No se beben burbujas. En España no se beben burbujas. Será por desconocimiento, pereza, precio quizá, pero el caso es que si ya los datos del consumo de vino en general son para darse al alcohol duro, el de los espumosos en particular casi es mejor ni mirarlos. Somos capaces de presumir de haber pagado cientos de euros por un menú plagado de platos convertidos en espuma en el restaurante de moda, y no lo hacemos por la espuma buena, la de la burbuja degollada. Contradicciones.
Llega fin de año y aun así nos duele aflojar unas cuantas docenas de euros en una buena botella de burbujas. Es comprensible, si al final solo lo servimos para brindar. Y además si uno es generoso e invita a un buen espumoso, siempre hay alguien (suele ser un cuñado, ese cuñado) que dice que para qué, que en el supermercado de debajo de su casa hay un cava del Penedés por seis euros que le da mil vueltas.
Y entonces comienzan las discusiones. Que si uno dice que si es mejor el cava; otro que si hay champagnes de menos de 20 euros de marcas poco conocidas que están buenísimos; que si hay un cava extremeño que el otro día trajo una del trabajo que te lo acabas sin darte cuenta; a lo que otro añade que no se puede hacer cava en Extremadura, que será espumoso, pero no cava (seguramente esto lo dice el mismo cuñado).
Aquí va un pequeño manual sobre de qué va esto del cava y del champagne, de las burbujas y la espuma. Lo justo para defendernos en una cena de fin de año.
Lo primero que hay que dejar claro es que en España es complicado encontrar espumas que no sean cava o champagne. Los espumosos de otros países no hacen turismo de sol y playa (por lo que sea) y, salvo muy honrosas excepciones, es el cava el que el españolito medio suele encontrar en todos lados como espumoso nacional.
Los 3 puntos clave son:
1. La elaboración. Ambos, cava y champagne, son vinos que se elaboran de forma muy similar, por el conocido como “método tradicional”. Los dos realizan una segunda fermentación en botella. O sea, que en la botella que tú te llevas a casa de la tienda ha habido vida para que se liberase el carbónico y ¡tachán! burbujas.
2. Reserva y gran reserva. En los cavas, para poder poner ‘Reserva’ en la etiqueta está estipulado que se haya criado al menos 15 meses. Y el doble de meses para poder lucir el ‘Gran Reserva’. Lo bueno que tienen estos cavas, y que en general se desconoce, es que son perfectos para acompañar una comida o una cena de principio a fin, y en la mayoría de los casos se utilizan solo para hacer ¡chinpúm!, ¿o no? Es una pena porque ya que uno se ha dejado los dineros en descorchar un vino top, que por lo menos haga los honores de estar presente toda la velada y no solo en los bises.
3. Los precios. He aquí el motivo más socorrido para crear disputas en torno a los espumosos. Y sí, es así, el champagne es más caro. Se lo han montado mejor nuestros vecinos del norte.
- En cavas: a partir de los 9 euros hay mucha calidad, y si uno da el salto a los 15 euros se pueden encontrar maravillas. Por supuesto que también hay cavas de 40-50€ y de ahí al infinito y más allá, pero esos ya dependen más de lo apasionado que sea el consumidor.
- En champagne: la barrera de la calidad comienza en los 30 euros. “Pues yo compro uno por Internet de 20 euros de la viudita de Clicquot”, dirás. Seguramente sea verdad que es estupendo, pero para eso hay que buscarse la vida y trastear. De un tiempo a esta parte han aparecido en España marcas de viticultores más pequeños que las grandes y más conocidas casas que han hecho esta bebida algo más asequible, pero por normal general, el champagne comienza en los citados 30€.
Bonus para avanzados y curiosos: las etiquetas
- Brut nature, extra brut, brut, extra seco, seco, semi-seco y dulce. Estos términos nos dicen el contenido de azúcar siendo el primero el más seco y de ahí hasta llegar al dulce que supera los 50 gramos de azúcar por litro. Para acabar de complicar el asunto, puede que te encuentres el término dosage zero en la etiqueta de algún champagne, y se refiere a totalmente seco.
- Fecha de degüelle. Es la fecha en la que fue 'degollada' esa botella. Se realiza cuando el espumoso ya ha finalizado su crianza, y sirve para quitar los posos y las lías que han realizado su trabajo para criarlo, y que así te llegue el producto en perfectas condiciones de consumo.
- Las añadas. Los cavas no suelen lucir la añada, pero algunos elaboradores han comenzado a ponerlo. En champagnes el tema de la añada es un mundo. Los champagne de añada son conocidos como vintage o millésime. Solo se elaboran cuando la añada es de gran calidad y envejecen un mínimo de tres años.
- Blanc de noir. Champagne elaborado con uva tinta (suele ser pinot noir), aunque a la vista sea color champagne. ¡¿Y eso como puede ser?! Porque el color al vino lo aporta la piel de la uva, y en este caso se quita. En la conocida película Entre copas explican esto con bastante humor.
- Blanc de blanc. Vino elaborado con uva blanca. En la región francesa de Champagne se utiliza la chardonnay.
Y así podríamos seguir hasta mañana, pero nos pilla la cena de fin de año, Por suerte, esta vez, ese cuñado que dice saber más que tú este año no se va de rositas…
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