Ataviada con un corto vestido negro que muestra unas largas piernas sin depilar, el look de Samantha Hudson - el nombre autoimpuesto por Iván González (Palma de Mallorca, 1999) - es toda una declaración de intenciones. Vestirse de mujer y hablar de sí misma en femenino es para esta cantante e instagrammer una manera de vivir su vida como quiere, sin ceñirse a estándares tradicionales. Las canciones que hasta ahora ha subido a Internet buscan transmitir un mensaje reivindicativo que adereza con mucho humor. Y es que, para ella, la performance también tiene mucho de activismo político.
Samantha no es un personaje, según cuenta ella misma, sino que es simplemente un alias que supone una extensión de su personalidad. Con 13 años, pensó que quizá era transexual. “Me gustaba mi apariencia cuando encajaba en un rol femenino. Nació esa duda en mí y durante una época intenté averiguarlo y experimentar”, explica. Después de un tiempo, descartó esta idea y llegó a la conclusión de que “simplemente quería ser así” porque la hacía sentir bien. Hudson descarta definirse como no binario [personas que no se identifican como hombre ni mujer]. “Me considero un chico pero... ¡la ropa de hombre es muy aburrida!”, sostiene.
La mallorquina se hizo popular con un trabajo de clase del instituto. En 2015, cuando Hudson tenía solo 15 años, creó el tema Soy Maricón para la asignatura de arte. En él, criticaba a la Iglesia Católica y a su postura respecto a la diversidad sexual. El contenido de la canción levantó una fuerte polémica entre sectores conservadores, e incluso el colectivo Hazte Oír recogió firmas para que sancionaran a su profesora. A cambio, consiguió un nueve en la calificación y empezó a ganar notoriedad.
En Cocinando a Samantha, el vídeo que encabeza este artículo exclusivo para Verne, la artista cuenta con humor la receta necesaria para poder llegar a ser como ella. Mezcla algunos de sus referentes y uno de los artículos que echa a la olla es precisamente una foto de Juan Pablo II. Según afirma: "La religión supuso un inicio en mi carrera". Hudson sostiene que a los once años sintió mucho fervor cristiano provocado por el hecho de no tener amigos. "Pensaba, si no me quiere nadie, ¡que me quiera Jesucristo! Pero se me terminó pasando y ser gay es mi nueva religión", cuenta entre risas.
El comienzo de Samantha
Gracias al tema Soy Maricón, no solo logró tener “un montón de seguidores nuevos en Instagram”, sino que también empezó a construir su “personalidad desde las cosas que pasaron en ese punto”. Sus inquietudes personales se convirtieron entonces en todo un personaje público con el que - a través de stories y de su música- buscaba reivindicar su libertad y de, paso, alimentar sus ganas de ser “una estrella del pop adolescente”. Aún está en ese camino y acaba de fichar por la discográfica independiente Subterfuge Records. De momento, comparte su vida casi a tiempo real con los 41.000 seguidores que siguen sus stories de Instagram.
En el documental de Filmin dirigido por Joan Porcel Samantha Hudson, una historia de fe, sexo y electroqueer (2018), se puede ver un extracto de su discurso de graduación en el que la entonces alumna de instituto defendió que respondería con actos como ponerse una corona “contra una sociedad que me rechaza y me niega el derecho a poder disfrutar de mi propia vida”. Con unos años más y un color de pelo diferente, cuenta que entonces “era una adolescente enfadadísima con ganas de protestar por todo. Ahora estoy más relajada y solo me enfado en temas de pobreza y derechos laborales”.
Vivir de su música
Con la intención de vivir de su música, Hudson se mudó a Barcelona en 2017 nada más terminar de estudiar bachillerato en el instituto. Pero, según cuenta, allí únicamente llegó a hacer “unos cuantos bolos” y seguía “viviendo del cuento”. Su aventura en la ciudad condal terminó de una manera precipitada cuando una noche de borrachera decidió bajar de un primer piso trepando por el balcón y terminó de bruces contra el suelo. Al volver a Palma junto a sus padres, trabajó en una pizzería durante el verano hasta conseguir los ahorros suficientes para volver a intentar triunfar esta vez en Madrid.
En 2018, Hudson aterrizó en la capital y empezó a sacar canciones que hacía tres años que tenía hechas, con videoclips de estética cómica y exagerada. Aunque seguía haciendo bolos con los que cantaba sus temas en bares y discotecas, mientras tenía que alternar trabajos como vender cigarrillos electrónicos y ser camarera para pagarse las facturas. Desde la semana del orgullo LGBTQ+ de 2019, a Samantha le empezaron a salir una gran cantidad de bolos. “Creía que se me iba a acabar el cuento en septiembre y que todo había venido por esas fiestas, pero no. Desde febrero del año pasado llevo un año viviendo de hacer shows”, cuenta. Uno de sus grandes hits: hacer un cameo en el vídeo de la nueva canción de Isabel Pantoja, titulada Enamórate.
Mientras prepara el lanzamiento del videoclip de su nuevo tema Hazme el favor, mantiene que la clave de su éxito es la espontaneidad. “Guionizarme en general es imposible y creo que saldría de manera desastrosa”. Por este motivo descarta hacer planes a largo plazo: “Voy a tirar con la música hasta donde llegue. Y luego... ¡pues abriré un bar de cócteles y me jubilaré!”.
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