Los sismos de septiembre de 2017 tuvieron altos costos en términos de vidas humanas y materiales, pero también afectaron a las salud psicológica de miles de personas. Dos años después de los terremotos, muchas personas experimentan trastornos psicológicos más profundos que el miedo a que la tierra vuelva a temblar.
Carlos Vázquez se encontraba en la colonia Roma, muy cerca del derrumbe del edificio ubicado en Álvaro Obregón 286. “Me tomó mucho tiempo entender que me había afectado más que a todas las personas”, cuenta a Verne el diseñador de 31 años. Hoy sigue asistiendo a terapia psicológica y toma medicamentos para controlar sus estados de ansiedad. “Cada vez es menos, pero me altera mucho el sonido de cualquier sirena. Si ahora sonara (la alarma), me podría dar un ataque de pánico”, relata.
Según la psiquiatra Dení Álvarez Icaza y la psicóloga María Elena Medina-Mora, la exposición a desastres naturales implica un riesgo elevado para el desarrollo de trastornos mentales como el síndrome de estrés postraumático, la depresión o el desarrollo de problemas psicosociales. “Hoy prefiero ponerme audífonos y solo tengo prendidas las alertas de SkyAlert [aplicación que alerta sobre sismos] y así no me alarmo en cualquier momento”, dice Vázquez.
Mañana es un día que no quiero recordar. Me da ansiedad nada más de pensar en la alerta sísmica otra vez. Remueven muchos recuerdos y qué miedo. ¿Alguien más se siente así?
— La fugitiva (@palomarrazola) September 18, 2019
Un estudio realizado por la Facultad de Medicina de la UNAM y el Instituto Nacional de Psiquiatría, después de un terremoto hasta un 63% de las personas manifiesta desesperanza, disminución de la motivación, menor rendimiento, pérdida de apetito, peso, fatiga y síntomas de depresión, entre otros trastornos.
Arturo Cruz también manifiesta fuertes síntomas de ansiedad cada que escucha una sirena, aunque no sea necesariamente la de la alarma sísmica. “Me quedo paralizado y aunque sé que no es el mismo sonido me quedé un poco predispuesto con esos sonidos repetitivos”, dice el geógrafo de 33 años. José Alfredo Contreras, académico de la coordinación de Psicología clínica de la Facultad de Psicología explica a Verne que esta respuesta es conocida como fenómeno de condicionamiento clásico.
“Un temblor produce miedo y ansiedad de modo automático, a eso se le llama estímulo incondicionado, pero si a esta sensación la asociamos con un estímulo neutro, como la sirena de una ambulancia, tendremos un condicionamiento clásico que nos producirá ansiedad por asociación”, indica, vía telefónica. Ana Laura Santos, periodista que participó de cerca en los centros de acopio para damnificados cuenta que asiste a terapia con regularidad por los efectos del sismo. “Días después me empecé a sentir culpable por no poder ayudar más”, dice. “Hoy creo que he avanzado un poco, pero sin duda fue una experiencia muy fuerte”.
No todos los que sufrieron afectaciones psicológicas han conseguido recibir atención. “Tengo síntomas de estrés post-traumático”, dice Verónica Mondragón. “No fue hasta un año después del sismo en que conseguí ir a terapia psicológica, sentí que necesitaba hablar del tema”, comenta, vía telefónica.
La falta de apoyo social y emocional están relacionados con la aparición del trastorno de estrés postraumático y la depresión. Según el estudio de la UNAM y el Instituto de Psiquiatría: “El apoyo emocional tiene un papel importante en los procesos de recuperación natural (...) aunque la principal motivación de muchos ciudadanos es la de ayudar a otros, estaban también ayudándose a sí mismos a superar el trauma”.
Peniley Ramírez, reportera de Univisión Noticias, vivió la catástrofe en primera persona. Un año después del sismo le diagnosticaron síndrome de estrés postraumático, “brincaba en la madrugada si sonaba un carro”, cuenta que pese a trabajar en terapia todo lo que el sismo dejó en ella, sigue viendo donde están las salidas de emergencia de los lugares. “La terapia ayuda a no estar en ese estado de hiperalerta pero el recuerdo es muy fuerte todavía”, su casa quedó en riesgo de derrumbe y tuvo que mudarse, un vecino rompió la puerta de su casa para ayudarla a salir. Todavía hoy reconoce que le alteran los sonidos agudos parecidos a una alarma. “La cuestión en Ciudad de México no es si va a volver a temblar, sino cuándo va a temblar”, dice Ramírez.
Según el académico de la UNAM, hay varios síntomas que se consideran alteraciones psicológicas moderadas o severas. “Recuerdos de angustia que vienen de modo involuntario, pesadillas relacionadas con el hecho traumático y reacciones a estímulos como las alarmas con sudoraciones o taquicardias”, detalla Contreras.
El psicólogo indica que el sismo tuvo consecuencias en todos los habitantes de la zona centro de México, pero algunas interpretaciones dependen de la regulación emocional de los individuos. “Hay que estar conscientes de cómo afrontarlo antes, durante y después. No hay que experimentar síntomas de depresión para pedir ayuda psicológica”, finaliza.
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