La titulitis nos parece un mal tan extendido que la palabra aparece en el diccionario de la RAE desde 2001: “Valoración desmesurada de los títulos y certificados de estudios como garantía de los conocimientos de alguien”. Aunque el término es bastante anterior: por ejemplo, encontramos una carta al director de EL PAÍS publicada en 1985 con ese título. En opinión de su autor, Ernesto Sánchez, “la Universidad es algo más serio, algo vinculado a la investigación, a las auténticas vocaciones; no a la obtención de un título para vivir”.
Tener títulos de más podría ser incluso contraproducente. Por ejemplo, podría costarle el cargo a Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, después de que se hayan acumulado las irregularidades respecto al máster que supuestamente cursó en la Universidad Rey Juan Carlos. La universidad también está revisando el posgrado de Pablo Casado, que cursó un máster similar.
De todas formas y según los expertos que hemos consultado, la titulitis es una enfermedad en retroceso en España. No es que los títulos no tengan ninguna importancia y es cierto que en muchas ocasiones son, como mínimo, el punto de partida de una carrera o de un cambio profesional, pero ya no es en lo que más se fijan muchas empresas y consultoras, que dan más importancia a la experiencia.
¿Para qué sirve un título "de adorno"?
“Todo esto está cambiando”, explica Carlos Abelló, director de Spring Professional, la consultora de mandos directivos de Adecco. La formación sigue siendo un factor importante para las empresas, pero en su opinión y “a diferencia de hace 20 o 30 años”, tener un máster o un MBA “ya no es una garantía para conseguir un trabajo”. Lo que prima es la experiencia y las competencias. “Puede haber algunos puestos en los que sea obligatorio tener un máster, pero es un porcentaje cada vez más bajo”.
José Ramón Pin, economista y profesor en la escuela de negocios IESE, distingue entre los títulos habilitantes y “otros que son de adorno”. Los habilitantes son “los que te habilitan para ejercer una profesión”. Por ejemplo, si un estudiante de Derecho quiere ser abogado, tendrá que hacer también un máster de acceso a la abogacía.
En cambio, los títulos de adorno “tienen validez en el currículum, pero lo verdaderamente importante es lo que han aportado”. En su opinión, estos cursos son útiles cuando se obtiene formación necesaria, además de otras ventajas, como establecer contactos con otros alumnos.
Sin descartar a nadie por no tener máster
Nerea Figuerido es cofundadora de la consultora Alemany & Partners, especializada en la contratación de ejecutivos. En su opinión, el mercado de trabajo está cambiando “y va a cambiar mucho más”, con una formación cada vez más flexible y continua. También explica que hay menos titulitis en España que en países como Estados Unidos, donde a menudo se exige no solo que el aspirante tenga algún máster, sino que sea un máster concreto de una escuela determinada. Aunque esto también evoluciona en este país, sobre todo en empresas tecnológicas: compañías como Google e IBM cada vez cuentan con más empleados que ni siquiera han terminado la carrera.
Figuerido apunta que en sus procesos de selección de directivos no se descarta a nadie por no tener un posgrado, “eso sería impensable”. Sí cree que “hay que partir de una base, pero la experiencia y la trayectoria no te la da ningún máster”. También es más importante que cualquier cursillo el hecho de que el perfil de la persona encaje en la cultura de la empresa.
Pin coincide con Figuerido: a partir de los 30 o 35 años las empresas suelen fijarse más en la experiencia que en los títulos. Si una compañía busca a un director comercial, querrá a alguien "que haya sido director comercial o adjunto al director, que conozca el sector, que sea conocido... Y no tanto que tenga un máster o un posgrado". Y añade que, por ejemplo, “para los cuadros medios de la industria es mucho más adecuado contar con un grado superior de Formación Profesional que con un máster de dirección de empresas”.
Una forma de diferenciarse
Figuerido sí apunta que muchas veces quienes buscan un trabajo creen que necesitan unos títulos o posgrados para destacar: “Cada vez hay más licenciados, más oferta, más competitividad… Al final todo el mundo se quiere diferenciar”. Y diferenciarse es más difícil en el caso de un recién titulado que aún no tiene vida profesional.
Abelló añade que no hay que menospreciar el valor añadido que supone un máster o un posgrado en un centro de prestigio, pero, si se puede, “es más importante entrar en el mundo de la empresa y hacer carrera” que coleccionar títulos.
De hecho, un máster no siempre es lo más apropiado. “Tiene sentido en determinados momentos de tu carrera profesional. No siempre va a aportar un valor añadido”, opina Figuerido. Un MBA puede servirle, por ejemplo, a un ingeniero que necesite conocimientos financieros, pero quizás no tanto a un recién licenciado. Coincide Pin, del IESE, que apunta que antes de hacer uno de estos másteres es bueno contar con algo de experiencia “para saber elegir el más apropiado” y también porque así se le sacará más partido.
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