En la localidad sevillana de Coria del Río hay más de 600 habitantes que comparten el apellido Japón. El origen de este hecho se remonta al año 1614, cuando algunos de los integrantes de la Embajada Keicho, liderada por el samurái Hasekura Tsunenaga, se establecieron en ese municipio andaluz.
Esta historia se encuentra ahora de actualidad por el empeño de un grupo de japoneses por salvar una réplica del galeón que transportó originalmente a los 180 tripulantes de aquella expedición y que se encuentra en la localidad de Ishinomaki. Pero antes de hablar de esta iniciativa ciudadana, recordemos cómo aquellos japoneses acabaron en Sevilla en pleno siglo XVII.
La Embajada Keicho, considerada la primera misión diplomática nipona en llegar a América y a Europa, surge por iniciativa de un señor feudal llamado Date Masamune. Este prohombre había visto mermadas sus vías de ingresos por culpa de un tsunami, lo que, con la autorización del Gobierno central japonés, le llevó a extender sus lazos comerciales a otros continentes, como explicaron a Verne algunos historiadores en este vídeo.
Para lograrlo, claro, era necesario contar con una embarcación a la altura del desafío, por lo que el señor feudal contrató a cerca de 5000 carpinteros, herreros y ayudantes, quienes tardaron 45 días en construir una nave al estilo de los conocidos como "galeones de Manila", que hacían la ruta entre la capital filipina y Acapulco, en Nueva España.
Como los españoles tenían la tecnología más avanzada en aquella época, la construcción contó con el asesoramiento de un navegante español llamado Sebastián Vizcaíno. Eso sí, los historiadores japoneses que han documentado el proceso consideran que la participación de Vizcaíno se produjo "de mala gana".
El galeón japonés, conocido como San Juan Bautista, llegó hasta México. Después de atravesar por tierra ese país, la comitiva nipona continuó su periplo en naves españolas hacia Cuba, España, Francia y el Vaticano, destino final de su viaje. El componente religioso de este viaje es importante, ya que en esa época los jesuitas y los franciscanos se disputaban el control de las relaciones de Europa con Japón. A bordo de la nave viajaba el franciscano Luis Sotelo, uno de los principales promotores de la expedición y, para facilitar las relaciones comerciales, los miembros de la delegación diplomática no solo planearon una visita al Vaticano, sino que muchos de ellos se convirtieron al cristianismo.
No se puede decir que la misión fuese un éxito —Japón acabó proscribiendo el cristianismo y expulsando a los sacerdotes católicos—, pero algunos de aquellos viajeros decidieron establecerse en Coria del Río, localidad que habían conocido al ingresar en la península ibérica remontando el río Guadalquivir.
Con el paso de los años, aquellos japoneses empezaron a tener descendencia con la población local. Y según algunos historiadores españoles, para evitar a los sevillanos el mal trago de pronunciar los complicados apellidos japoneses, el cura que los bautizaba debió registrarlos con el apellido Japón, que aún hoy perdura en más de 600 corianos.
Esta expedición no solo dejó su huella en el rostro de algunos corianos —algunos de ellos aún conservan rasgos orientales—, y en la cultura popular española —la película Los Japón, protagonizada por Dani Rovira, habla de ello—, sino que también es bastante recordada en Japón. Sobre todo, a partir de 1981, cuando el novelista Shuzaku Endo (autor de Silencio, obra adaptada al cine por Martin Scorsese) narró su odisea en un popular libro titulado El samurái.
De ahí que, en 1993, la ciudad de Ishinomaki, desde la que partió la embarcación, presentara una réplica del galeón a tamaño natural a partir de planos históricos. Esta réplica navegó hasta Tokio para ser exhibida y luego se instaló en el Museo San Juan Bautista de Ishinomaki, inaugurado en 1996. Los visitantes podían recorrer sus cuatro niveles para conocer todos los detalles de la vida a bordo, desde el cuidado del velamen a la diferencia entre el camarote de Hasekura, estilo japonés, y el de Vizcaíno, estilo occidental.
Pero el 11 de marzo de 2011, un terremoto de magnitud 9 en la escala Richter provocó un tsunami que arrasó e inundó ciudades costeras a lo largo de 670 kilómetros de litoral. Este suceso se cebó especialmente con la ciudad de Ishinomaki, que contó casi 4.000 muertos, además de gravísimos daños materiales.
La réplica del galeón, sin embargo, resistió erguida al embate de las olas, pese a la rotura de sus mástiles y algunas otras cicatrices en el casco. Esta resistencia, tan sorprendente para un barco construido a partir de un modelo del siglo XVII, hizo que muchos lo convirtieran en símbolo de la reconstrucción de la ciudad.
Pero los expertos que lo han examinado recomiendan su desguace antes que su reconstrucción: "La estructura del barco presenta un grave deterioro y no resiste la reparación", según Yukari Yoshimoto, la portavoz del museo. De ahí que el gobierno de la prefectura de Miyagi anunciara que el próximo mes de marzo será desguazado.
La idea es que la nave original, de 55,35 metros de eslora y 480 toneladas, sea sustituida por una maqueta en escala 1:4 en plástico reforzado con fibra de vidrio que se expondrá a partir de 2024, según explica la propia portavoz. Añade que el coste de la nueva réplica será de 3,5 millones de euros, mientras que el total previsto para la restauración del museo ronda los 15 millones de euros.
Pero esta decisión ha despertado cierta controversia, por lo que un comité de ciudadanos llamado World Network to Save the San Juan Bautista (Red Mundial para salvar el galeón SJB) ha empezado un movimiento para preservar la réplica, al que ya se han sumado el Ayuntamiento del Coria del Río y la embajada de España en Tokio.
Según la web del grupo, que entre otras cosas han creado un grupo de teatro, el galeón representa "el gran viaje que hicieron nuestros antecesores y, por otra parte, es un símbolo del desastre [de 2011] y la recuperación para las generaciones venideras". Que la ciudadanía haya respondido con su implicación no es extraño si tenemos en cuenta que, para su construcción, los habitantes de Miyagi donaron unos 4 millones de euros, una tercera parte del coste total.
Juan Francisco Japón, presidente de la asociación hispano-japonesa Hasekura en Coria del Río, asegura que "es una gran pena que Ishinomaki, después de haber sufrido los efectos del tsunami, ahora se quede sin un importante símbolo de su historia".
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