Prueba a hacer este experimento: entra en el buscador de WhatsApp e introduce la palabra "abre". Es muy probable que hayas recibido –o enviado– en los últimos meses varios mensajes de este estilo: "estoy abajo, abre", "ábreme, estoy en tu puerta" o "te aviso y me abres".
"Chanan Walia, estudiante de segundo año de la Universidad de California, Berkeley, no puede recordar la última vez que utilizó un timbre o llamó a una puerta". Así arranca un reportaje de The Wall Street Journal sobre la muerte del telefonillo frente al móvil. No hace falta cruzar el charco: "En la mayoría de los casos envío un WhatsApp en vez de llamar al timbre", explica Luis Ródenas, universitario de 20 años, a Verne. "Siempre llevas el móvil a mano y sabes que la otra persona también, así que es más directo". Defiende. La respuesta de otros preguntados de diferentes edades ha sido similar:
No queremos molestar
Antes de la llegada de los móviles era común recordar los teléfonos fijos de los familiares, el propio e incluso el de varios amigos. Las agendas incorporadas en los dispositivos hicieron que no fuera necesario. Gracias a la mensajería gratuita, tampoco hace falta recordar los timbres.
"Es una cuestión de comodidad", explica por teléfono a Verne José Antonio Molina, profesor del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid. "Escribir un WhatsApp es una forma de no fallar, de evitar el trago de llamar a varios timbres por error".
No es una cuestión de egoísmo del que va a realizar la visita, también se hace para evitar molestar. "Hoy en día reflejamos la imagen de personas muy ocupadas, por trabajo, familia...", explica Molina. "Intentamos molestar lo mínimo posible, incluso antes de llamar por teléfono enviamos whatsapps para avisar de que vamos a llamar", cuenta. "Estas prácticas acaban convirtiéndose en hábito".
El móvil es personal, el timbre es compartido
La coyuntura económica y el aumento de los alquileres han provocado que los pisos compartidos no sean solo feudo de estudiantes, sino una situación común en personas de todas las edades. Y, claro, mucha gente vive en familia. Solo hay un timbre por hogar, pero cada persona que lo habita tiene su propio móvil. "Si vas a ver a alguien y vive con más gente puedes molestar", cuenta Ródenas, "para eso, hablas con la persona por WhatsApp y ya está".
También puede ocurrir en sentido inverso: puede que la persona que va a recibir invitados no quiera que sus compañeros –completos desconocidos en muchos casos– sepan quién les visita. Tan fácil como enviar un "cuando estés en la puerta, avisa".
El timbre, para los extraños
Familiares, amigos... Las personas cercanas tienen nuestro número de teléfono y pueden avisarnos de una visita a través de Facebook o WhatsApp. ¿Quiénes son, entonces, los que no tienen más remedio que llamar al timbre? En la mayoría de ocasiones, extraños: carteros comerciales, revisores del contador del gas o del agua, repartidores...
"No hay ninguna investigación publicada sobre la fobia al timbre, pero es algo real", cuenta el reportaje de The Wall Street Journal, que cita una encuesta en Twitter en la que el 54% de más de 11.000 votantes respondieron que el sonido del timbre les resultaba "tan raro que da miedo". En España, hay servicios que ya avisan de su llegada por mensaje: Resto-In, una empresa de envío de comida a domicilio, manda al usuario un mensaje de texto cuando el repartidor está a punto de llegar:
"Esta situación puede compararse a lo que ha ocurrido con la correspondencia", cuenta Molina. "Las cartas ya no pertenecen a personas cercanas. Si hay algo en el buzón, sabes que va a ser publicidad, facturas... Peros los mensajes de gente cercana nos llegan por otros medios". Las visitas, también.
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