Bloquear a tuiteros que molestan es algo relativamente habitual. También lo es exhibir con cierto orgullo ese bloqueo. Sobre todo cuando se trata de políticos.
Oye, @Albert_Rivera, ¿en mi, que me has bloqueado, también ves un español? 🤔 pic.twitter.com/bGQfPS4GdR
— Otto Más 🐉 (@Otto_Mas) 22 de mayo de 2018
Iglesias fue el q votando con Rajoy no a Pedro @sanchezcastejon el 4/3/16 nos condenó a todos a 4 años + de Rajoy
— Francisco Almeda (@FAM63) 27 de marzo de 2018
Rivera es el q apoyando a Rajoy nos condena a todos a más recortes precariedad y miseria
Ambos venian a regenerar la política.
Ambos me han bloqueado por denunciarlos pic.twitter.com/ucwaOfCcIR
Lo más indignante de todo es que Pedro @sanchezcastejon me tiene bloqueado y seguro que a @el_pais y @susanadiaz no pic.twitter.com/LiZxXhVqM4
— Hugo Martínez Abarca (@hugomabarca) 29 de septiembre de 2016
SORPRESA!!! @marianorajoy me tiene BLOQUEADO!!! pic.twitter.com/G0yXoiTmvU
— Мarcel Duval🎗 (@marceIduval) 19 de septiembre de 2016
Con un bloqueo, uno se ahorra no solo los insultos que le puedan llegar, sino que además impide que la otra persona pueda seguirle. En ocasiones, esto puede molestar. Y en el caso de Donald Trump, estos bloqueos llegaron a los tribunales.
El presidente de Estados Unidos tiene más de 50 millones de seguidores en su cuenta personal de Twitter. Y también ha bloqueado a un puñado de usuarios. Por motivos que van desde contestarle con un gif del Papa, llamarle cobarde y, en el caso del escritor Stephen King, por decir que estaba “cosechando lo que sembró”.
En julio del año pasado, siete de estos tuiteros bloqueados le demandaron por considerar que esta acción violaba su libertad de expresión y su derecho a estar informados de los anuncios del presidente.
Y ahora una jueza federal ha dictaminado que es inconstitucional que el presidente bloquee a nadie en su cuenta personal, ya que este espacio forma parte del foro público: “Bloquear a los demandantes por sus opiniones políticas supone una forma de discriminación”, recoge la sentencia, ya que se trata de un cargo público.
¿Y en España?
Algunos de estos políticos, como es el caso de Albert Rivera, tienen fama de ser de gatillo fácil con el bloqueo. Pero no solo bloquean las cuentas personales: también las de Ministerios y la propia Moncloa. En diciembre de 2017, las cuentas institucionales del Gobierno tenían bloqueadas a 68 cuentas de Twitter, según recogía una investigación de El Confidencial. Solo @desdelamoncloa, cuenta oficial del Gobierno, tenía bloqueados a 57. Entre ellos, @Zurdo, que confirma a Verne por mensaje que sigue en esta situación. Se trata de un tuitero crítico con los políticos, aunque no recuerda exactamente por qué se llegó a esta decisión en Moncloa, entre otras cosas porque “borré todos mis tweets por miedo a acabar entrullado”.
También sigue bloqueado Julián Molina, matemático, profesor en la Universidad de Málaga y columnista de Málaga Hoy. “No me han dicho en ningún momento el porqué”. Y añade: “No es que me moleste, pero siento curiosidad por saber en qué momento alguien en Moncloa se molestó en bloquearme”. Tal y como ya recogía El Confidencial, sus menciones a @desdelamoncloa son críticas, pero no ofensivas. Además, la última es de 2011, cuando José Luis Rodríguez Zapatero aún era presidente.
RT @desdelamoncloa: El Ministerio de Fomento estrena Twitter: @elmundotoday
— Capitan Ahab (@capitan_ahab) 10 de febrero de 2011
¿Está bien que Moncloa te bloquee?
La consultora política Imma Aguilar Nàcher nunca recomendaría a un político bloquear a nadie, sobre todo teniendo en cuenta que Twitter es una forma de gestionar su marca personal, “pero hay que distinguir entre la interacción constructiva y la que no aporta nada”. En caso de insultos y amenazas, “no es tan grave el bloqueo”.
Yolanda Gómez, catedrática de Derecho Constitucional de la UNED, no descarta la posibilidad de que un ciudadano español bloqueado por un cargo electo acuda a los tribunales a defender su derecho a la información, pero recuerda que "la interpretación de los jueces estadounidenses de la libertad de expresión dista más de la europea, ya que este derecho se considera uno de los pilares vinculados a la construcción democrática de la federación". La interpretación de los tribunales "suele ser muy favorable a no poner límites o poner los menos posibles".
Eso sí, Gómez opina que en el caso de cuentas institucionales "la libertad de expresión se ha de entender de manera más estricta, con límites menores", explica. Coincide José Carlos Cano Montejano, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid, pero ambos discrepan en lo que debería considerarse cuenta personal y cuenta institucional.
Para Gómez, un cargo del Gobierno, un diputado o la cuenta de un Ministerio, por ejemplo, no deberían bloquear a ciudadanos en Twitter y restringir así su derecho a la información. Esto incluiría cuentas como @marianorajoy y @pablo_iglesias_. Con una excepción: cuando la persona en cuestión no se dedique solo a replicar y discrepar, sino que llegue a las "amenazas, injurias, calumnas, coacciones... Es decir, los mismos casos que permitirían acudir a un tribunal".
En cambio, Cano Montejano cree que la cuenta @marianorajoy estaría más cerca de un perfil personal que de uno institucional, como @desdemoncloa o @haciendagob. Por tanto, en su opinión Rajoy sí podría bloquear, pero no el Gobierno, excepto en casos muy extraordinarios. Eso sí, también recuerda que la distinción no es fácil y que “no tenemos regulación al respecto”. Y apunta que habría que buscar el equilibrio entre este derecho a la información y el derecho a la privacidad del titular de la cuenta.
Mejor silenciar
La jueza del caso de Trump sugiere a los políticos que silencien y que no bloqueen. Silenciar "preserva la capacidad del silenciado de responder a un tuit, pero bloquear impide al bloqueado ver o replicar por completo a los tuits”.
Aunque imaginamos que la jueza no nos ha leído, en Verne ya le dimos el mismo consejo al presidente en julio del año pasado. No solo porque silenciar cuentas siga permitiendo seguir y leer los tuits, sino, sobre todo, porque es un método más discreto: tiene la ventaja de que el usuario no sabe si está silenciado o no, por lo que no puede colgarse el pantallazo del block a modo de medalla.
De hecho, bloquear a menudo parece un simple pataleo, algo que se hace apretando mucho los puñitos y diciendo: “¡Pues ahora no voy a dejar que me leas!”. Y esto queda especialmente feo en el caso de un cargo público.
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