Tin Tan, el célebre cómico mexicano de los años 50, está presente en todo el local. Playeras, libros y, por supuesto, películas. De la colección total de 106, Alberto Ramírez guarda 73. Se le ilumina la cara cuando habla de Tin Tan y no para de sacar ejemplares y cintas a la vez que señala la playera de “la película en la que hace de panadero”. En el local de los Ramírez Rosas, en Tlanepantla, Estado de México, la palabra que más se repite es nostalgia. Llevan 24 años con este Videocentro, el único que queda en toda la zona metropolitana de Ciudad de México. Un negocio ya obsoleto en la mayor parte del mundo pero que ellos se resisten a cerrar. “La piratería, la tecnología, Netflix, una pandemia, y aquí seguimos”, explica Alberto a la vez que asienten tímidamente tras el cubrebocas su madre Inés y su hermano Daniel.
Amigos. Ayer descubrí el último VideoCentro existente en todo México y creí importante compartírselos. 👴🏻🦖🦕📼 pic.twitter.com/LCjSMAbuPj
— Lalo Landa (@Grajeda) July 9, 2020
En este pequeño local con más de 4.000 películas, la familia recuerda sus domingos de los años 90 viendo cintas de acción o de terror junto a su padre, fallecido hace seis años y quien fundó el negocio y les inculcó el amor por el cine. Pero desde entonces muchas son las cosas que han cambiado y que han golpeado a este negocio. Videocentro se fundó en 1983 en México con el principal objetivo de distribuir películas y telenovelas de Televisa.
Tras años de éxitos, se extendió por todo el país teniendo unas ganancias millonarias rentando películas en formato Betamax y VHS. Su auge fue en los años noventa, hasta que la compañía estadounidense Blockbuster lo compró por diez millones de euros (unos 11 millones de dólares). Desde entonces, el surgimiento de plataformas digitales como HBO con 140 millones de suscriptores o Netflix con 182, han hecho imposible la competencia de estos pequeños negocios.
El último golpe ha sido la pandemia, que a la familia Ramírez Rosas les ha hecho cerrar dos meses y medio, aunque con matices. “Realmente cerramos las rejas, pero nuestros clientes del barrio nos seguían pidiendo películas por WhatsApp y así nos hemos ido manteniendo”, explica Alberto con una sonrisa picarona. Lo único que no ha aguantado los dos meses son las palomitas, paletas y helados que los clientes suelen llevarse para picotear durante el filme.
Daniel es el experto en películas de acción y el encargado de convencer a los clientes sobre qué películas llevarse. En medio del local hay una televisión donde el joven enseña los tráilers a los compradores indecisos. Durante la charla entra Luis Felipe Mosqueda con su hijo pequeño y una ajustada playera del Monarcas de Michoacán. Mosqueda recuerda la primera película que rentó con su padre: La Red, con Sandra Bullock y desde entonces ha perdido la cuenta de las veces que la ha visto. A sus 38 años, este hombre ha desistido de Netflix y demás plataformas “porque nunca está la película que quiero”, por ello viene desde San Pablo de las Salinas, a casi una hora del videocenter, para elegir algo que ver junto a su hijo, de unos 10 años. “Quiero inculcarle el seguir viniendo a estos lugares, como hacía con mi padre, no es lo mismo estar en la casa y apretar un botón a venir a estos sitios y elegirlas con calma”, asegura Mosqueda. Después de ver varios trailers y repasar toda la filmografía del lugar, acepta las recomendaciones de Daniel: Joy y El doble del diablo. Esta última se la lleva a pesar de las explicaciones de Daniel de que no es apta para el niño.
Los estrenos cuestan 45 pesos por un día de renta, mientras que las películas antiguas o de catálogo son 35 pesos por 72 horas. El cliente debe llegar con su identificación y registrarse para acreditar dónde vive y su teléfono de contacto, algo que no sabía Carlos Ramírez, de 48 años. Ramírez llega tras terminar de trabajar y busca cintas VHS -de video-casete, creadas en 1976- tras enterarse por redes de que existía aún un lugar para rentarlas. “Tenía ganas de revivir el VHS, tengo una televisión viejita y un VHS de General Electric que tiene más de 20 años. Obviamente con la tecnología pues todo se ha mejorado mucho, pero tengo buenos recuerdos de aquella época y quería enseñarle a mi hija”, sostiene.
El padre de este cliente les llevaba a él y a sus hermanos los domingos en su carro al Videocentro de Torres de Satélite, en el Estado de México y se pasaban horas eligiendo. Los Ramírez Rosas comienzan a sacar cintas en VHS. Tienen El Olograma, Déjame vivir, El día de la independencia y muchas de Disney, pero el comprador no tiene la documentación y asegura que volverá en un rato.
La familia explica que suelen venir clientes de muchos lugares del Estado como Metepec, Atizapán, Satélite, o Santa Mónica, pero que tienen cuatro o cinco que son fijos desde hace 20 años. Felipe, la señora Musme o un cliente que semana tras semana durante años renta la misma película. “Hemos visto crecer familias y decesos de clientes fieles. La mayoría ya son viejitos, pero nuestros compradores, gran parte, no solo vienen y rentan la película. Se quedan tiempo, hablamos, nos contamos cómo nos va. Es lo que tenían estos locales y aquí eso sigue vivo”, explica Alberto.
La calle Viveros, donde está el local de la familia, está llena de comercios. La tienda de las guayaberas yucatecas no ha podido con los casi tres meses de pandemia. El establecimiento de regalos también luce un cartel de ‘Se renta’. Y el restaurante de pollos. El Videocentro de los Ramírez Rosas, contra todo pronóstico, sigue abierto para los más nostálgicos.
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