Para Marta Julia Puac, tejedora originaria de Santiago Sacatepequez (Guatemala), es una ofensa ver los diseños de sus huipiles, que tarda seis meses en confeccionar, insertados en un par de tenis, en bolsas o en pantalones cortos. “Nos duele ver que empresas tomen nuestros diseños y los usen sin saber su significado”, comenta a Verne en entrevista telefónica. “Venden estos productos a un precio muy alto y nosotros no obtenemos nada, ni un reconocimiento”. Esta situación no es nueva. Desde hace doce años la Asociación femenina para el desarrollo de Sacatepequez (AFEDES) se percató de lo que estaba sucediendo y comenzó a buscar alternativas para proteger las creaciones de la comunidad maya.
En febrero de 2017, la comunidad de tejedoras mayas con ayuda del personal de AFEDES, una organización civil que promueve el trabajo artesano, presentó una iniciativa de ley que busca reconocer a las comunidades indígenas como autoras de su creación. Angelina Aspuac, coordinadora del resguardo de textiles en la asociación explica que es una ley que busca la reforma de la ley de derechos de autor y la ley de propiedad industrial. “Esto vendría a dignificar el trabajo de las tejedoras que hoy por hoy no están vendiendo de manera justa y no porque no sepan cobrar, si no porque el mercado no paga más”, comenta Aspuac.
Lo que esta ley promoverá, de acuerdo con la representante de AFEDES, es la que las empresas se vean obligadas a acercarse y a pedir permiso para utilizar sus diseños”, indica. “Si la comunidad lo otorga, se definiría el precio que la empresa debe de pagar por la reproducción del diseño y también un porcentaje de ganancias”.
Puac agrega: “Con esta iniciativa estamos defendiendo nuestro arte porque se han violentado mucho nuestros derechos. No es correcto que alguien venga y nos robe. Si esta ley se aprueba nadie podría copiar nuestros diseños”, dice. “Nadie podría decir que los diseños son de ellos. La ley establecería que los dueños somos nosotros los mayas y las empresas tendrían que pedir permiso a la comunidad si es que quieren utilizarlos”.
La iniciativa de ley se ingresó de manera formal a la dirección legislativa de Guatemala el 23 de febrero y ahora, está en manos de la Comisión de pueblos indígenas. Si sale de esta comisión con un dictamen favorable, pasará al pleno del Congreso para su revisión y su aprobación. Aspuac asegura que el tiempo que dura este proceso no es predecible pues puede tardarse de una semana hasta meses. “Todo depende de la voluntad política, pero si esta ley se aprueba será un gran avance para los pueblos indígenas en Guatemala”, dice Aspuac.
¿En México funcionaría una ley de este tipo?
De ser aprobada, esta ley marcaría un precedente en cuanto a la protección de la propiedad intelectual colectiva de comunidades indígenas en otros países en donde el plagio de textiles es algo muy común. Al existir un vacío legal que no protege las creaciones de los pueblos indígenas, como en México, no hay manera de denunciar los casos de plagio.
Tan solo hace unos meses, la comunidad de San Juan Bautista Tlacoatzintepec (Oaxaca) denunció el plagio de uno de sus huipiles. Una tienda española había copiado la prenda. En 2015, la cantante mexicana Susana Harp publicó en sus redes sociales una fotografía en la que denunciaba que Isabel Marant, una diseñadora francesa, había copiado un tejido mixe originario de Oaxaca. En 2016, la marca argentina de ropa Rapsodia fue acusada en Change.org de copiar un bordado zapoteca originario del pueblo San Antonino Castillo Velasco. En ninguno de estos casos se remuneró o se dio crédito a las comunidades de manera oficial. Salvo algunas notas en medios de comunicación y de miles de compartidos y retuits, los tres casos pasaron desapercibidos.
El antropólogo Jesús Rafael Santaella, quien participó activamente en la divulgación del plagio a la comunidad de San Juan Bautista Tlacoatzintepec, asegura que en México no ha existido una propuesta de ley como la de Guatemala. “Con una ley propiedad intelectual colectiva se evitarían muchos plagios y las autoridades tendrían la obligación de responder a las denuncias”, comenta a Verne vía telefónica. “Debe haber interés por parte de autoridades en este tema. También se debe iniciar campañas de concientización en las comunidades explicando a las mujeres artesanas la situación sobre los plagios, así ellas pueden proponer iniciativas como la de las tejedoras en Guatemala”.
María Del Mar de la Mora, colaboradora de la tienda Toco Madera, la cual integra en sus productos diseño y textiles de distintas comunidades indígenas, indica a Verne que registrar los diseños de los textiles no es tan sencillo, al menos en México. “Ya pasó tanto tiempo de que salieron los íconos y las cíclicas que no hay forma de registrarlo ante algún Instituto público de propiedad intelectual”, señala. “Me parece que se tendrían que hacer varias reformas para lograrlo, pero abogados de propiedad intelectual nos han explicado que es complicado”.
De la Mora apunta que, en lo que esto sucede, existen otras formas de apoyar e incluir a los pueblos indígenas. “Lo que nosotros hacemos es registrar los procesos de cada comunidad. Hablamos con los artesanos, les damos su crédito y claro trabajamos de la mano con ellos”, indica. “Es importante que la gente conozca a la gente y sepa de dónde vienen nuestros productos. Hay muchas áreas en las que puedes innovar, no tienes por qué tomar ideas ancestrales y plagiar. Vivimos en una realidad dura, pero valdría la pena intentar hacer las cosas diferentes”.
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