar un posible cambio de sexo), pero incluso su padre, a quien se lo contó el propio Alan, lo ha aceptado. "Le costó un poquito" y como todo ha sido a distancia "a veces se le olvida", dice De Silva, pero lo sabe y lo acepta. Quienes sí han notado un cambio importante en la familia de la parte cis son Guillem Montoro y Patricia Estellés. "Yo con la familia de Patri tenía un trato estándar, de ni bien ni mal", cuenta él. Pero dice que fue empezar el tránsito y que todo cambiara. Como ahora son "una relación totalmente heterosexual", se siente mucho más acogido de pronto por los miembros masculinos de la familia. "Es chulo, porque lo has echado de menos siempre, pero es extraño. Da pena que se haga por eso", asegura.
Este cambio de percepción también lo han notado al ir por la calle. "Cuando empecé a hormonarme, al ir por la calle de la mano casi echábamos de menos que nos miraran", recuerda Montoro. A Estellés también le llamó la atención el contraste. Pasaron de que les llamaran la atención en la piscina por besarse a ser una pareja que pasa totalmente desapercibida. "Él se corta el pelo y tiene un aspecto totalmente masculino y ya está. Ya no te miran, ya no te dicen, ya no te juzgan", resume.
Sin embargo, no todo es siempre tan bonito. Según los resultados de una macroencuesta publicada en mayo por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, un 20% de personas trans evitan habitualmente revelar su género por miedo a que les agredan o amenacen y, según la Federación Estatal LGTBI+, más del 40% de personas trans sufrieron amenazas o maltrato psicológico en 2018.
Todos los entrevistados coinciden en que sus retos como pareja vienen principalmente de fuera, de la percepción social. Alan Castillo habla de cómo alguna vez, antes de empezar a hormonarse, al tener un aspecto andrógino, le hablaban de ella. Esto provocaba sus inseguridades y que se sintiera mal y que, de rebote, Katy De Silva también se sintiese mal e intentase animarlo. "En este aspecto sí es complicado llevar a la otra persona, cuidarla del entorno social", explica Castillo. Además, cree que la persona cis también sufre discriminación cuando se sabe que su pareja es trans. "Se pone en cuestión su orientación sexual y si su pareja será suficiente", explica.
Guillem Montoro y Patricia Estellés hablan también de los retos a nivel legislativo. Si por ejemplo un día se planteasen adoptar, él no podría ser candidato por tener un informe en el que se dice que tiene una enfermedad mental, el informe de disforia de género todavía necesario en España para poder cambiarse el DNI. Por otra parte, creen que en el momento de la transición debería ofrecerse apoyo psicológico también a la familia y a la pareja. "Quien hace el tránsito es la persona del exterior, no tú", dice Montoro. "Tú transitas y adecuas tu físico, pero los que tienen que adecuar la mirada son las personas de tu alrededor, y se las desprotege un poco".
Con el paso del tiempo
Alan Castillo cree que su salida del armario cambió su relación con Katy De Silva para bien. "Empecé a abrirme más y sentirme más cómodo con mi cuerpo", dice. Antes, al no sentirse así, había veces en las que no quería que ella lo tocase o lo viera. No se han vuelto a ver en persona desde aquella visita de Castillo a México en 2018, pero está seguro de que cuando se reencuentren el cambio será positivo "a la hora de intimar".
Ella, que llama a aquellos días en los que lloraba sin parar su "quiebra" y reconoce que tardó "un ratito", casi dos meses, en ponerse a investigar y salir del agujero, cree que la relación solo ha cambiado "en que Andy se ve más feliz y así soy yo feliz también". Esto es algo que también nota Jana Comadran, que asegura que antes de salir del armario tenía muchísimos ataques de ansiedad "porque no podía ocultarlo más". Decirlo fue un gran desahogo y cree que eso se nota en la pareja. Patricia Estellés dice que en su relación con Guillem Montoro el cambio afectó en que "poco a poco" han ido sentando bases: "de confianza, de comunicación, y de respeto". Alan Castillo lo resume en que han aprendido "a observar más al otro".
Pese a las múltiples trabas a las que se enfrentan todavía las personas trans, todos los entrevistados están satisfechos con haber salido del armario y sus parejas con que lo hayan hecho. "Cuando una persona transita no es que sea mejor, va a ser la persona que es", dice Estellés, lo que hará que saque toda su felicidad y la relación mejore. "Qué mejor que dejar a una persona ser quien es y qué felicidad que lo quiera compartir contigo", asegura.
Raquel lo resume en una frase: "Al final es la misma persona, solo que es más ella misma".
Comunicación y apoyo
Desde un punto de vista psicológico, es imposible generalizar cómo va a llevar la transición una pareja. La psicóloga Triana Sanz, de Lua Psicología, señala que la salida del armario "conlleva una serie de emociones como el miedo o la incertidumbre" y que supone romper con el tipo de relación de pareja tal y como está en ese momento. Cambian "las dinámicas generadas, el vínculo, proyectos de vida, etc.", lo que dará lugar "a una crisis de identidad de la relación", explica. Cree que es clave generar "un buen clima de comunicación" y "aceptar y normalizar todo tipo de emociones y pensamientos que tengan y sientan durante el proceso", ya que todos cumplen una función.
Ante el miedo a no ser deseado o deseada o a dejar de desear, Marta Ábalos indica que es normal que aparezca, pero que lo importante es cómo se gestiona esa emoción. La experta recuerda que el deseo no solo tiene que ver con el cuerpo, por lo que no tiene por qué verse afectado. Por su parte, la psicóloga Raquel Moya, directora ejecutiva del centro Y Psi Hablamos?, añade que es importante el permitirse explorar a la pareja "en su nuevo aspecto". Aun así, concede que todo va a depender también mucho de la orientación sexual y apertura de cada uno de los miembros de la pareja. "Si se trata de personas bisexuales o pansexuales, habrá menos problemas", explica por correo electrónico.
En cuanto a si buscar o no apoyo psicológico, todas las expertas coinciden en que puede ser buena idea, pero que solo funciona si la persona quiere. Es decir, como cualquier otra persona o pareja. "Es importante contar con el acompañamiento psicológico si las personas así lo necesitan, de igual modo que se puede producir esta necesidad en relaciones de pareja independientemente de su identidad de género u orientación sexo-afectiva", señala Marta Ábalos.
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