El ginkgo, un árbol caducifolio originario de China, nunca había sido tan buscado en Google como durante esta última semana. Un solo ejemplar tiene la culpa: las imágenes de la alfombra dorada que han formado las hojas de uno de estos árboles en un templo budista de las montañas de Zhongan, en China, han aparecido en los últimos días en medios de todo el globo como la televisión nacional china, Daily Mail, o el italiano Corriere de la Sera.
Golden leaves from a 1,400-year-old ginkgo tree covers ground of a temple in Xi’an, Shaanxi, as winter approaches pic.twitter.com/M4mUqXsgpJ
— CCTVNEWS (@cctvnews) noviembre 22, 2015
Este ginkgo, cuya antigüedad se estima en 1.400 años, está ubicado en el jardín de un templo budista la región china de Xi´an, en las montañas de Zhongnan. A lo largo del mes de noviembre, las miles de hojas caídas del árbol han creado un tapiz en el suelo que, tal y como muestran las imágenes publicadas por Daily Mail, han atraído la atención de muchos curiosos y turistas:
La alfombra dorada que crea este árbol cuando su hoja cae no es la única curiosidad que esconde. "Hasta 1691 solo se conocían ejemplares en estado fósil", explica Mariano Sánchez, del Real Jardín Botánico, vía telefónica a Verne. "Fue entonces cuando se encontraron ejemplares 'vivos' en China". Debe su longevidad a su resistencia a las plagas, a los hongos y a las altas temperaturas, hasta el punto de convertirse en el único superviviente natural a la bomba atómica de Hiroshima.
Aunque la procedencia del ginkgo es el gigante asiático, no es necesario acercarse hasta allí para disfrutar de la alfombra dorada que estos árboles crean en otoño. "Llegaron a Europa en 1870", cuenta Sánchez. "La primera compra de un ginkgo fue muy cara para la época, 40 escudos, y por eso en muchas partes se le conoce como 'el árbol de los 40 escudos'".
El Real Jardín Botánico cuenta con cuatro ejemplares (el más antiguo, de 120 años), y no es único lugar de la península en el que pueden encontrarse. También hay ginkgos en Barcelona, Murcia, Santiago, San Sebastián, Málaga, Valencia, Sevilla... Eso sí, contemplar su tapiz amarillo de hoja caduca también tiene un precio: soportar el mal olor, similar al vómito, que producen sus frutos.
"El árbol hembra da unos frutos cuya carne, que proteje a la semilla, desprende un olor similar al del pescado podrido si el fruto se rompe, de ahí el olor", explica Sánchez. "Por tanto, es en otoño, cuando los frutos caen al suelo, cuando puede oler". ¿Vale la pena entonces acercarse? Para el botánico, sin duda: "Las alfombras que crean son preciosas. Su amplitud, su color característico... Es una de las cosas más espectaculares que se pueden ver en otoño".
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