Cada año es lo mismo en la Ciudad de México. Apenas comienza el otoño y el chilango ya siente que es invierno y, claro, muere de frío. Poco a poco, los peatones comienzan a tener un gran parecido con aquellos que viven en Siberia. En la oficina todos se quejan de las bajas temperaturas y, como se creen meteorólogos, hacen sus pronósticos para el frío del 25 de diciembre. “Esta Navidad va a estar canija”, dicen.
La realidad es que aunque en los últimos años el clima de la Ciudad se ha vuelto un poco impredecible, nunca hemos alcanzado temperaturas tan bajas como las de Sonora o Chihuahua. Así que, aceptémoslo, los chilangos son un poquito (o bastante) exagerados y eso hace que sea muy sencillo reconocerlos durante esta estación del año. Estas son algunas de las señales que los delatan:
1. Se visten como si fueran a escalar el Everest. Apenas termina octubre y se empiezan a ver a decenas de Kennys (personaje de South Park) caminando por las calles y no, no van a acampar, van a la oficina. Sí, a veces hay una que otra lluvia y viento, pero ¿de verdad es necesario usar una bolsa de dormir como chamara? Sus gruesos abrigos suelen estar acompañados de unas botas con borrega y unos guantes a los que cuidadosamente se les removió las puntas de los dedos para poder teclear a gusto.
2. Comen más porque necesitan calorías para combatir el frío. Por alguna razón, los chilangos creen que necesitan acumular reservas de grasa para sobrevivir al crudo invierno. Por eso, “hay que pedir unos taquitos o una pizza, porque con este frío necesitamos calorías”. Para seguir sobre esa línea el chilango deja de hacer ejercicio. Ya cuando baje el frío regresa a correr. La realidad es que vuelve a ejercitarse cuando la ropa no le queda por tanta caloría que inteligentemente consumió.
3. Convierten el tequila y el mezcal en su remedio para la gripa. Con tanto frío es imposible no enfermarse, pero eso tiene remedio. Un tequilita o un mezcal bastan para abrir la garganta, calentar el pechito y cortar la gripa. ¿Y si es infección? No importa, tomate otro caballito porque yolo.
4. El contacto corporal en el transporte público les deja de molestar. De febrero a octubre, los pasajeros del Metro o el Metrobús no soportan que se llenen tanto los vagones, pero cuando es invierno sus quejas disminuyen. Hace más calorcito. Ya por ahí de febrero o marzo, viajar tan juntitos vuelve a ser motivo de enojo y frustración.
5. Su personalidad hipocondríaca sale a flote. El chilango tiene la teoría de que todos están enfermos en estas fechas. Si alguien estornuda en la oficina seguramente tiene neumonía y obviamente ya contagió a todos en el lugar. Para fortalecer sus defensas comprará su jugo antigripal con doña Chonita, doblará su dosis de Redoxón, pero comenzará a sentir fiebre 45 minutos después, aunque el termómetro diga otra cosa.
6. Se transportan a la tienda de la esquina en carro. No importa si solo necesita un litro de leche, el frío es tan insoportable que irá por él en carro aunque la tiendita esté a 30 pasos de su casa. Su auto año 2001 tarda al menos 15 minutos en calentarse, así que lo que pudo haberle llevado 10 minutos, le tomará por lo menos 25. Ni hablar, mejor que congelarse.
7. Reduce la cantidad de duchas a la semana. La idea inicial es que para no enfriarse tanto, se bañaría por las noches, pero una vez que inicia diciembre eso no sucede. Poco a poco el número de duchas semanales del chilango disminuye. Se nota en su cabello enmarañado y en la exagerada cantidad de desodorante que usa para disfrazar su olor.
8. El calentador se convierte en su mejor amigo. Lo llevan a la oficina, lo prenden para calentar el cuarto y lo usan cuando salen de la regadera. Se convierte en el aparato electrónico consentido y hasta le toman fotos. Es en serio.
9. El frío es el pretexto para lamentarse sobre su soltería. “Tanto frío y yo soltero”. Ya sea en las reuniones con los amigos o en la oficina, siempre hay un forever alone que aprovecha la estación del año para quejarse (más) sobre su estado sentimental. Al parecer no tener pareja en invierno es todo un desafío digno de admirarse.
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