El ensayista estadounidense E. B. White decía que “explicar un chiste es como diseccionar una rana. Lo entiendes mejor, pero la rana muere en el proceso”. Eso es lo que le tocará hacer al humorista Dani Mateo frente al juez que le ha citado como imputado el lunes 26 de noviembre: explicar un chiste. Se le acusa de ofensas o ultraje a símbolos de España (artículo 543 del Código Penal) y un delito de odio (artículo 510) por simular sonarse con una bandera de España.
No es la primera vez que El intermedio, programa de sátira política de La Sexta, se encuentra con una querella: hace un año se archivó la presentada por la Asociación en Defensa del Valle de los Caídos por un chiste sobre este monumento en el que (aún) está enterrado Franco. En septiembre fue la Fundación Francisco Franco quien se querelló con el espacio, precisamente por una escena sobre la prevista exhumación del dictador. En el caso del gag de la bandera, la denuncia ha sido interpuesta por la organización Alternativa Sindical de Policía.
La incongruencia y el humor
Es habitual que la sátira moleste a quien no esté de acuerdo con ella. Por ejemplo, a Donald Trump le parecía que no tenía ninguna gracia la imitación de Alec Baldwin en Saturday Night Live, a pesar de que el actor incluso se llevó un Emmy por este trabajo.
Alec Baldwin, whose dying mediocre career was saved by his terrible impersonation of me on SNL, now says playing me was agony. Alec, it was agony for those who were forced to watch. Bring back Darrell Hammond, funnier and a far greater talent!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 2 de marzo de 2018
Alec Baldwin, cuya carrera mediocre se salvó por la horrible imitación que hizo de mí en SNL, ahora dice que interpretarme fue un infierno. Alec, fue un infierno para la gente que se vio obligada a verlo. Traed de nuevo a Darrell Hammond, mucho más gracioso y con mucho más talento.
Pero según muchos de los que aplauden esta decisión del juez, el sketch de Dani Mateo no es una simple sátira, sino que ha rebasado “líneas rojas”, al ultrajar un símbolo nacional. Sin embargo, y ahora empezamos a diseccionar a la pobre rana, hacer humor con un símbolo no significa, necesariamente, reírse del símbolo. Lo veíamos, por ejemplo, cuando hablábamos de Fe de etarras: una comedia en la que salen terroristas no banaliza los asesinatos ni se ríe de las víctimas. Al contrario, puede subrayar “lo absurdo de haber vivido esta violencia”, como explicaba el director de la película, Borja Cobeaga.
El objetivo del sketch de Dani Mateo no era reírse de la bandera, sino de quienes creen que la bandera es un símbolo intocable. Por eso juega con los dos elementos que la componen: el valor simbólico y el hecho material. Es decir, no es solo un trapo, pero también es un trapo. Al usar ambos planos a la vez es donde se produce la incongruencia, uno de los mecanismos clásicos del humor.
El sentido del sketch de la bandera era - o así lo entendí yo - demostrar que, cuando los ánimos están muy caldeados, las banderas se vuelven más importantes que las personas y eso es peligroso. Por eso me desmoronaba al comprobar que me había sonado en ella. Nunca fue ofender.
— Dani Mateo (@DaniMateoAgain) 1 de noviembre de 2018
La incomodidad y el humor
Que el gag use este mecanismo no quiere decir que nos tenga que hacer gracia. A menudo, los humoristas molestan. De hecho, a menudo molestan porque están haciendo bien su trabajo. Según escriben Peter McGraw y Joel Warner en The Humor Code, el humor tiene que responder a lo que llaman benign violation (una agresión o violación benigna). Es decir, tiene que transgredir alguna norma social o alguna idea preestablecida, pero dejando claro que no se trata de una agresión real. El humor provoca incomodidad, pero no inseguridad. Al final, es inofensivo.
Esto es más difícil de lo que parece: el chiste puede quedarse corto y no generar ninguna molestia o puede pasarse de largo y solo hacernos sentir mal. Además y lo que a menudo es más importante, estos límites pueden variar para cada persona: hay gente a la que el humor negro le incomoda y gente a la que los chistes sobre bebés muertos de Ricky Gervais le parecen incluso anticuados.
Pero, como ya hemos comentado en otras ocasiones, que un chiste resulte ofensivo no significa que tenga que ser un delito. La cómica Raquel Sastre comentaba para Verne que “el humor es un género de ficción, igual que el drama o el terror. El problema es que se le permite al drama lo que no se le permite al humor”. Imaginemos, por ejemplo, llevar ante los tribunales Los Soprano porque hay asesinatos. O imaginemos, por ejemplo, una obra de teatro en la que alguien dice que la bandera le da asco y no le representa. ¿Sería también un delito? De hecho, no olvidemos que Dani Mateo no escribió el guion de ese gag.
Las redes sociales y el teatro de la ofensa
Tampoco podemos obviar que en redes sociales resulta muy difícil distinguir entre la ofensa sincera y lo que Andrés Barba llama el teatro de la ofensa. Este escritor, autor de La risa caníbal, explicaba a Verne que en estos casos a menudo se genera lo que llama “un estado de lo teatral”. Por un lado, “los supuestos ofendidos frente al chiste desubicado tienen que hacer un teatro de la ofensa”. Mientras, al otro lado se pone en escena “la teatralización del arrepentimiento" y el regreso del ofensor "al redil de la normalidad y la corrección”.
Como indicio del componente teatral que puede tener toda esta indignación está el hecho de que Ana Morgade ya protagonizó hace cuatro años un sketch similar que pasó completamente desapercibido en El club de la comedia. También hay que mencionar los comentarios, cuando arrancó la polémica de Mateo, que apuntaban a que “con la catalana no se atreven”, cosa que hemos visto después hacer (con esta y otras banderas) a Toni Soler, a los humoristas de Polònia, a Javier Gallego (de Carne Cruda) y a Facu Díaz en Late Motiv con la de Podemos, sin que se armara un revuelo ni mucho menos similar. Es más, Dani Mateo ya había protagonizado sketches riéndose de la estelada y del himno de Cataluña.
Y, en fin, por ahí venden felpudos con la bandera de España. ¿Se puede uno limpiar los zapatos en la bandera sin ultrajarla? ¿Es algo que se puede hacer con respeto? ¿Hay que llevar ante los tribunales a los fabricantes de felpudos? ¿Es mejor un pañuelo que un felpudo? ¿Por qué nadie se queja de esto? Y toallas, también hay toallas. ¿Es que nadie piensa en la bandera de España?
Ayer pillé un trancazo de banderitis y no había pañuelo para tanta napia. Hubo narices para sonarse con la española, la estelada, la ikurriña y la republicana.
— Javier Gallego Crudo (@carnecrudaradio) 15 de noviembre de 2018
Pero no estoy presumiendo de narices (aunque puedo), sólo estoy defendiendo que no se persiga la libertad de hacerlo. pic.twitter.com/UNIsbvjoYP
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