-¿Estáis enfrente del Reina Sofía? Tócate las narices, ¡vosotros y tropecientos más! Así no voy a encontraros en toda la noche...
El hombre que intenta dar con sus amigos se encuentra en la escalinata del Museo Nacional de Arte Contemporáneo, oteando en la masa que se agolpa frente al escenario de la plaza. Son las 10 de la noche, hay un 70% de votos escrutados y los seguidores de Podemos observan la proyección de Al Rojo Vivo como si de un partido de la selección de fútbol se tratara.
“Vamoooosss”
“¡SÍ SE PUEDE, SÍ SE PUEDE!”
[Tras la subida de un escaño del PSOE] “Uuuuffff”
[Cada vez que nombran a Pablo Iglesias] "¡Presidente! ¡Presidente!"
Cada movimiento en los escaños se celebra como un gol, aunque lo cierto es que, desde hace un rato, hay pocos goles. Y nadie tiene cara de ir ganando. Como no hay árbitro y entrenadores a los que echarle la culpa, las frustraciones van para la Ley D´Hont y la falta de confluencia con Izquierda Unida.
“Es que mira qué diferencia con el PSOE casi con los mismos votos, es una vergüenza”, se queja una chica joven a una señora mayor a la que acaba de explicar el porqué de la diferencia de escaños.
“Qué fácil lo han tenido para votar en Galicia, deberían haber confluido en toda España”, comenta un joven a su grupo de amigos. “Seguro que ahora echan de menos el milloncete de votos que ha rascado Garzón”, responde uno de sus compañeros.
Mientras, en Al Rojo Vivo, conectan con Génova. "No parece haber mucha gente", afirma el presentador. La gente de mi alrededor ríe.
"¿Dónde están? ¡No se ven! ¡Los chorizos del PP!"
Mientras, en Génova
En Génova también tienen palabras bonitas para el partido de las berenjenas, aunque su consigna no rima: "¡Podemos huele mal, Podemos huele mal!". No hay tanta gente como en elecciones anteriores, y los ánimos no son los mismos.
"Estos para gobernar se juntan con Bildu si hace falta", comenta un señor mayor, de unos 60 años, en un corrillo. En el mismo grupo también se escucha:
"La horquilla, tal y como está ahora, es ingobernable"
"Con esta política en tres meses estamos en bancarrota total"
"En un año como Grecia y en dos como Venezuela. Eso, si no estamos dándonos de tortas mañana mismo".
La nota de humor viene de los cánticos del colectivo Homo Velamine, los falsos hipsters que se han colado en la portada de Libération. A sus pancartas de "menos Podemos y más torreznos" o "el único Rivera bueno es el del Duero" se sumaron sus gritos de "Ano, ano, ano, todos con Mariano". "Mira qué monos los hipsters", dice alguien a su alrededor.
A pocos metros, una señora habla por teléfono. "Ahora parece que va llegando más gente, pero tiene pinta de que aquí no va a salir nadie". Se equivoca: Rajoy sale cerca de las 12 de la noche y, de repente, parece que en Génova también observan un partido de la selección. Se corea "España" en todas las formas y ritmos posibles:
"¡Que viva España!"
"ES-PA-ÑA, ES-PA-ÑA"
"Yo soy español, español, español"
También hay piropos para el presidente y su mujer: se escuchan gritos de "¡guapo!" y "mira su mujer qué maja y qué guapa". Y también críticas: "La verdad es que se nos ve jodidos", dice una chica que ha venido con su grupo de amigos de la universidad. Van leyendo los mensajes de sus amigos en Facebook y Twitter. Les parecen fatal las críticas bipartidismo en Internet.
–Es que claro, ellos pueden hablar abiertamente en las redes sociales y nosotros no, es acojonante. No hay libertad de expresión.
-Mira, mira este tuit: "Los primeros sondeos indican que los españoles son gilipollas".
Todos se parten de risa.
Podemos se hace de rogar
Hace media hora que Mariano Rajoy ha terminado su intervención y, en el Reina Sofía, Pablo Iglesias solo ha aparecido en la pantalla. Los ánimos se han templado y algunas personas comienzan a marcharse. Al menos, a buscar un lavabo: "Ahora vuelvo", dice un joven a sus amigos, entre risas. "Le he hecho demasiado caso al Camarada Mahou y no aguanto hasta que aparezca el Camarada Iglesias".
Cerca de la una de la madrugada comienza a sonar el tema de Los cazafantasmas y la comitiva del partido aparece. Y los "¡Sí se puede!" y los "¡Presidente, presidente!" vuelven a resonar. Cuando le llega el turno, Iglesias habla de los pequeños gestos que son los que nos convierten en héroes. A mi lado, un señor de avanzada edad llora. Detrás de mí, otro, también entrado en años, se queja. "Joder, qué moñas, parece el guión de Amélie".
Tras una ronda de hits de la canción protesta –A galopar, El pueblo unido jamás será vencido e incluso una a capela de Puente de los franceses arrancada por Monedero– la masa de la plaza comienza a disgregarse.
Cerca de los jardines de Atocha a los que Pablo Iglesias también evocó en su discurso algunos siguen coreando el "sí se puede". Otros, todavía tienen ganas de celebrar: "¿Queda algún sitio abierto que no sea el McDonalds para tomarse la última?".
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