“Hola, coleguis. Hoy tengo un mensaje muy importante que daros, sé que es algo que no os esperáis; sé que es algo que va a cambiar la forma en la que me veis; sé que es algo impensable viniendo de mí: soy gay. Soy mazo de gay”, arranca el tuitero Germán Sánchez (@gersanc_) en un vídeo publicado la semana pasada, acompañado por el comentario “¿Y qué si tengo pluma?”.
Más adelante, en el propio vídeo, Germán Sánchez aparca la ironía inicial y explica: “A ti no te sorprende que yo sea gay porque tengo lo que se conoce comúnmente como mucha pluma”. El vídeo de Sánchez –que suma más de 290.000 visualizaciones desde su publicación– forma parte de la campaña de salud sexual creada por XEGA (asociación asturiana de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales) con la que se pretenden visibilizar ciertos prejuicios sociales “heredados por el colectivo”, como dice Sánchez en el vídeo.
¿Y qué si tengo pluma? pic.twitter.com/HS4gHqPLhI
— GER (@gersanc_) October 28, 2020
“Tener pluma” es una expresión que se utiliza para señalar despectivamente a hombres, especialmente gais, que tienen comportamientos “afeminados”, y este tipo de discriminación se denomina plumofobia. “La plumofobia es una manera de discriminar a algunos hombres homosexuales por parte de la sociedad en general, pero también se da dentro del mundo gay”, explica a Verne por teléfono Borja Ibaseta, activista de XEGA. Ibaseta añade que, especialmente en las aplicaciones móviles para ligar, es frecuente encontrar perfiles que buscan a chicos “no afeminados” o “sin pluma”.
Hay varias teorías sobre el origen de la expresión “tener pluma” –aunque ninguna está totalmente demostrada– como aquella que la vincula a las plumas que vestían las vedettes, símbolo de un tipo de feminidad estereotipada; también se relaciona con las plumas que llevaban en el casco los soldados italianos fascistas que ayudaban al ejército franquista en la Guerra Civil española, y de los que se dice que utilizaban perfume. Sea cual sea su origen, la plumofobia tiende a denigrar aquello relacionado con lo femenino.
El psicólogo Gabriel J. Martín, especializado en pacientes gais y que habla de cuestiones como la plumofobia en su canal de YouTube, explica a Verne que la plumofobia dentro del colectivo LGTBI nace de la homofobia interiorizada que sufren algunos homosexuales, la cual viene motivada por los prejuicios sociales. Por eso, Martín considera que el foco sobre este tipo de discriminaciones no debería quedarse en lo que sucede dentro del colectivo. “¿Qué es lo peor que te puede ocurrir si como gay te encuentras a otro hombre gay que es plumófobo, que ese día no folles?”, reflexiona el psicólogo. “Para que no haya discriminación dentro del colectivo, hay que erradicar esos prejuicios de la sociedad”, añade.
Para Martín, el laboral y el educativo son dos de los ámbitos más importantes donde combatir la la discriminación por la orientación sexual o de género. “En el caso de la plumofobia, vemos cómo aquellos hombres que supuestamente tienen pluma no acceden a puestos directivos porque esas características afeminadas les penalizan”, explica Martín. “Yo he tenido pacientes a los que les han propuesto este tipo de puestos y estaban muy preocupados por cómo lo desempeñarían, si conseguirían el respeto de sus compañeros. Estamos hartos de ver esos estereotipos del mariquita gracioso en el cine y en la televisión", que "nadie toma en serio”, pone de ejemplo.
A sus 25 años, Germán Sánchez no recuerda ni una sola época de su vida en el que no le llamasen maricón o le dijesen que tenía pluma. “Cuando era pequeño no sabía exactamente lo que significaba tener pluma, pero sabía que era algo que me penalizaba por hacer cosas supuestamente de niñas”, cuenta.
El caso de las mujeres lesbianas
De este machismo y de esta misoginia que aún impera en la sociedad, y que denuncia la campaña de XEGA, tampoco escapan las mujeres lesbianas. Como explica a Verne Alba Medrano, experta en estudios de género y miembro del colectivo SAL (Suport i Autonomia Lesbofeminista), sobre las mujeres lesbianas también existe un tipo de discriminación, especialmente hacia aquellas que no encajan en el estereotipo femenino. Por su apariencia más masculina a menudo reciben descalificativos como “camionera” o “marimacho”, que sería el equivalente a la pluma en los hombres gais. “Pero no es plumofobia, sino lesbofobia (odio hacia las lesbianas) a secas”, aclara Medrano.
“Las mujeres lesbianas no somos leídas por la sociedad como mujeres en tanto que la categoría de mujer se construye como complemento a la categoría de hombre, y nosotras, las lesbianas, no estamos disponibles para ellos”, añade la activista y explica que entre las mujeres lesbianas puede haber casos de aquellas que prefieran a mujeres “no masculinas”.
En el caso de las mujeres lesbianas, los problemas para acceder a posiciones de relevancia se suman a los que ya arrastran las mujeres en general. “En las mujeres se penaliza cualquier cualidad relacionada con el liderazgo porque normalmente se atribuye a la masculinidad. Por ejemplo, si muestras carácter o capacidad de mando, en seguida se nos dice que somos unas mandonas o unas histéricas. Seguimos siendo mujeres, con lo cual nos enfrentamos al mismo techo de cristal que las mujeres heterosexuales”, dice Medrano.
Las consecuencias de la discriminación
Según el último estudio de 2019 sobre la LGTBIfobia (discriminación por razones de orientación sexual o de género) en las aulas, elaborado por COGAM (colectivo LGTBI de Madrid), el acoso escolar en menores LGTBI puede derivar a menudo en intentos de suicidio. Citando otros informes anteriores realizados a escala nacional, este documento señala que “de los más de 600 menores de 25 años encuestados que admitían haber sufrido algún tipo de acoso en el ámbito educativo, el 43% había llegado a plantearse la idea de suicidarse, el 35% lo había planificado, y el 17% lo había intentado en, al menos, una ocasión”.
Para Medrano, esta discriminación que sufren los niños y adolescentes es una muestra clara del castigo que sufren aquellos que muestran una disconformidad con los estereotipos de género. “No siempre tiene que ver con tus relaciones afectivo-sexuales porque con 10 años no tienes relaciones. Pero si eres una niña y te gusta el fútbol o no te gustan los juegos estereotipados de niñas, te van a llamar marimacho o lesbiana, no por tu orientación, sino como insulto porque no encajas en ese estereotipo femenino”, dice.
Gabriel J. Martín celebra que, gracias a la lucha por los derechos LGTBI durante décadas, la sociedad va cambiando poco a poco, propiciando que las nuevas generaciones no entiendan el género de una manera tan fija. Así, vemos como actualmente “existen expresiones o identidades de género como lo queer, el género fluido, el no binario…”. “Pero necesitamos seguir educando en diversidad porque la LGTBIfobia en las aulas y fuera de ellas todavía existe”, añade el psicólogo.
“Si tú tienes lo que se conoce como pluma, olé tú porque eres maravilloso”, dice Sánchez al final de su video de Twitter. Y añade: “Gracias a todas esas personas que se muestran sin tapujos, que se atreven a experimentar con la ropa, con el maquillaje, que se atreven a romper esos estereotipos de género”. El tuitero seguirá participando en la campaña de salud sexual de XEGA con dos vídeos más que pronto se publicarán en redes sociales. La asociación asturiana también recurrirá a otros influencers como Carolina Iglesias (@percebesygrelos) para esta campaña online que pretende llegar principalmente a los jóvenes, como explica Ibaseta.
Sánchez también está a punto de estrenar la obra La noche del año, en los Teatros Luchana de Madrid, en la que precisamente interpreta a “un hombre gay con pluma”. “Es un personaje que simplemente es así, pero la trama no gira en torno a su pluma. Es una buena forma de plantarle cara a la plumofobia, reivindicando la diversidad y normalizándola”, concluye Sánchez.
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