Las calles de Tlalpujahua (Michoacán) nunca abandonan la temporada de fiestas navideñas. Por sus avenidas se observan pinturas de Santa Claus que lucen todo el año y su población se encuentra sumergida en la brillantina y el esmalte carmín característico de fin de año en México. La principal fuente de empleo de este pueblo se encuentra en la creación de adornos navideños.
Las casas, que ostentan nochebuenas y guirnaldas, también suenan a villancicos. Muchas de las cocheras de las viviendas se adecúan como establecimientos dedicados a la venta de esferas y herrería para la decoración navideña. La mayor parte de la población dedica el trabajo de un año entero para las festividades de fin de año. Los fines de semana, La Feria de la Esfera, que se celebra del 30 de septiembre y hasta mediados de diciembre, luce abarrotada de gente. Los asistentes acuden para adquirir el adorno de moda, como bolas adornadas con el logotipo del equipo de futbol o las delicadas esferas transparentes con cintas de colores en su interior.
A sus 51 años, Martín Marín lleva su vida entera preparándose para la temporada decembrina. “Trabajamos todo el año, desde enero empezamos y no descansamos, solo en días festivos”, dice a Verne el artesano michoacano. “Este taller es de los primeros talleres familiares que existieron en Tlalpujahua, yo empecé a los doce años”, cuenta desde su taller casero. “Mi familia y mis hijos también me ayudan en el negocio”.
En su taller se fabrican unas 200.000 piezas de cristal al año, que se han usado para decorar los hogares mexicanos y que también se han exportado a lugares como la Casa Blanca o el Vaticano. Otro tipo de adornos, como flores y frutas de cristal, se venden como centros de mesa el resto del año, pero los decorados navideños son el motor económico de la pequeña ciudad, declarada Pueblo Mágico en 2005. Eduardo Salazar, Director de Turismo del Ayuntamiento de Tlalpujahua de Rayón explica a Verne que la elaboración de adornos navideños de cristal provee 1.600 fuentes de empleo y genera la visita de más de 35.000 turistas al año.
Marín trabaja muy de cerca a su padre, José Adán Marín, de 71 años, uno de los pioneros en las artesanías de cristal soplado en Tlalpujahua. Él fue mentor de más de trescientos artesanos que han pasado por el poblado y que se piensa a sí mismo como creador de esferas, más que como artesano.
Un pueblo de navidad que antes fue de oro
Que Tlalpujahua sea conocido en México como el pueblo de la eterna navidad, es relativamente reciente. Desde finales del siglo XIX, la mina Dos Estrellas, ubicada a las afueras del poblado, fue uno de los yacimientos de oro y plata más prósperos de toda Latinoamérica, con una producción total de más de 145.000 kilos de oro y 2.338.000 kilos de plata. Pero la bonanza terminó en 1959, cuando las empresas mineras decidieron parar la producción y cerrar las puertas cuando se agotaron los metales. “Las personas emigraron y los que se quedaron tuvieron que encontrar una nueva fuente de empleo”, cuenta Salazar.
Joaquín Muñoz, un habitante de la comunidad nacido a finales del siglo XIX, fue el primero en introducir la artesanía de cristal soplado a Tlalpujahua. “Llegó con varias muestras de esferas de Estados Unidos y nosotros tuvimos que arreglárnoslas para aprender”, cuenta José Adán Marín. En cuatro días tuvo que aprender el oficio, que le valió varias quemaduras. Posteriormente formó parte de la fábrica de esferas artesanales más grande de Latinoamérica, que cerró en 1970 tras la muerte de Muñoz, su fundador.
Pero el cierre de esta fábrica no fue el final de las artesanías navideñas, sino todo lo contrario. Varias familias comenzaron a abrir pequeños negocios para preservar la tradición y competir contra las grandes fábricas de esferas que se producen en serie.
Cómo se hacen las esferas
Para crear las esferas, se siguen varios pasos. Se inicia con la fundición del vidrio que los artesanos adquieren en forma de tubos alargados. Estos se calientan a cientos de grados centígrados bajo un soplete para posteriormente darles forma con el aliento. En este proceso se le puede dar varias formas al vidrio, ya sea como las clásicas esferas o como gotas alargadas, dependiendo del tipo de guirnalda que se quiera crear.
Posteriormente se realiza un proceso de plateado con nitrato de plata y agua caliente que produce el efecto “mágico” que brinda el color dorado o plateado a las bolas. Esta coloración es indeleble al agua y resiste la luz y el calor de los focos navideños.
Después se pueden pintar o decorar con miles de colores y formas, que van desde flores de nochebuena o grecas que se revisten de brillantina o bien, se le colocan grabados con personajes de dibujos animados o logotipos de equipos de futbol. Finalmente, se realiza el corte de la pata de cristal y se coloca el casquillo para que se puedan colgar en el árbol y se empacan para su venta.
Este proceso le ha valido a la familia Marín que su taller no solo sea un centro de creación artesanal, sino un lugar donde los turistas asisten para ver cómo se crean los adornos navideños. “Formamos parte de los paseos que hacen los visitantes al pueblo, quienes pueden venir a ver cómo se hacen los adornos y luego se pueden llevar a su casa los adornos que quieran”, dice Martín, quien se encuentra a la espera de que sus hijos y esposa le ayuden a decorar las esferas.
Aunque la temporada navideña ya está en curso y la feria local está a punto de concluir, las labores no acaban para los habitantes de Tlalpujahua, quienes ya se han acostumbrado a vivir día a día con los personajes de navidad grabados en las paredes y decorando día a día los adornos que se lucen en la temporada del año más feliz para el pueblo, y para muchos de los hogares que decoran.
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