Tienen canas, muchas horas de trabajo cotizadas y una petición firme para el Gobierno: pensiones dignas. Mariano Rajoy anunció mejoras en las pensiones mínimas y en las de viudedad, además de ayudas en el IRPF. A los jubilados no les parece suficiente y por eso el 17 de marzo vuelven a las calles donde hace siete años recibieron el apodo cariñoso con el que aún se les conoce, yayoflautas. “Somos la versión mayor de los perroflautas y estamos orgullosos”, dice Ovidio Bustillo, miembro del movimiento Yay@flautas Madrid.
Aunque normalmente se generaliza y se llama yayoflautas a todos los jubilados que se manifiestan, lo cierto es que el nombre pertenece a plataformas concretas, presentes en ciudades como Barcelona, Madrid o Murcia. A los yayoflautas de la capital se les puede reconocer fácilmente en la Puerta del Sol todos los lunes a partir de las 19 horas. Allí acuden con sus chalecos amarillos, haga sol o llueva, para explicar sus reivindicaciones, entre las que están las pensiones dignas, por eso apoyan las movilizaciones que convoca la Coordinadora Estatal de Defensa del Sistema Público de Pensiones.
Para explicar el origen del término "yayoflauta" nos tenemos que remontar a una declaración de Esperanza Aguirre, tal y como recoge Mar Abad en su libro De estraperlo a postureo: cada generación tiene sus palabras . Después de que el 15 de mayo de 2011 las ciudades españolas se llenaran de jóvenes y mayores ocupando plazas y parques pidiendo un cambio político y social, la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid se refirió a los manifestantes como perroflautas. Entonces, los indignados más mayores de Barcelona cambiaron el "perro" por "yayo" para autobautizarse como yayoflautas (iaioflautas en catalán). El neologismo había nacido, aunque no se popularizó hasta principios de 2012, cuando empezaron a hacer actos reivindicativos en público, como ocupar un autobús para protestar contra la subida de los billetes.
“Escogieron una palabra con munición. Fue un acierto. Por un lado, incluye la palabra yayo, que es muy emocional y nos recuerda a nuestros abuelos. Y por otro, cumple con un cometido, anular el insulto de la presidenta y de todos los que tildaban a los manifestantes de camorristas”, cuenta a Verne por teléfono Abad. La periodista explica en su libro que muchos colectivos llevaban años haciendo lo mismo: en Estados Unidos los negros se llaman nigger entre ellos en las canciones de rap y muchos hombres y mujeres homosexuales se aluden como maricones y bolleras. “Al apropiarse de la voz con la que otros quieren descalificarlos despojan al término de su intención hiriente y lo transforman en un vocablo descriptivo”, explica.
La transformación de un insulto en un apelativo cariñoso es una de las lecciones que nos han dejado estos jubilados. “Hemos conseguido que tenga un significado político pero en un terreno extraoficial, los yayoflautas seremos para siempre los que cuestionamos la política oficial y los que propusimos nuevas vías de organización”, dice Bustillo.
Desde la plataforma de Yay@flautas Madrid aseguran que entre sus miembros hay dos perfiles muy reconocibles: por un lado, los que toda la vida han estado luchando; y por otro, los que han abierto los ojos viendo cómo viven sus hijos. “Luchamos para que nuestras nietas y nuestros nietos tengo un futuro mejor, nosotros ya tenemos todo hecho”, cuenta el pensionista.
Levantarse ante lo establecido no les pilla de nuevas a esta generación que fueron los jóvenes que en los años 60 y 70 protestaban contra la dictadura. De hecho, Abad cuenta en su libro que los primeros yayoflautas de Barcelona se inspiraron en cómo se organizaban ellos mismos durante el franquismo. “Venían con tablas. Hacían valer su experiencia y las enseñanzas que la madurez aporta a la sociedad, de ahí alguno de sus lemas como La experiencia es un grado; la indignación, un estado”.
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