La Roma es uno de los barrios más eclécticos y bohemios de la Ciudad de México. También uno de los más gentrificados y conocidos desde que la película de Alfonso Cuarón lo catapultó al estrellato más aún. Rodeada de cafés, restaurantes, boutiques y salones de yoga; las paredes de la Roma forman parte del decorado, convertidas en una galería a cielo abierto donde abundan los murales, grafitis y carteles coloridos. Las posibilidades estéticas son infinitas.
Muchas marcas alquilan los muros de las calles para iniciativas publicitarias con ilustradores. Este ha sido el último caso de la agencia digital Pictoline que junto con Samsung y Tik Tok, crearon las jornadas creativas Internet Walls, en las que trajeron a algunos de los dibujantes más populares de la red para pintar varios murales en la ciudad.
El último, ejecutado por la ilustradora estadounidense Sarah Andersen el pasado 28 de enero, apareció con el tag del grafitero mexicano Zombra sobre los personajes que había dibujados en la pared. El grafiti forma parte de la identidad artística en México y vivió una explosión en la capital a partir de los años 90, como una herramienta de expresión a través de la intervención del espacio público.
I painted a mural in Mexico City! The mural is designed with a lot of poses in the hopes that people will try to pose alongside the character. I would love to see your photos next to the mural!
— Sarah Andersen (@SarahCAndersen) January 29, 2020
Thank you to @pictoline who brought me over and helped me paint! <3 pic.twitter.com/vr5Tb5JAx7
La conversación en redes sociales despertó un viejo debate sobre los límites del arte callejero (si los hay) y acabó derivando en si la acción fue una manifestación de contracultura o una falta de respeto hacia el trabajo de la artista.
El graffitero "Zombra" fue a desgraciar el mural de Sarah Andersen. Pinche vato culero. pic.twitter.com/BoOQOIxOYv
— Diamante💎 Envenenado⚠ (@Luisa_Diamante) February 3, 2020
Leo a mucha gente quejándose de esto y ya saben que me encanta ser esa persona voy a aguarles la fiesta
— B of Rivia 🐺 (@Yo_Soy_B) February 3, 2020
Primero que nada esto no es odio a Sarah Andersen, la pinta sobre su muro comúnmente se le llama pisar, esto no solo le pasa al muro de ella si no a cualquier muro (continua) https://t.co/5ECMy3fukM
Apropiación cultural de expresiones artísticas callejeras. Las marcas y agencias llevan tiempo sacando provecho de movimientos contraculturales como el graffiti para sacar provecho y seguir poniendo en marcha la máquinaria capitalista. Esto tiene varias consecuencias (2)
— Mike Sandoval 🤔 (@MiguelSandoval) February 4, 2020
Era el mural de Sarah Andersen :( y para mí, perdón por intensear o ver segundas lecturas, una forma de tapar (como siempre) la expresión de una mujer. No duró ni una semana.
— Carmen Murillo (@carmenmurillov) February 3, 2020
"Creo que nosotros le estamos dando un significado, pero yo no veo un mensaje político ni una acción de contracultura en todo esto. Lo que quiere Zombra es publicidad, y lo logró. Vende lo que hace como ilegal pero tiene su marca de ropa y expone en el extranjero", dice la artista callejera MAGA.
"Si vas a grafitear un mural al menos te das tu tiempo y haces algo mejor que lo que había, no solo es rayar por rayar", dice la joven artista cuyo trabajo puede verse en las calles de Ecatepec, Tecámac y Ciudad de México. "Si eres ilegal pinta en otro lado, busca otro spot", opina MAGA quien dice que no está a favor de ninguna de las partes. "Al final los dos salieron ganando con esta situación", señala.
"Me parece interesante el debate de arte pagado contra arte ilegal", dice el ilustrador Miguel Sandoval, quien ha pintado varios murales pagados en la colonia Roma y que también fueron intervenidos con grafiti."No me lo tomo como una ofensa (...) hay que resignarse a que en un tiempo tu mural va a desaparecer", apunta el ilustrador que ha trabajado en varios proyectos por los que las marcas pagan más de 100.000 pesos por pintar el espacio público.
La apropiación del grafiti por empresas que se adueñan de algo que nació de la ilegalidad representa una contradicción similar a la que muestra el propio Zombra. Sus obras que cuestan cientos de dólares, han sido expuestas en galerías de arte nacionales y de Estados Unidos. "Se me hace un poco cínico, no malo, pero sí cínico", dice Sandoval quien afirma que en este caso respetaría el trabajo de otros artistas.
La pintura del grafiti fue removida horas después, ya que el mural contaba con una capa protectora para proteger el dibujo.
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