Apenas quedaban aficionados a los toros en los alrededores de Las Ventas cuando Sang Han hacía una foto a sus hijas y a su mujer. Detrás de ellas, la plaza en plena Feria de San Isidro. “Es totalmente diferente respecto a lo que me esperaba. No es un deporte. ¿Cómo lo digo? Es como algo religioso”, dice Arden Han, estadounidense de 43 años, sobre la corrida de toros que acaba de presenciar. Es su primera vez en España y en una plaza de toros. Su hija Claire, de ocho años, también esperaba algo diferente: “Creía que serían empujones y cosas así, como la lucha libre”.
Muchos turistas pasan por Las Ventas cuando viajan a España. En 2017, más de 71.000 extranjeros de 130 países realizaron la visita guiada por la plaza. Los más numerosos fueron los franceses y los italianos. Y algunos también acuden a corridas de toros. Aunque no todos los visitantes tienen muy claro en qué consisten. Lo comprobamos hablando con varios de ellos a la salida de los festejos taurinos del 5 de junio (torearon Sebastián Castella, Álvaro Lorenzo y Ginés Marín) y del 6 de junio (Antonio Ferrera, Miguel Ángel Perera y López Simón). Puedes escucharles en el vídeo que abre este artículo.
“Pensábamos que iba a ser un espectáculo sin cuchillos ni violencia. Pero ha sido completamente lo contrario. No hemos podido verlo entero. Solo media hora. Estoy muy enfadada porque he pagado dinero para ver morir un animal”, cuenta Huda Alhajjar, neerlandesa de 26 años. “La primera vez que lo han apuñalado en la espalda pensaba que no era un cuchillo de verdad”, añade su novio, Anas Azmeh, de 31 años.
Otros vienen con la lección aprendida. “Sí, sabía que mataban al toro”, dice Shravan Kumar Reddy, indio de 44 años. Ya había visto algún documental sobre el tema en su país. “Es maravillosa la forma en la que han matado al toro. Y un toro muy grande”, comenta. Lo que más le ha gustado es “la manera en la que el torero escapa del toro; el animal embiste, pero el torero sabe cómo evitarle”.
Florian Schaellig y Jacob Steinbrenner también saben que lo normal es que el toro acabe muerto. Son alemanes de 24 y 23 años respectivamente, de visita en Madrid por la graduación de un amigo. Abandonaron la plaza una media hora antes de que terminase la corrida. “No puedo decir que de verdad haya disfrutado, ya que toda la atención está en matar. No estoy de acuerdo”, dice Schaellig. Lo que más ha sorprendido a su amigo es que hubiera tanto público en un día laborable. “¿La mejor parte del espectáculo? Creo que un momento en el que el toro ha pillado al torero”, añade Steinbrenner.
A Shihren Hung, de 25 años, le ha encantado cómo iba vestido el torero: “El vestido tiene muchos, muchos, muchos colores”, dice esta taiwanesa, que está estudiando en Granada. Ha recorrido España junto a su hermano, Pichia Hung, de 21: “Su ropa es muy bonita, es preciosa”. Él tampoco conocía el desenlace de la corrida para el toro: “No sabía que lo mataban”.
¿Volverían estos turistas a los toros?
Las respuestas están muy divididas. Los taiwaneses estarían encantados de hacerlo. “Tengo pensado ir a más corridas de toros en otros lugares de España”, cuenta el indio Shravan Kumar Reddy. Uno de los alemanes también repetiría: “¿Por qué no?”, se pregunta Jacob Steinbrenner. Su amigo, Florian Schaellig, duda: “Probablemente no. Lo he visto bien, pero no soy un gran fan. No creo que venga otra vez”. Los holandeses no volverían: “Le echo la culpa a todos los que vengan a este espectáculo, porque, si nadie viniera, no se celebraría”, dice Anas Azmeh.
Entre familiares, las respuestas tampoco coinciden. La estadounidense Claire Han no volvería a un espectáculo que considera “sangriento”, pero su padre, Arden Han lo haría encantado: “Pero con los pañuelos blancos y el traje la próxima vez”. Entonces, quizá, sea él quien pose en la foto con Las Ventas de fondo.
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