Los cuentos de Percibald, el juglar de Tlatelolco que ayuda a los niños a olvidar el encierro

“La mayoría de ideas para pasar el confinamiento no están pensadas para niños”

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En la unidad habitacional Tlatelolco hay un chavo que todas las tardes sale a la plaza con una bocina y un cartel naranja bajo el brazo que dice: "De la casa a la plaza: narraciones para Tlatelolco". Desde las ventanas, cada vez, son más los niños que lo esperan. Ha llegado el momento del día para escuchar un cuento nuevo, algo emocionante después de varios meses encerrados en casa por el confinamiento. Patricio espera a Percibald García, el juglar moderno, desde su ventana y cuando escucha la música que anuncia el comienzo del espectáculo se emociona y se pone a bailar.

- ¡El cuento de Aladino!, pide Patricio, de 4 años.

Percibald lo anota para contarles a los niños esa historia el próximo día. Hoy toca un cuento "difícil pero muy bonito", dice el cuentacuentos; relacionado con la vida y la muerte, algo que lleva presente en el día a día de millones de personas desde que empezó la pandemia de la covid-19.

- ¡Yo también hago pan!, ¡Hago pan de fresa!, grita una niña desde un edificio, otro día, después de escuchar la historia del conejo panadero.

- ¡Pues, mi abuelita hace gelatina!, le contesta su vecina de abajo, a la que le gusta hacer ballet.

- ¡Pues, la próxima vez, me invitas!, responde la niña del pan de fresa, que se alegra de conversar unos segundos con otra niña de su edad a la que acaba de conocer gracias a ‘De la casa a la plaza’, un proyecto abierto y comunitario impulsado por Percibald García, su madre y algunos compañeros que cuentan historias a los vecinos de Tlatelolco, expectantes desde la ventana.

Construida en 1967, la unidad habitacional Tlatelolco llegó a ser una de las más grandes de Latinoamérica en aquellos años con 14.000 departamentos en los que actualmente viven alrededor de 40.000 personas. Como dice Percibald, la historia de Tlatelolco se remonta siglos atrás, lo que la convierte en una “ruina habitada”, construida y reconstruida a lo largo de tiempo donde las capas de historia se superponen. Fue el último bastión en la caída de México Tenochtitlan en el siglo XVI; después en 1968, fue el lugar en el que sucedió la terrible masacre de estudiantes del 2 de octubre y uno de los lugares más afectados por el fuerte terremoto de 1985 que tiró abajo el edificio Nuevo León.

"Me dedico a una práctica de la arquitectura que se llama producción social del hábitat, que plantea que los espacios no son solo físicos, sino que tienen una dimensión cultural, política y social”, señala García, quien recuerda que creció con las historias de su madre y su abuela mientras caminaba de pequeño por Tlatelolco. En vez de construir espacios, construye ambientes en los que echar a volar la imaginación desde la ventana y olvidarse un rato de la pandemia.

Una mujer y su hija escuchan a Percibald García desde su ventana. ALFREDO ESTRELLA (AFP)

“Después de que se decretara la emergencia sanitaria, nos dimos cuenta de que había muchos proyectos y actividades para mitigar los estragos del confinamiento pero la mayoría eran para adultos, dejando en la sombra las necesidades de las niñas y niños, que necesitan jugar y tener estímulos para su desarrollo (...) con los cuentos queremos que niños y adultos activen su imaginación y se apropien de manera simbólica del espacio público durante el confinamiento”, explica el creador de ‘De la casa a la plaza’. “Nadie le pregunta a los niños qué es lo que quieren”, por eso el joven arquitecto de 27 años decidió parar a escuchar las ideas de los más pequeños, cuáles eran sus deseos y sus pensamientos.

Percibald García dice que quiere continuar con el proyecto, después del encierro. Con la fama que ha cobrado en estas semanas, el Fondo de Cultura Económica (FCE) donó algunos libros más al proyecto. El día que se pueda salir de casa, llegará el momento en que los vecinos se encuentren en la plaza y le den un significado más a un lugar tan emblemático: “Me gustaría poder recabar muchas historias propias de ‘Tlate’ en un libro para que los niños y la gente nueva sientan arraigo por este territorio”. Cuando la pandemia pase, el juglar de Tlatelolco seguirá contando cuentos a sus vecinos.

Alfredo Estrella (AFP)

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