Este iba a ser mi año de festivales. El Madrid Reggaeton Festival o el Granada Sound son solo algunos para los que ya tenía entrada y estaba contando los días para disfrutarlos. Pero 2020 no iba a dejar que esto pasase: muchos de los festivales previstos para el verano han cancelado o aplazado sus fechas debido a la pandemia de Covid-19. Aunque me haya quedado sin estos planes, el confinamiento me ha dado la opción de descubrir otros nuevos que no tenía en mi radar. Estas semanas de aislamiento he sumado cientos de horas con la Play 4 y, más concretamente, con el Fortnite. Lo que no imaginaba es que, además de pegar tiros, este juego también me iba a permitir ver conciertos en vivo.
Como he intentado ser ahorradora durante estos días, me lancé a probar este título por su irresistible calificación como gratuito. A cambio, lo he pagado sacrificando mis horas de sueño, ya que sus muchas posibilidades de juego me han atrapado durante interminables ratos. Y es que cuenta desde con distintos tipos de battle royale (grandes batallas en las que participan un máximo de 100 jugadores) hasta con un modo creativo en el que los jugadores pueden diseñar su propia aventura. Además, Fortnite lanzó el 29 de abril el nuevo modo de juego Fiesta Magistral. Adiós definitivamente a dormir más de seis horas diarias.
En Fiesta Magistral la intención no es acabar con tus oponentes -ni siquiera se puede matar o construir- sino que está ideado como un entorno en el que los jugadores pueden pasarlo bien de fiesta. Las posibilidades son muchas: puedes echar carreras con quads, jugar a fútbol, lanzarte en un cañón intentando alcanzar una diana… El plato fuerte es el escenario principal en el que diferentes artistas van ofreciendo conciertos. Días antes de que se lanzase este nuevo modo de juego, del 24 al 25 abril, Fortnite acogió un espectáculo de Travis Scott. Aunque no fuese en directo, consiguió récords de audiencia con más de 12 millones de jugadores.
La noche del sábado 2 de mayo estaba jugando con mi amigo Abel (en la Play 4, SoyObiDentro) cuando decidimos ver qué era Fiesta Magistral. Cuando entramos, estuvimos explorando el mapa entusiasmados por lo diferente que era a otros modos de juego. Si algo nos fascinó en particular fue la estética del Escenario Principal y sus muchos colores de neones. Además, mientras que la pantalla acogía una cuenta atrás, unas muñecas gigantes bailaban a ritmo de electrónica. De repente la música que animaba a estas gogós se paró y breve presentación dejó paso a algo que no esperaba: Diplo, uno de los DJ de Major Lazer, salía en pantalla e iba a ofrecer un concierto en vivo. Lo que allí pasó fue increíble, cada usuario se montó su propia fiesta saltando, bailando, corriendo con quads… Tras diez minutos de set terminó su espectáculo pero Epic Games, la desarrolladora del juego, adelantó ahí mismo que esto era “solo el comienzo”. Días después anunciaron que la madrugada del 9 de mayo, de 3 a 4 de la mañana en horario peninsular español, los DJs Dillon Francis, Steve Aoki y deadmau5 iban a ofrecer otro espectáculo en directo en Fiesta Magistral.
En esta ocasión, Fortnite promocionó el concierto con nuevas skins (ropas para los personajes que podías comprar) y bailes pensados para la ocasión. Desde el viernes hasta lunes, el juego ofrecía de manera gratuita unas alas de neón para el traje del jugador. Los bailes y el traje sí que costaban pavos (la moneda de Fortnite). Un disfraz que cambiaba de color al son de la música costaba 1.500 pavos. Esta moneda virtual puede comprarse en distintos packs: por ejemplo, 1.000 pavos valen casi 10 euros y 2.800 valen casi 25. Adiós a mis posibilidades de ahorrar. Aunque en la realidad estaba en chándal en casa, quería que otros jugadores viesen lucir mi mejor modelito y decidí gastarme dinero en esta skin.
Como el anterior concierto de Major Lazer había sido toda una experiencia para Abel y para mí, decidimos avisar tanto a su novio Carlos (en el juego, c.targaryen por Juego de Tronos) y a nuestra amiga Marina (más conocida como afuegopalperreo, por su afición a Bad Bunny y el reguetón). Para este nuevo evento nos preparamos como mejor sabemos: encendiendo Skype para ir comentando la jugada y echando antes unas batallas para ir calentando. A las 2.45, y tras no haber ganado ninguna de las partidas, decidimos meternos en Fiesta Magistral para ir cogiendo sitio. Mientras nuestras nuevas incorporaciones al grupo visitaban distintas zonas del mapa, yo me centré en conseguir pistolas de pintura y les convoqué a reunirnos en un punto para hacer una batalla de colores. Esto, casi, nos distrae de nuestro verdadero objetivo que era ver el concierto.
Llegamos al escenario principal con un poco de sueño pero muchas ganas de que empezara el concierto que llevábamos días deseando. Cada usuario allí reunido entretuvo los diez minutos de retraso que llevaba el espectáculo de distintas maneras. Mientras algunos buscaban una buena ubicación, otros hacían diferentes bailes. A uno de ellos incluso me uní al ver que muchos jugadores estaban haciendo de manera conjunta el gesto Patas y Garras, que simula a los movimientos de un gato. Aunque esto me recordó a la espera de otros conciertos en la vida real, donde en la cola la gente empieza a cantar canciones para calentar, lo cierto es que la espera se me hizo eterna. Pero por fin apareció Dillon Francis. El DJ apareció en pantalla con un fondo psicodélico y pinchando canciones que prometían ser temazos. Hasta que decidimos seguir usando los bailes del juego y nuestro gozo se precipitó hasta el subsuelo.
Casi todos los “gestos” o “bailes” que proporciona el juego tienen una música particular que les acompaña en cada caso. Aunque esto sea perceptible en otros modos de juego, en el evento de Diplo los podía seguir haciendo sin que sonasen y me distrajeran de la música del escenario principal. Sin embargo, en esta ocasión, cada vez que intentaba hacer un baile -o se ponía a mi lado algún otro jugador que los estuviera haciendo- el ruido sí se oía y no dejaba escuchar lo que pinchaba el DJ. Esto me sorprendió y desconcertó a partes iguales, por lo que decidí preguntarle a mis amigos si le pasaban lo mismo. Cuando me dijeron que sí, y que lo que estaban intentando era alejarse de la gente para que el sonido del DJ no fuese interrumpido, decidí copiarles el plan.
El show de Dillon Francis duró unos quince minutos que me recordaron mucho a mi experiencia de hace años en el Arenal Sound. En el festival, como en este juego, también tuve que renunciar a las primeras filas para ver si lograba ver disfrutar mejor los espectáculos. Mientras que Carlos, Abel y Marina se subieron a un punto de las plataformas cerca de las gogós, donde me aseguraban que ahí no había casi nadie y podían oirlo bien, yo no tuve sus habilidades de salto y decidí irme a otro punto del escenario. Más concretamente, a uno donde la visión era escasa y no querían acceder el resto de jugadores. Pero yo me convencí de que desde ese lugar lo escuchaba mejor y ahí vi cómo acababa el concierto de Dillon, que pinchó temazos, y comenzaba el de Steve Aoki.
Aunque esperaba sustituir los pogos típicos de un concierto por bailes conjuntos con otros jugadores, tuve que renunciar a ello para lograr enterarme de algo de la música y esto hizo que las sensaciones que me estaba dejando el espectáculo fueran muy tibias. Pero con Aoki llegó momentáneamente el subidón. Aunque cada uno estuviésemos varados en una punta, al escuchar canciones como Azuquita o Pursuit of Happiness mis amigos y yo optamos por berrearlas por Skype. Al parecer no fuimos los únicos que disfrutamos con su set, Steve Aoki llegó a ser trending topic en Twitter porque muchos k-popers aplaudían que hubiera incluido las canciones del grupo surcoreano BTS Mic Drop y Waste it On Me. Como en cualquier otro concierto, el público hablaba en redes de sus momentos favoritos. A mí me motivó tanto que corrí a abrirme una cerveza y a bailar mientras cada vez subía más el volumen. Hasta que se despertó mi madre con un “Laaaaaura, que son casi las cuatro, ¡baja eso!”. Adiós a la rave.
Pero si la fiesta seguía en Fortnite, aunque fuese de esa manera limitada, no iba a renunciar a ella. Con el volumen un poco más bajo y ya sentada en la silla (aunque todavía cerveza en mano), seguí disfrutando del set de Aoki. La duración me sorprendió, unos veinte minutos, mayor que la del resto de shows que había visto en el juego. Los descanso entre cada concierto fueron muy reducidos así que, en cuanto se fue este último, salió deadmau5. Ataviado con su particular máscara, su concierto fue un poco "bajona": la música se escuchaba especialmente baja, no había casi ningún tipo de animación en la pantalla y él apenas se movía. Fue entonces cuando decidí salir de mi cueva particular, poniéndome a saltar de lado a lado del escenario y observando qué trajes habían elegido otros usuarios para la ocasión.
Ese fue un momento crítico en general: muchos de los jugadores que estaban en la partida se salieron y otros estaban simplemente inamovibles observando la pantalla. Esto último, claro, nunca sabré si era por el poco entretenimiento que estaba ofreciendo el DJ o porque no querían capar su música con el ruido de los bailes. Como no podíamos dejar que nuestra noche acabara así, mis amigos y yo decidimos irnos a echar unas carreras en los quads, pero después de esta última decepción nos supo a poco. Con el show ya terminado, nos salimos de Fiesta Magistral para hacer lo que realmente más nos gusta: pegar tiros en el Battle Royale de escuadrones.
De los juegos de "usar y tirar" a los juegos como servicio
El popular DJ Marshmello fue el que, en febrero de 2019, abrió la veda de los conciertos en Fortnite: ofreció un show que logró reunir a 10 millones de espectadores en el videojuego. Aunque Fortnite mantiene la competitividad de otros juegos similares, ha sido precisamente este tipo de innovaciones lo que le sigue situando como uno de los juegos más populares del sector.
Según las últimas cifras proporcionadas por Epic Games, la desarrolladora del juego, Fornite ha alcanzado la cifra de 350 millones de jugadores registrados en todo el mundo. Este juego es muy distinto al antiguo modelo de los videojuegos, en el que tras pasarse todos los niveles (o concluir la historia), estaban condenados a guardarse en un cajón. Fornite forma parte de los títulos conocidos como games as service (juegos como servicio), en los que su éxito reside en la capacidad para ofrecer nuevos contenidos que sigan enganchando a los jugadores: distintos mapas cada determinado tiempo o skins y bailes cada día (estos últimos, bajo pago) son algunas de las claves que permiten continuar ofreciendo una experiencia diferente a los jugadores.
La periodista especializada en videojuegos Marta Trivi explicaba en este artículo sobre el modelo de negocio de Fortnite que, pese a ser un juego gratuito, logró convertirse en el juego más rentable de 2018 gracias a esta fórmula de game as a service. Consiguió una recaudación que superó los 2.400 millones de dólares. Aunque cierta parte de la industria considera este modelo como de baja calidad y excesivamente centrado en hacer que el jugador saque la cartera para realizar pequeñas compras, permite potenciar la vida del juego. Otros estudios videojuegos, como Square Enix, se han mostrado muy interesados en repetir este modelo en el que se sigue introduciendo nuevo contenido después del lanzamiento.
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