Resistieron (V) | Puedes besar a la novia, esta vez sin pijama: las bodas de las parejas que no pudieron casarse en el confinamiento

Muchas parejas han decidido durante los últimos meses aplazar sus enlaces o cambiar sus planes para adaptarlos a las medidas sanitarias

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A la izquierda, Antonio y Mari en el juzgado, justo después de casarse. A la derecha, Vero y Juanfran durante su boda en la iglesia de San Miguel Arcángel de Murcia.
A la izquierda, Antonio y Mari en el juzgado, justo después de casarse. A la derecha, Vero y Juanfran durante su boda en la iglesia de San Miguel Arcángel de Murcia.

(Ya han pasado seis meses desde que acabó el confinamiento y comenzamos, por fases, el retorno a "la nueva normalidad". Con esta serie, Resistieron, queremos recordar a las personas y las historias, muchas de ellas virales, que nos ayudaron a sobrellevar la primera ola de la pandemia).

Antonio Méndez y su pareja, Mari, tenían previsto celebrar su boda el 21 de marzo. Sin embargo, antes incluso que se declarara el estado de alarma, decidieron aplazarla “por responsabilidad”, según contaron a Verne en el reportaje sobre las bodas canceladas –y celebradas en pijama, en casa– durante las primeras semanas del confinamiento. Pusieron una nueva fecha, el 23 de octubre, y la responsabilidad les ha hecho aplazarla de nuevo. “A finales de agosto tomamos la decisión”, cuenta Méndez por teléfono. “Vimos que los casos empezaban a subir, que para octubre iba a venirse la segunda ola… y dijimos: ‘Mira, mejor aplazarlo’. Total, para casarnos con 30 personas… ¿A quién metes? ¿A quién dejas fuera?”.

Como Antonio y Mari, muchas parejas han decidido durante los últimos meses aplazar sus enlaces o, en caso de seguir adelante, cambiar sus planes para adaptarlos a las medidas sanitarias. Ha sido el caso de Vero y Juanfran: esta pareja de Murcia también canceló su boda en marzo pero, a diferencia de Antonio y Mari, ya advirtieron a Verne entonces que se casarían “en cuanto fuera posible”. Y fue el 26 de julio: “En junio, en cuanto nos desconfinaron, me puse a pensar en ello, pero por lío en el trabajo no me pude poner a organizarla hasta julio”, cuenta Vero Párraga por teléfono. “Tuvimos que cambiar el formato, solo acudieron familiares a la iglesia y al convite solo los diez más cercanos, pero no me arrepiento de nada, fue una boda preciosa”, cuenta.

Del casino de Murcia a un jardín en la huerta

Vero Párraga cuenta que en marzo, cuando tuvieron que aplazar su boda, ya lo tenían todo organizado: “Teníamos contratado al fotógrafo, las flores pagadas, el vestido de boda comprado, el lugar del convite elegido e incluso un cuarteto de cuerda para que tocara en la iglesia”, explica. Tenía planeado celebrar su boda en el Casino de Murcia pero, con el cambio de fecha, tuvo que cambiar de planes. “Para encontrar una fecha con tan poco tiempo [menos de un mes] en la que tanto mis familiares como los profesionales implicados en la boda pudieran asistir, nos decantamos por casarnos un domingo por la tarde”, cuenta. “Nadie se casa un domingo por la tarde de julio y eso tiene ventajas, como que nadie tiene planes”, explica. Sin embargo, también tiene alguna desventaja. “En verano, el casino de Murcia no abre los domingos, así que al final lo hicimos en el jardín de la casa de mi padre, en un pueblecito huertano de Murcia, Nonduermas”.

Párraga cuenta que decoraron el jardín, compraron una vajilla “desechable, pero muy bonita” y celebraron un convite con sus familiares más cercanos: sus padres, sus hermanos y las parejas de estos. “Al final, se trataba de estar tranquilos y de estarlo en el futuro: no queríamos recordar la boda con miedo, o como ‘el día en que alguien de la familia se contagió del coronavirus’. Queríamos un buen recuerdo, y así ha sido. Para mí, ha sido preciosa”, cuenta.

Vero y Juanfran, en la salida de la iglesia tras su boda.. Cortesía de Vero Párraga

Esta joven, de 32 años y profesora en Murcia, cuenta que varios de sus familiares son sanitarios y que, también por ellos, cuidaron especialmente las medidas de seguridad en el convite. “Además de gel hidroalcohólico, colocamos la mesa en forma de U: nosotros en el centro, a un lado la familia de Juanfran y al otro la mía”, explica. “Era una forma de no tener a nadie frente a frente y muy cerca, pero de que todos nos viéramos las caras”.

A la ceremonia en la iglesia, explica Párraga, sí acudieron más familiares, aunque no sus amigos. Ni siquiera los que, el día que iba a ser su boda, en marzo, le organizaron un aperitivo y algunas actividades por videollamada. “Eché de menos a mis amigas pero, por miedo y por responsabilidad, prefería no organizar nada multitudinario”, cuenta. “Ya encontraremos una ocasión para celebrar algo más adelante y juntarnos todos, quién sabe: tal vez por el nacimiento de un hijo, o un bautizo”.

Boda civil a falta de convite

Aunque Antonio Méndez y Mari no han celebrado su boda todavía, ya se han casado. “En junio nos avisaron de los juzgados de que podían casarnos el 26 de junio”, cuenta. “Nos avisaron con dos semanas de antelación, aproximadamente, y allí que fuimos: solo mi mujer, nuestra hija, familiares hasta llenar el cupo de 10 personas… Y la jueza, claro”, explica Méndez. “Como por aquel entonces la situación [con el coronavirus] estaba algo mejor y los bares estaban abiertos, después nos fuimos a comer con la familia que había acudido”.

Antonio y Mari, junto a su hija, después de casarse en los juzgados de Murcia.. Cortesía de Antonio Méndez

El plan original de Antonio y Mari era casarse por lo civil el 20 de marzo y celebrar el convite al día siguiente, el 21. Sin embargo, finalmente entre la boda civil y el convite (25 de septiembre de 2021) habrá más de un año de por medio. En Almería, Marina Tejerina y su pareja José Cotes han vivido una historia casi paralela: esta pareja también tenía pensado casarse el 21 de marzo, lo aplazaron a octubre y, durante el mes de agosto, decidieron aplazarla de nuevo.

“Viendo que los casos estaban subiendo de nuevo y que tampoco íbamos a poder hacer la boda tal y como la teníamos planeada, decidimos cancelarla”, explica Marina Tejerina a Verne. Este 13 de noviembre se han casado por lo civil. “Haremos un pequeño viaje por Andalucía, de unos días, a alguna casita rural y solo si la situación lo permite”, cuenta la almeriense. La luna de miel que tenían pensada planeada antes de la pandemia era un gran viaje por el continente americano, pero de momento tendrá que esperar. “Confiamos en poder hacerlo el año que viene”, dice.

Las tres parejas, Marina y José, Vero y Juanfran y Antonio y Mari, tenían todo contratado para la boda de marzo. “Tuvimos que llamar de nuevo a todo el mundo y pedir otro aplazamiento”, cuenta Antonio Méndez. “Nadie nos ha puesto ninguna pega. ¿Qué van a hacer? Seguro que hay mucha gente como nosotros y están aplazando e incluso cancelando un montón de bodas, mejor tener algo cerrado para dentro un año que nada”, considera. En 2019, según el Instituto Nacional de Estadística, hubo más de 165.000 nuevos matrimonios en España. El INE todavía no dispone de información de este 2020 pero, según datos facilitados a Cinco Dias por la Asociación de Profesionales y Bodas en España, en lo que va de año se han realizado apenas 20.000 bodas.

Tras dos aplazamientos, Mendez se toma con humor y optimismo su futura boda: “Está claro que hacer planes ahora mismo no es buena idea. Si puede ser en 2021 perfecto, y si tiene que ser en 2025, pues sin problema también”, bromea. “Podemos esperar lo que haga falta, y la vida sigue: este año no nos hemos casado, pero nos hemos mudado y hemos tenido otra hija. Nos queremos igual, y así va a seguir sea cuando sea la boda”.

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