Ahora es "el abecedario del diablo": por qué generan tanta alarma los bulos sobre niños en peligro

El caso real de un instituto asturiano ha desembocado en una nueva oleada de bulos similar a la de Momo o La Ballena Azul

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El juego conocido como “abecedario chino” es una dolorosa práctica que muchos jóvenes, desde hace décadas, han sufrido en el colegio. Consiste en rascar el dorso de la mano de un compañero mientras este recita palabras que comiencen por cada letra del abecedario. Cuanto más tarde en recitarlas, mayor será la herida. Después de que apareciera en la prensa regional asturiana la noticia de un instituto en el que han aparecido decenas de casos, la información ha saltado a medios nacionales e internacionales cargada de falsedades, que relacionan esta práctica con bulos como la ballena azul. Además, el juego ha recibido un nuevo nombre: “El abecedario de diablo”.

Mario Prendes es el director del instituto Astures –en Lugones, Asturias–, donde se han producido estos casos. “A una profesora le llegó el rumor de que los niños estaban haciendo una especie de juego”, cuenta a Verne. “Hablé con uno de ellos, que tenía las heridas, y me contó que se trataba del abecedario chino”. Los alumnos no aludieron al “abecedario del diablo”, tal y como lo han bautizado muchos medios. “No es normal lo que ha pasado, los niños están todos bien y está todo controlado, no queríamos generar una alarma social”, afirma.

Aunque este suceso ha ocurrido en un único instituto, en Asturias, la información ha acabado exagerándose en medios nacionales y latinoamericanos, en los que llegan a afirmar que en el juego se utilizan cuchillas, tijeras o punzones para herir a los compañeros, algo que el propio Prendes ha desmentido que ocurriera. Otros medios lo relacionan directamente con Momo y la Ballena Azul, otros dos bulos sobre retos de jóvenes que desembocan en autolesiones o suicidios. También la Asociación contra el Acoso Escolar de Asturias vinculaba el juego del abecedario chino a la ballena azul en 2017, cuando se propagó una alarma similar por un único caso.

Si, tal y como ocurrió en 2017, los hechos se han producido en un único instituto, no se puede hablar de “reto viral”. Y conociendo la mecánica del juego, tampoco puede hablarse de que el abecedario chino "ponga en peligro la vida" de los niños. Sin embargo, muchos creyeron, tanto entonces como ahora, que realmente era posible. O al menos, se interesaron por ello. Estas son las tendencias de búsquedas de “abecedario del diablo” en Google en los últimos años. Los dos picos coinciden con el momento actual y el caso de 2017.

¿Por qué este tipo de información es tan mediática?

Los bulos y leyendas urbanas que incumben a niños y adolescentes suelen despertar gran expectación, aunque esto no es nuevo. Dos de los bulos virales que más se han difundido en los últimos años han sido el de la ballena azul y Momo, que en ambos casos trataban sobre un peligro (de suicidio, en ambos casos) para los jóvenes. Esta clase de bulos se propagaban incluso antes de que existiera internet, a través del boca a oreja, fax o fotocopias.

"Esta clase de historias siempre buscan un público nuevo, aunque remiten a las mismas ideas desde hace décadas", cuenta a Verne Antonio Ortí, coautor –junto a Josep Sampere– del libro Leyendas Urbanas en España. "Todas incluyen una moraleja relacionada con un peligro para los niños. Algunos grupos sociales [los padres, en este caso] sienten la obligación de transmitirlas, como un deber para proteger a los niños".

En su libro, Ortí habla de un conocido caso anterior a las redes sociales: el de las calcomanías con LSD. Según esta leyenda urbana, había personas que repartían calcomanías impregnadas con droga a los niños y, al chuparlas, los niños acababan drogados. La historia corría a través de fotocopias que, según cuenta Ortí, incluso podían verse en tablones de anuncios de colegios y centros de salud.

Este es uno de los avisos falsos que circuló por España alertando de las calcomanías con LSD. RecogidA por el blog Quince Minutos.

El libro de Ortí fue escrito en el año 2000 –con una revisión ampliada en 2006– y ya señala cómo, cuando un bulo pierde su capacidad de sorprender, suele acabar transformándose en una serie de variantes. En tiempos de la república, esta clase de bulos incluían a curas que daban caramelos envenenados a los niños, que les provocaban la muerte. En los 80 y 90, tras el apogeo de la heroína, llegó el turno de las calcomanías con LSD o los caramelos con droga (que también volvieron hace poco). Actualmente, la mayoría de estos bulos tratan de supuestos retos de internet que dan lugar a autolesiones o incluso el suicidio.

"La única distinción [entre las cadenas actuales y las de hace décadas] estriba en los motivos de quienes muerden el anzuelo y se toman la molestia de copiarlas", explica Ortí en su libro. "Si antes obraban por un vago temor supersticioso, ahora se dejan llevar por un miedo impreciso que les impulsa a no romper la cadena (aunque duden de ella) para evitar con su gesto una posible epidemia de corrupción infantil".

La difusión por redes, más masiva y veloz

Aunque estos bulos existen desde hace décadas, las redes sociales han hecho que crezcan mucho más y más rápido. "Es una cuestión puramente numérica: a más gente conectada, más bulos y más difusión", cuenta Ortí. En el caso de los bulos relacionados con niños entra, además, otro actor más: los grupos de WhatsApp de padres.

Teresa Fernández, Defensora del Profesor en Aragón y madre de tres hijos, explicaba a Verne en este reportaje sobre grupos de WhatsApp de padres que estos chats "han ocupado el lugar de los corrillos que se formaban a la salida del colegio". Si antes se alertaba del riesgo de las calcomanías con LSD en esos corrillos, ahora la información se distribuye a través de servicios de mensajería mucho más rápidos e impersonales. 

En el artículo titulado "¿por qué te llegan tantos bulos al WhatsApp?" explicábamos que uno de los principales motivos por los que se propagan los bulos es el miedo. Cuando recibimos mensajes alarmantes, sentimos el impulso de compartirlos para prevenir a nuestros seres queridos. Fernández contaba a Verne que, en los grupos de Whatsapp de padres, pedir sensatez y paciencia al compartir información es entendido, en ocasiones, como sinónimo de no preocuparse por los niños. 

La mejor forma de evitar la propagación de este tipo de bulos es identificarlos como tal antes de compartirlos. En esta guía puedes leer cuáles son las claves para hacerlo.

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