Después de 10 meses conviviendo con la pandemia, no solo nuestro día a día se ha visto afectado. También nuestra percepción del tiempo y la forma que hemos tenido de vivirlo. Y aquí estamos, tratando de construir nuevas rutinas mientras sobrevivimos. Una tarea nada fácil.
La enfermedad ha golpeado nuestra salud mental, nuestro descanso, hábitos alimentarios, rutinas de trabajo y de cuidados. En mitad de todo este caos, dormir con normalidad se ha convertido en un reto difícil para millones de personas y el insomnio se ha disparado en todo el mundo. Según una publicación en el Journal of clinical sleep medicine (JCSM), la pandemia aumentó las consultas en Google sobre insomnio un 58% en Estados Unidos, una tendencia seguida en el resto de países durante los primeros meses del confinamiento. “Se puede comparar con la exposición a otros eventos traumáticos, incluidos brotes de enfermedades, como SARS y H1N1, desastres naturales, incluidos terremotos y ataques terroristas”, explica la profesora emérita en Salud de la Arizona State University, Carol Baldwin.
Este desastre a largo plazo que afecta a los trabajadores de la salud, pacientes, familias, individuos, empresas, escuelas, seguridad económica, calidad de vida, miedo a contraer el virus y todo lo que las comunidades y culturas valoran, nos ha robado el sueño. Carol Baldwin estima que unos 3.120 millones de personas en todo el mundo tienen “alguna forma de alteración del sueño asociada con la pandemia”, aproximadamente el 40% de la población. De acuerdo con otro artículo publicado también en el JCSM la pandemia ha generado trastornos de ansiedad y depresión a 1.800 millones de personas.
Aunque la llegada de la vacuna puede que mitigue esa ansiedad tan abundante, la doctora considera que todavía quedan entre tres y seis meses para que las comunidades y los países comiencen a salir de la pandemia. En casos de extremo aislamiento de adultos mayores, personas que han perdido a un familiar con la enfermedad o de personal médico que trabaja con altos niveles de estrés, la ansiedad podría derivar en un trastorno de estrés postraumático (TEPT) que puede materializarse con sueño intermitente, poco descanso, pesadillas e insomnio. “En estos casos y en estos individuos, los sueños y, en particular, las pesadillas, podrían ser indicadores de TEPT”, agrega la especialista. “La falta de sueño adecuado o los cambios en el horario para dormir se convierten en factores estresantes”, señala.
La especialista en sueño recomienda trabajar en el descanso nocturno como una herramienta para reducir el estrés: tener una hora fija para dormir cada noche, que el espacio sea agradable, sin luz y a buena temperatura, son algunas de las claves para dormir mejor. Baldwin recomienda a los adultos dormir al menos siete horas al día, cuidar la alimentación y tratar de tener hábitos saludables todo lo que se pueda. Dato importante: para mejorar el descanso es necesario desconectar cualquier dispositivo y pantalla dos horas antes de irse a dormir. Así que nada de darle un último vistazo al celular antes de cerrar los ojos.
Es importante reducir la cantidad de cafeína (café, té, cacao, bebidas energéticas) antes de ir a la cama. “La cafeína es un estimulante y un diurético, lo que resulta en problemas para conciliar el sueño e interrumpirlo para ir al baño”, explica. También existen alimentos y bebidas que favorecen nuestros niveles de melatonina para conciliar el sueño. “Algunos snacks recomendados para la hora de dormir incluyen almendras, un plátano o un puñado de cerezas”, refiere Baldwin.
Existen numerosos estudios de investigación realizados en todo el mundo que han demostrado las relaciones entre la falta de sueño, particularmente la dificultad para conciliar el sueño y permanecer dormido y el desarrollo de sobrepeso y obesidad, enfermedades cardiovasculares, incluida la hipertensión, diabetes tipo 2, problemas de aprendizaje y memoria, cambios en la función inmunológica, ansiedad y depresión, abuso de alcohol y sustancias, peor calidad de vida e incluso la muerte.
Mientras sigamos rodeados de incertidumbre, es importante atender nuestro descanso. La relación que la pandemia de covid-19 ha tenido en la salud del sueño hace pensar a la comunidad médica en el impacto que tendrá en la humanidad durante los próximos años, si persistirá o si dará lugar a tasas más altas de insomnio crónico en la población. Por lo pronto, recordaremos 2020 como el año en el que el coronavirus también nos robó el descanso.
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